domingo

LA VUELTA DE DON VERÍDICO (3) - JULIO CÉSAR CASTRO (JUCECA)


UNA MALA IMPRESIÓN

Hombre que supo ser una desgracia pa las impresiones, aura que dice, Menester Deleite, que tenía una mujer más fea que apretarse una oreja con la tapa del sótano. Si sería fea, que un día le mostraron un espejo y no quería creer.

Menester era tan desgraciáu pa las impresiones, que si veía un relámpago enseguidita se tapaba la cabeza con un poncho, trancaba las puertas y las ventanas (a los ponchazos con las cosas porque siempre se ponía el poncho antes de trancar) y después de metía abajo del catre a esperar el trueno, en un temblor.

Pal bicherío menudo era similar. Pa no tener pulgas en el rancho no tenía perro. Al piso de tierra lo regaba todas las mañanas con creolina, querosén, agua oxigenada y leche de higo negro arrancado el viernes con luna. De tarde no regaba el piso, pero lo quemaba todo con un soplete.

Una tarde que estaba tomando mate en la tranquera, mira así pal camino, y ve pasar una pulga a los saltitos. ¡Se llevó una impresión aquel crestiano, que enseguida se empezó a rascar un tobillo, después el otro, después la rodilla, después no daba abasto a rascarse y vino gente de lejos pa darle una mano.

El día que entró al boliche El Resorte, tomando unos vinos y hablando de la vida y el corazón taban la Duvija, Catafalco Neutral, el tape Olmedo, el pardo Santiago, el Atalufo Lilo, y Rosadito Verdoso comiendo higos.

Justo cuando dentró Menester Deleite, el tape Olmedo estaba fregando un corcho contra una botella. ¡El hombre se llevó una impresión con aquel chirrido que se le cayeron las pestañas! El hocico le quedó fruncido que se lo tuvieron que estirar a mano pa que pudiera tomarse un trago.

No se había mejorau del todo, cuando el barcino pega un salto atrás de un ratón y de pasada le peina la nariz con la cola.

De la bruta impresión, Menester se atacó de estornudos. Cada estornudo le llavaba la cabeza pa atrás y la bajaba de golpe pa delante, como si estuviera clavando estacas con la frente.

Volaban las arañas, los naipes, los porotos del truco, se hamacaba la mortadela colgada del techo, y en los vasos de vino se levantaba un oleaje que salpicaba pa fuera.

Le hicieron de todo pa que parara. Le pusieron el dedo en la nariz como bigote, le hicieron tragar vino boca abajo como pal hipo, le hicieron morder el cuero del cinto, le recitaron poemas pa que se distrajera, y no había caso.

Pa la madrugada, cuando ya venía clariando, el tape Olmedo dijo que eso así no era vida pa naides ni pal vino. Dijo:

-Pal estornudo, también hay que tener un criterio.

Entonces lo agarró, y lo paró de frente a la paré a la distancia justa.

Menester echó la cabeza pa atrás pa estornudar, la bajó, y con la frente abrió un boquete que quedó mirando pa fuera. El golpe le sacó los estornudos como con la mano.

Pero el hombre quedó mirando pa fuera y lo primero que vio fue un bichito colorau entre los pastos. ¡Se llevó una impresión, que hubo que traer gente de lejos pa que le dieran una mano en la rascada!

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