domingo

LA CARRETA (65) - ENRIQUE AMORIM


XV (4)

Al día siguiente, José se incorporó al campamento de las quitanderas. Él y Chaves, conversaban mientras las muchachas y misia Rita preparaban la chala y discutían los precios de las baratijas del vendedor ambulante.

-Es un turco carero y tacaño -decía una de las mujeres.

Y otra, más pícara e intencionada, agregaba:

-Si fuese bueno nos daría a cada una un frasquito de agua de olor…

El turco no le sacaba los ojos de encima a Brandina. No se cansaba de proyectar días mejores con la “brasilerita”.

El viejo Chaves se ofrecía a cada rato:

-¿Querés que te arrime leña? ¿Traigo el agua? Mandáme nomás…

Y era Brandina la que respondía por todas:

-No se moleste, don Marcelino… No faltaba más… Pa’eso es visita… Largue ese palo, deje eso, don Chaves.

Y Chaves hacía proyectos de itinerarios, señalaba caminos para recorrer y recordaba campos de pastoreo donde ellas podrían estar tranquilas.

Al anochecer del tercer día anunció su partida con el alba. Tenía una changa en una estancia a siete leguas del “Paso Hondo”.

Cuando el turco lo supo, le brillaron los ojos de alegría. Quedaría solo con las quitanderas y, en esa forma, podría terminar el asunto que tenía entre manos.

Se acercó varias veces a la “brasilerita”. Con sus pegadas manos apoyadas en los hombros, le dijo insinuante:

-Si me querés, muchacha, turco darte todo… Trabajo, dinero, roba, alhaja, comida, todo… Turco ser bueno, agachar el lomo para Brandina…

-No, no quiero nada, déjame; si no quiero ir con vos, yo no dejo a la vieja…

El turco, clavándole la mirada, volvió a insistir:

-Tuyo, todo tuyo, si querés al bobre turquito. No lleva blata, borque los otros matan al turco ba sacarle dinero. Todo, todo está en la ciudad, guardado. Bero turco Abraham José jura, jura que todo será bara Brandina…

Ella lo dejó con las últimas palabras. Y aquella tarde el turco no descuidó un solo paso de la Mandamás. Comió a su lado. Le alcanzó un plato de sopa. La miraba como si calculase los minutos… Ella era el obstáculo, el eslabón de la cadena que tenía que romper…

Chaves partió a la madrugada. Los teros anunciaron su llegada al “Paso Hondo”.

El turco se dejó estar, aguardando la noticia fatal. No podía fallarle. Ya se lo había dicho un compatriota de la ciudad:

-Con un poco de eso en la comida, amanece muerta.

Esperaba. La noticia llegó:

-¡Turco, turquito, Abraham! -gritaban las tres mujeres. ¡La vieja está fría, dura! ¡Vení pronto, turquito!

Las tres quitanderas rodeaban a “la Rita”, ya cadáver, rígido, seco, puro trapo y hueso.

Al poco tiempo de andar, dio vuelta la cabeza y contempló el cuadro: el turco iba de a pie, con una de las quitanderas. Las otras dos, con la mujer del zapatero, ocupaban el lugar del cajón. El zapatero conducía al tranco la carretilla. Con un ademán desenvuelto, el comisario ordenó:

-Andá, che; pasate la noche acompañando a esas infelices… Puede ser que yo caiga a eso de la medianoche…

El sargento, que no deseaba otra cosa, galopó hacia la carretilla

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