domingo

DE LO VISIBLE Y POCO MÁS (2) - JUAN DE MARSILIO



XIII

El ciego pasa tanteando con su bastón.

Lleva la cara levantada como
si estuviese tratando
de ver alguna cosa en sus recuerdos.

El sol le entibia el rostro sin sonrisa.


XIV

Tiene la ciencia bien averiguado
que es la luz más veloz que el sonido:
primero vemos el rayo,
al trueno
lo oímos
después.

Las ranas cantan mejor
en las noches sin luna.


XV

Ni oro ni trigo ni sol
ni metáfora alguna el cabello
rubio de la muchacha
que veo
pasar.


XVI

Tu pelo
sabía encontrarle
sentido a la brisa.

Jamás percibiste
que yo te veía.


XVII

Invierno.

De mañana.

Camino
rumbo al trabajo,
los ojos
llenos de niebla.

Veo a la vez
la densa grisura
y el paisaje habitual
que me falta.

Si hace buen tiempo mañana, la caminata
ha de ser una fiesta para mi vista.


XVIII

La mujer
abrió la ventana
de pronto
y la casa
pareció que sonriera.


XIX

Malos tiempos. Malos tiempos.

Malos tiempos que no descartábamos luego
fuesen a peor.

Aprendimos entonces
a no mirar para no ver.

Pero igual sabíamos,
sufríamos igual.


XX

Tibio y sabio tatuaje le hizo el sol
en la piel matinal a la muchacha
que fue una esquirla de la primavera
desgarrando el otoño.

Seguí mi camino silbando
viejos aires anónimos y alegres.

Iba al entierro de un querido amigo.


XXI

Sucedían las rosas en tu jardín,
a pesar del descuido en que lo tenías.

Día por día,
se han deshojado casi cuatro décadas.

A veces me cuesta recordar tu rostro.

Nunca olvido las rosas.


XXII

Piel que vi sin arrugas un día y tan bella,
¿qué fue de aquella desnudez radiante?

Surcos y surcos y surcos
han arado los bueyes del tiempo
pero poco brotó de los sembrado.

Aunque caiga la noche, mis ojos
seguirán contemplando el campo yermo,
el antiguo jardín que descuidé.

Tiene que haber un Dios
que te mire y te vea
con misericordia
mejor que la mía.


XXIII

Soportando el ataque del viento,
la palmera parece que se parte.
Pero no
(por ahora).

El viento, que puede partir palmeras,
es incapaz, sin embargo,
de segar espigas.

Es misterio en que debe meditarse.


XXIV

La muchacha
–ni fea ni bonita–
mastica despacio
y con aire abstraído
su desayuno.

No es posible saber en qué piensa,
pero tampoco es razonable
afirmar que no esté reflexionando.

Le doy mentalmente las gracias por todo.

No podría afirmar que se percate
ni tampoco negarlo.


XXV

Es verdad
que hay que entrenar los ojos
y más la mirada
para ver, por dentro,
la verdad esencial
de gentes y cosas.

¿Pero cómo lo hiciera quien nunca
hubiese observado en detalle
lo superficial
y sus adyacencias?

De lo visible y poco más
hay que ocuparse también y primero.

Nadie puede desear averiguar
qué haya tras puertas nunca percibidas.

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