domingo

WALTER BORDONI - LAS CANCIONES SON VERDAD


por Jorge Costigliolo

Desde hace más de 25 años, Walter Bordoni viene cinchando en pequeños y medianos escenarios, dando la batalla de la canción. A veces solo con la guitarra, otras con la complicidad de la banda, más o menos rockero, más o menos tanguero, siempre fiel a una épica urbana que es, al mismo tiempo, local y universal, se las ha arreglado, con paciencia de buey, para sobrevivir en un medio que sabe ser hostil y que bien conoce de medianías.

A su lista de trabajos, solo o en colaboración, se suma ahora Talismanes y espejismos (Bizarro, 2014), un disco + DVD, buena excusa para mostrar el resultado de su paso por el ciclo Autores en Vivo, organizado por Agadu. Pero además, hace cuestión de meses, Bordoni publicó Penúltima apuesta (Yaugurú, 2014), un compendio de cuentos de su puño y letra, en el que el músico se revela como compositor y pasa la prueba.

Con un disco nuevo de canciones inéditas que vendrá “a mediano plazo”, una gira por el interior con sus compinches Jorge Galemire y Fernando Ulivi, ganadora de los Fondos Concursables, Bordoni, joven casi jubilado, dice que “tiene todo el tiempo del mundo”, y lo aprovecha bien.

En los últimos tiempos ha crecido tu imagen pública, tu reconocimiento. ¿Por qué creés que pasó? ¿Tus canciones son mejores que antes, la gente te descubrió tarde, la industria encontró una nueva veta...?

Es difícil de saber. Tuve una primera etapa cuasi amateur, que abarca dos discos. En el 97 salió Aguafuertes montevideanas, un disco compartido con Gastón Rodríguez, y ahí hubo como un pico, no digo de superpopularidad, que tampoco la tengo ahora, pero sí de reconocimiento. El álbum siguiente, Barrio virtual, lo saqué en 2002, y al día de hoy hay gente que me dice ‘pah, no tenía ni idea de este disco’. Fue un período muy especial del país también. Creo que también tiene que ver con el tipo de canción que yo hago, que nunca ha tenido períodos de boom, pero sí una gran permanencia. Pienso en tipos como el Darno, Dino, Cabrera, que han permanecido décadas, y cada tanto la canción de autor, o de songwritters, tiene un empuje un poco mayor. Cuando eso ocurre uno tiene que estar haciendo cosas, y en general pega como un saltito.

Se me ocurre una hipótesis y es que antes de la dictadura convivían los cantautores con las demás expresiones, pero el formato banda del rock uruguayo de los 80 los sepultó, y ahora, en estos últimos diez años, están empezando a reaparecer...

Yo ubico más bien períodos. A finales de los 80 y principios de los 90, más allá de un pequeño boom que hubo del rock uruguayo postdictadura, hubo un ciclo de recitales, muy permanentes, en La Barraca, por ejemplo, donde cantaban Laura Canoura, Darnauchans, Cabrera, Mateo, Galemire, Jaime -ya más arriba-, y en ese momento es cuando empiezan a hacer los Solís. Ahí me parece que hay un pico. En el 90 hacen un Solís Darnauchans y Cabrera, en el 91 hace uno el Darno solo, y Cabrera uno solo, Jaime Roos ya estaba más despegado... Después vino el auge de la neocumbia o el pop latino y la otra camada del rock uruguayo, más de estadio, con el Pilsen Rock y todo eso. Me parece que esas corrientes tienen grandes booms, y por debajo, o el costado, está esta otra movida, que siempre está, y cuando lo otro pasa de estar en un primerísimo plano, esta vuelve a tomar un poquito más de protagonismo.

¿Y por qué creés que pasa eso? ¿Una generación se cansa de la arenga y empieza a buscar otros contenidos, el público madura...?

Sí, puede ser. Lo que pasa es que lo que tiene la moda es que pasa de moda, y este tipo de canción tiene una permanencia mayor. Siempre recuerdo una frase de Leonard Cohen, que dijo que el que se casa con el espíritu de la época va a ser viudo en la próxima. Cohen, que es un tipo muy reconocido en Europa, en Estados Unidos, y no es masivo. Hace discos nuevos y siempre tiene un público, con altos, con bajos, como todo, pero está.

Nombrás a Cohen, que es un tipo de 80 años, y después hay referentes como Dylan, Tom Petty, Neil Young, que tienen entre 60 y 70... ¿Ya no existen los ídolos de los jóvenes que tengan su edad? Porque, por otro lado, a mayor edad, parecería que hay menos transgresión...
No tengo una explicación. Sí me da la impresión de que lo que pasó en los 60 con los Beatles y alrededor de ellos, con respecto a que los ídolos de pibes de 16 años eran tipos de 22, es una cosa excepcional. Me da la impresión, no soy un estudioso. Pero nunca me planteé el transgredir como una meta. A veces la mayor transgresión es ser uno mismo. Ser fiel a uno mismo, más allá de las modas. Cada tanto pasa que viene alguno y te dice: ‘Che, por qué no hacés una cosa más bailable, o más folklórico’, depende de cómo venga la onda. Nunca me preocupé por eso. Hace poco saqué un libro, y el otro día hablaba con otro escritor sobre que hay una verdad revelada de los editores que dicen que el cuento no vende, lo que vende es la novela. Y los mismos tipos discuten sobre si Borges es el mayor escritor de todo el siglo XX, o si solo es el mejor escritor de habla hispana, ¡y nunca publicó una novela! Si te vas a dejar llevar por esas cosas, estás frito. Y con las canciones pasa lo mismo. No tengo muchas canciones que hayan sido súper radiadas, pero hay tres o cuatro que (las) pasan. Mi canción más conocida, “Aguafuertes montevideanas”, se sigue pasando desde el 96. El otro día fui a la televisión y me pidieron que la cantara. Yo tenía pensado cantar otra.

Nunca se te pasó por la cabeza transgredir, pero cuando agarraste la guitarra por primera vez, ¿qué te impulsaba, qué estabas buscando?
En ese sentido sí hay transgresión. Creo que hubo una cosa visceral. Desde antes de tener memoria yo cantaba cualquier cosa. Después empecé a tocar el piano, la guitarra, y siempre fue algo que quise hacer. Y de alguna manera siempre supe que iba a hacer eso. La primera transgresión es cuando decís en tu casa que, además de tocar la guitarrita en los cumpleaños, te querés dedicar a eso. Ahí ya estás chocando.

¿Estás jubilado?
No exactamente. Estoy prejubilado. Agarré un incentivo económico y dejé de laburar en el banco hace tres años. Y me cambió. Estoy loco de la vida, porque puedo hacer muchas más cosas. Tengo todo el tiempo para eso, y puedo agarrar cualquier cosa que surja sin depender de tomarme una licencia, o un día libre. No tengo horarios, nada. Pero lo tengo muy claro: el hecho de laburar en otra cosa no puede ser una excusa para no desarrollar una carrera artística. Si realmente estás convencido de lo que hacés y tenés la pasión, lo vas a hacer igual. De los 25 años que tengo de carrera profesional, veintipico los hice laburando de otra cosa. Y el artista era el mismo, y podía grabar un disco, actuar y trabajar de otra cosa. Yo vivo para la música. Mi profesión es esa. Después tenía un laburo, donde cumplía un horario, ganaba un salario y mi familia y yo vivíamos de eso. Pero la cuestión vital, lo que me hace vivir, es la música.

¿Creés que te pone trabas el vivir de la música a la hora de ser vos mismo? Saber que de que esa canción que estás haciendo suene en la radio depende pagar las cuentas...
Esa es la otra pata de vivir de la música. Creo que, salvo casos muy contados que viven de sus canciones y sus discos, hay muchos compañeros que no siempre pueden hacer lo que quieren. Nunca tuve que pasar por esa etapa, pero hubiera sido muy doloroso tener que decir ‘voy a armar una cosa para tocar temas de Sabina o Fito Páez en los boliches’, o tocar en una orquesta para casamientos, que es un laburo tan digno como cualquiera, pero desde el punto de vista artístico es bravo. Yo, cuando tuve un trabajo asalariado, tuve toda la libertad. De repente me faltaba tiempo. Pero creo que todos los caminos son válidos, y cada uno se revuelve como puede. Por suerte, hace unos años pude equilibrarme como para dejar el trabajo, y ahora estoy dedicado a la música. Y a escribir.

¿El libro surge en este último período?

Sí. La mayoría de los textos es de los últimos cinco años. Penúltima apuesta, el cuento que da nombre al libro, tuvo su primera versión hace más de 20 años. Pero tuvo varias reescrituras. Todos los cuentos fueron reescritos para que convivieran en el libro durante este último tiempo.

¿Sos de los tipos que no pueden dejar de escribir?
En general siempre estoy escribiendo algo. Muchas veces eso que estoy escribiendo es sólo para mí. Pero nunca tiro nada, y siempre estoy craneando algo.

Pero si tenés algo para escribir, no podés dejar de hacerlo...
No, si veo que hay algo, no puedo parar.

Cuando terminaste el libro, ¿te encontraste con el mismo Walter Bordoni que compone, que canta canciones?

El libro es diferente, por distintas cosas. Evidentemente hay atmósferas y cosas en común. El poder trabajar una historia en un cuento te permite más desarrollo que una canción, por más narrativa que sea. Tengo muchas canciones que son narrativas. Incluso en el libro hay un cuento, la noche de nadie, que es la misma historia que está en una canción, que se llama igual, y que está en mi segundo disco. Yo tengo muchas canciones que hablan de Montevideo, calles, bares, épocas, sucesos históricos... El libro, por un berretín que me dio, no está situado en ningún lugar geográfico reconocible, por más que el aire sea el de una ciudad, o el de un barrio de Montevideo. Los nombres de los barrios, de las calles, de los cuadros de fútbol son inventados.

Tu propio Santa María...
Sí, sí. Sin llegar a ese grado de elaboración. Quizás el lector, o el escucha de mis discos, pueda decir ‘claramente, es el mismo tipo’, y capaz que a otro no le parece. Me cuesta tomar distancia en ese sentido.

También sacaste un DVD. ¿Te reconociste en esas imágenes? Siempre te escuchás, pero nunca podés ver realmente lo que sos en vivo.
Encontré gestos, detalles. Pero quedé muy contento con el producto. De cualquier manera, me parece que el centro sigue estando en las canciones. Cuando le planteé al sello editar esto les dije que mi idea era que saliera también el disco de audio. Creo que, si tiene un atractivo, está en las canciones.

(Montevideo Portal / 25 - 9 - 2014)

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+