domingo

JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA) - LA VUELTA DE DON VERÍDICO (14)


MÚSICA DULCE

Fiesta que supo ser una hermosura, aura que dice, la que hubo en el rancho de Gutural Mollejo, casau con Masculina Solera, mujer tan divertida que en los festejos la contrataban y en los velorios la prohibían.

El bailongo fue porque al viejo Gutural se le casaban las dos hijas, mellizas, pero tan igualitas que nunca se supo cuál de las dos era la melliza.

La Queca y la Quica, se casaron con dos hermanos mellizos, Botico Rosquete, y Tiscornio Rosquete, hijos del viejo Rosquete, que demoró añares pa entregar el apellido.

Pal casamiento, el padre de las muchachas quería tirar la casa por la ventana, pero la mujer no lo dejó porque la precisaban pa la fiesta.

Pa la fiesta vino gente de lejos. Del boliche El Resorte llegaron catorce en un carro, con damajuana e vino, por las dudas quedara corto el brebaje.

La Duvija hizo unas tortas fritas, y arriba les puso dulce de leche. Con un palito escribió en el dulce: “Sean felices los consortes, les deseamos del Resorte”.

Un lujo de fiesta. En lugar de musiqueros, tenían una vitrola con un solo disco. Uno solo, pero lo ponían hasta de canto.

Pa darle cuerda a la vitrola taba el negro Peleche, mamau hasta las motas. Que una vuelta estaba dando manija en falso y alguien le gritó: “¡Si no le arranca tírele la toma de aire!”

Pero el toletole se armó pa la madrugada, cuando el pardo Santiago no aguantó más escuchar siempre lo mesmo, y en lugar del disco puso arriba de la vitrola una torta frita. ¡Cuando aquello empezó a dar vueltas, tiraba dulce de leche pa todos lados! ¡Nunca se había visto torta frita en 78!

Con la lluvia de dulce de leche todo el mundo era un pegote y el que no se sacaba una plasta de un ojo se la sacaba del talón, y los mellizos Botico y Tiscornio confundían a la Queca y la Quica, y era el mosquerío nomás, y uno pegó una patinada que embocó la puerta y al rato se le oyó chicotiar contra un ucalito.

El pardo Santiago a las risas, el tape Olmedo prendido a la damajuana, y la Duvija entusiasmada, cuando se terminaba una torta frita anunciaba la otra y la colocaba en la vitrola. Los mellizos quisieron disparar con las mellizas pero naides sabía quién era cuál y se armó un engrudo que al final el viejo dueño del baile pegó el grito:

-¡Alto ahí! ¡Cada cual a su sitio y vamo a empezar de nuevo, canejo!

Cuando la Duvija sintió que empezaban de nuevo, puso otra torta frita en la vitrola. Diga que se le terminaba la cuerda y salpicó a unos pocos nomás, pero igual fue una fiesta de lo más entretenida.

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