domingo

SAÚL IBARGOYEN DESDE MÉXICO


DE LA POESÍA

Los desastres que presenta el actual sistema-mundo, tanto los naturales como los causados por la acción del poder capitalista salvaje, se ofrecen como una ocasión insoslayable para invocar a un nuevo tipo de musas, las militantes, y a la vez, en cuanto a los productores de versos, una opción de lanzar su verdad inalienable a los complejos e inseguros espacios sociales que el sistema genera. Es decir, como formación histórica en crisis general (no es novedad) pero con posibilidades de destrucción y aun autodestrucción no imaginables. Se trata de matar o morir. 

Solo quienes admiten sustancias mágicas en lo que llamamos poesía, con poderes de cambiar la realidad (recordar la divisa "cambiar la vida"), afirman que las propuestas creativas de la/os poetas de hoy pueden incidir como una fuerza en la transformación de la realidad. En lo personal, no apoyo esa postura -de inocultables raíces infantiles- sino que concibo a la poesía como un producto de la cultura, con miles de años y presencia en distintos estadios y momentos de la Historia. Decía Jorge Zalamea que en poesía no hay países subdesarrollados, ya sea esta vinculada con los asuntos de la religión, la magia, el discurso predominante, la guerra, la búsqueda mística de lo sagrado, el desnudamiento de la realidad permitiendo percibir que nada es lo que parece, etc.  

La poesía, como arte de lo imposible, como heredera de las metáforas primigenias, debe enfrentar al humano cerebro con respecto a la interpretación que este hace de los datos proporcionados por los sentidos y que significa para nosotros la famosa realidad. La poesía, pues, debe de asumir una percepción (de lo interno y lo externo) que permita no solo un acercamiento a la realidad "objetiva", sino inventar realidades que tendrán más de una historia de operaciones intelectivas-somáticas, lo que implica un producto verbal a discurrir por campos de la sensibilidad ajenos, apartados o extraños a la cultura de masas. Esta ha alcanzado simas peligrosas a consecuencia del irresponsable manejo de la información y de la deformación utilitaria del conocimiento. 

Reiteramos: La lucha desplegada por los impulsos y las proclividades aceptadas como propias de la creatividad verbal (surgidas primero de metáforas gestuales y luego sonoras, desde antes del homo sapiens), contra las limitaciones del cerebro respecto a la percepción de lo real, se vincula con que este continúa apegado a las exigencias de la necesidad, lejos todavía del reino de la libertad (Marx).

Este conflicto, contradictoriamente, ha incitado y hasta obligado a los veros poetas (vaticinadores), en diferentes y dispares desarrollos de la cultura, a escarbar en amplios sustratos lingüísticos y referenciales (mitos, leyendas, vida cotidiana) en procura de la neolengua natural o "blanca" (con todas sus variantes) que confirmara a la poesía en sus tres etapas ineludibles: existencia, esencia y trascendencia.

A la poesía, en cuanto sistema (Platón: "Ión o de la poesía") le cabe por tanto la prudente aplicación de las propuestas de Richard Feynman, citadas por Stephen Hawking: todo sistema tiene, no solo una historia, sino "todas las historias posibles". Lo mismo podría adjudicarse a la conformación de un conjunto de versos que llamamos poema (olvidemos el banal lugar común de que "el poema no es la poesía"...), y asimismo a cada verso que lo compone. Más aún, a cada palabra o cada signo que en él se incluyan.

Anotemos el verso de Ramin Abdallah: "Se encierra la noche en su propia oscuridad." ¿Por qué el autor ha recurrido a "oscuridad"? Ya tenemos una historia. Si hubiera escrito "tiniebla" sería otra historia. Si hubiera omitido la partícula reflexiva "se", otra historia. Además, cada término usado no sale de la nada: puede tener lejanos antecedentes en la construcción de una lengua, a lo que se agrega la influencia gravitatoria que los vocablos ejercen entre sí (incluso algunos, más poderosos, actúan como el bosón de Higgs: trasladan una fuerza, ya sonora, ya ideológica, o una posibilidad metafórica o un destello de representaciones visuales que solo el poeta percibe...).   

En el metro español, el mínimo de sílabas en el verso es de dos. La conjunción "y" en solitario, al ser aguda, añade una sílaba. No sucede lo mismo en otras lenguas. Nos preguntamos si ese verso, tan breve, que en "la ejecución por la oralidad" (Oldrich Belic) tiende a ser absorbido por el verso anterior o por el siguiente (portamento o sinalefa), carece de historia, porque no sabemos cuántos sucesos intelectivos, fonéticos, etc., fueron necesarios para ubicar esa conjunción, p. ej., entre dos versos de más de tres sílabas.

Ahora bien, si dichos sucesos nunca serán conocidos (ni por el autor, cuyo inconsciente sí podría dar cuenta de ellos, al modo surrealista), ¿qué seguridad tenemos de que no puedan darse otras historias, o sea, cuando el auctor (el productor) corrija o modifique lo escrito, más allá del momento en que lo haga? Pero en el ámbito físico solo sucede lo único que puede suceder: los atardeceres nunca son los mismos ni la piedra que arrojamos a la corriente del río heraclitano caerá más de una vez en la misma espuma. Y aunque un verso sea idéntico a otros (por plagio o descuido o mera coincidencia) tendrán historias distintas, y quienes los lean no leerán tampoco lo mismo, porque la experiencia de cada lector es personal e irreemplazable, fuera del tono de la época o la sensibilidad social.  En fin, así nosotros entre versos y desastres, desgarramientos e iluminaciones. Y, como dijera Guimaraes Rosa, "o Diablo na rua, no meio do remoinho". 
                                                                                                                                           

cdmx, 18.11.17

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+