domingo

HONORÉ DE BALZAC - PAPÁ GORIOT (15)


UNA PENSIÓN BURGUESA (1 / 9)

Durante la comida, la señora Vauquer fue a correr una cortina para impedir que el sol molestase a Goriot, pues unos rayos le caían sobre los ojos.

-Es usted amado de las bellas, señor Goriot, el sol lo busca -le dijo haciendo alusión a la visita que había recibido-. ¡Caramba! Tiene usted buen gusto. Era muy hermosa.

-Es mi hija -dijo Goriot con una especie de orgullo en el que los demás pensionistas quisieron ver la fatuidad del anciano que guarda las apariencias.

Un mes después de esta visita, el señor Goriot recibió otra. Su hija, que había ido a verlo la primera vez en traje de mañana, fue después de comer vestida como para ir de visita. Los huéspedes, ocupados en charla en el salón, pudieron ver a una bonita rubia, esbelta y graciosa, demasiado distinguida para ser la hija de un señor Goriot.

-¡Y van dos! -dijo la obesa Silvia, que no la reconoció.

Algunos días después, otra joven, alta y bien formada, de cabellos negros y ojos vivos, preguntó por el señor Goriot.

-¡Y van tres! -dijo Silvia.

Esta segunda muchacha, que había ido también a ver a su padre por la mañana, volvió algunos días después, por la noche, en traje de baile y en carruaje.

-¡Y van cuatro! -dijeron la señora Vauquer y la obesa Silvia, que no reconocieron en aquella gran dama ningún vestigio de la joven vestida con sencillez la mañana en que había hecho su primera visita.

Goriot pagaba aun mil doscientos francos de pensión. La señora Vauquer encontró muy natural que un hombre rico tuviese cuatro o cinco queridas, y encontró asimismo muy astuto que las hiciera pasar por hijas. No se puso seria ni se enfadó porque las llevase a la casa Vauquer. Solamente, como aquellas visitas le explicaban la indiferencia de su huésped hacia ella, al comenzar el segundo año se permitió llamarlo viejo gato escaldado. Por fin, cuando su huésped descendió a los novecientos francos, le preguntó muy insolentemente al ver bajar de su cuarto a una de aquellas damas, que qué se figuraba que era su casa. Papá Goriot le respondió que aquella dama era su hija mayor.

-¿Tiene usted, acaso, treinta y seis hijas? -le dijo con acritud la señora Vauquer.

-No tengo más que dos -replicó papá Goriot con la amabilidad del hombre arruinado que accede a todas las docilidades de la miseria.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+