(Segundo fragmento del poemario inédito Diario de un inmigrante)
Mi padre tiene manos
Como un gigante sol
ponía en mi cabeza aquella tarde quieta
un ramo de esperanzas con el sólo silencio
Mirando
con su dedo apostado en mi cachete
bendecía a su modo las alas que parí
escarbando de un soplo
todo dio a mi bolsillo
como si en un chasquido traspasó a mi costado
mis llantos los olores sonrisas de sus nietos
y cancelando su lengua me soltó a lo que es frío
Mi madre era otra cosa
pero no era terrible
era sólo un espanto en su dominio temblando
y en su bosque ocultismo enterraba otra hoja
Nos costó la luz
pero amansamos sus dientes
antes de que ofreciera su fatal sonrisa
y mis hermanos callaran de jugar a entender
Lo cierto es que viajamos lo tanto que supimos
y mi esposa cargada mi carne en su valija
mientras yo me abrazaba a una tierra dormida
que me dio las patadas
cada vez que soñé
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