domingo

LECCIONES DE VIDA (48) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


5 / LA LECCIÓN DE LA CULPABILIDAD (3)

EKR

Scott, un niño de nueve años, estaba enfadado con su madre porque no lo dejaba ir a un campamento. Ella le había advertido con claridad que no iría a menos que terminara sus deberes, pero a Margie le resultaba difícil que su hijo mantuviera una disciplina. Tenía cuarenta años y le habían detectado un cáncer en las cervicales que se había extendido hasta el hígado.

-No quiero que se sienta desgraciado a mi lado -me explicó-. Nos queda tan poco tiempo…

A pesar de los deseos que sentía Margie de vivir en armonía, la discusión sobre los deberes y el campamento fue en aumento. Un día Scott le espetó lleno de rabia:

-Ojalá estuvieras muerta.

Fueron unas palabras muy duras, y otros padres le habrían soltado que no se preocupara, que su deseo se vería cumplido pronto, pero Margie lo miró y respondió con suavidad:

-Sé que me lo dices en serio y que estás muy enfadado.

Diez meses más tarde, Margie estaba confinada en su cama.

-Quiero que Scott tenga buenos recuerdos. Sé que mi muerte marcará su infancia…, si no termina con ella. Este hecho ya es suficiente por sí solo y no quiero que se sienta culpable. Por lo tanto, he hablado con él sobre la culpabilidad. Le he dicho: “Scotty, ¿recuerdas cuando estabas muy enfadado conmigo y me dijiste que deseabas que estuviera muerta? Pues bien, cuando haya transcurrido mucho tiempo, recordarás cosas como esta y quizás te sientas mal. Quiero que sepas que todos los niños se enfadan y a veces creen que odian a su mamá. Sé que, en realidad, no me odias. Sé que, en tu interior, te sientes muy dolido, y no quiero que te sientas culpable por cosas como esta. Tú has conseguido que, para mí, ser madre constituya una experiencia maravillosa. Ha valido la pena vivir sólo por estar contigo.”

La mayoría de nosotros no somos tan sabios como Margie respecto a la culpabilidad y sus orígenes. No somos conscientes de la culpabilidad que inculcamos en nuestros hijos ni de la que nos inculcaron a nosotros. Nuestras vidas evolucionan hacia la etapa adulta repletas de culpabilidad, una culpabilidad poderosa, mortificante y, en su mayor parte, improductiva.

Hasta cierto punto, necesitamos la culpa. Sin ella, la sociedad sería caótica. No habría semáforos en rojo que nos inculcaran que nos detuviéramos y conduciríamos como si estuviéramos solos en la carretera.

La culpabilidad forma parte de la experiencia humana. En ocasiones puede constituir una guía que nos avisa de que algo ha terminado, y también puede indicarnos que no estamos siguiendo nuestro sistema de creencias, que estamos traspasando los límites de nuestra integridad. Para superar el sentimiento de culpabilidad, tenemos que alinear nuestras acciones con nuestras creencias.

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