domingo

EL DRAMA DE LA URUGUAYEZ (6) - FEDERICO NOGARA


Este ensayo es la segunda parte de Izquierda y cultura: El Largo desencuentro (extractos de un ensayo). La primera parte fue publicada en Malabia 58.

Las definiciones del presidente Mujica

Cualquier análisis cultural o político del Uruguay de hoy estaría incompleto sin referirse a José Mujica. El presidente pobre (como lo llaman en Europa con la admiración de los corruptos y ladrones) que no atiende al protocolo y vive en un rancho en las afueras de Montevideo, crítico de la sociedad de consumo en las reuniones internacionales, defensor de la tierra y el planeta, es atacado por muchos de sus antiguos compañeros de armas por haber traicionado la idea de cambiar la sociedad. Creo que se equivocan. Si algo ha sido el actual presidente es coherente.

En el acto de festejo después de su triunfo electoral en la Rambla de Montevideo rindió homenaje a una gran personalidad. Los homenajeados no fueron Sendic, ni Guevara, ni aquellos que quedaron en el camino por su loca aventura. Recordó a Herrera. Es muy cierto que Herrera tuvo una actitud antinorteamericana y se negó con vehemencia a la instalación de bases militares de ese país en Uruguay. Pero también son ciertas sus simpatías por el imperio inglés, al que justificó todos sus desmanes. Trabajando con Herrera se formó ideológicamente Mujica. No pueden llamarnos la atención entonces los comentarios filosóficos y políticos que publicamos a continuación. Podrían suscribirlos Margaret Thatcher, Menem, Felipe González y un largo etcétera de pensadores afines al neoliberalismo.

La vida humana es hermosa y corta. Y no puedo sacrificar por una utopía la vida de los hombres que viven hoy.

Estamos con Argentina porque Uruguay necesita un mercado. Es el problema de Tarzán: no se puede dejar una liana si no tenemos otra.

Tabaré Vázquez es un candidato formidable, un candidato probado.

Ahora no hay preocupación por el trabajo, el problema es la seguridad. Y la falta de seguridad viene por la droga.

Creo en el socialismo pero no en el estatismo. Países como Noruega se acercan más al socialismo. Allí son enemigos de la burocracias y están por la autogestión.

A la guerrilla se le dice que puede ganar por otro lado. Vale luchar por las reglas de la democracia liberal.

No quiero propiedad pública de los medios de comunicación, quiero uruguayez.

Hace 40 o 50 años yo pensaba en el partido único y la dictadura del proletariado. Ahora no estoy de acuerdo con esa dictadura ni con ninguna otra. La democracia es una porquería, pero es la mejor porquería, como decía Churchill.

La sociología y la filosofía son importantes porque tienen que ver con la formación integral, pero el Uruguay necesita intelectualización de hombres prácticos, con los pies sobre la tierra y útiles a la multiplicación del país en todas partes en materia de valor.


Parece patético que un político con semejantes ideas pueda contar con la aprobación del 63% de la población, muchos de ellos gente joven. Da una idea de la situación por la que pasa el país. 


La situación en el Uruguay actual

La salud de un país puede medirse por el estado de su Sanidad, Educación y Trabajo. El Uruguay actual tiene una Sanidad con enormes dificultades (no entraré en detalles, hay mucha información al respecto) y una Educación de la que sólo hace falta dar un dato: la deserción en la enseñanza secundaria alcanza al 60% del alumnado.

El Trabajo es punto y aparte. El gobierno muestra con orgullo los logros en este terreno. Y no miente. Pero habría que tomar sus datos con enorme cuidado. La situación es mejor comparada con épocas anteriores, pero únicamente en términos relativos. Hace poco la mismísima Constanza Moreira constataba que el 75% de los trabajadores gana menos de 15.000 pesos (unos 500 euros). Algunos economistas son más precisos señalando que el 30% de los trabajadores ganan algo más del salario mínimo y la mitad de los que trabajan perciben algo menos de dos salarios mínimos.

Un estudio del PIT-CNT revela que los salarios representaban en 1998, cuando gobernaba la “derecha”, el 27% del PIB, mientras en 2011, luego de varios años de gobierno frenteamplista, representaban el 23,5%. (Instituto Costa Duarte)

Habría que comparar esos salarios con los precios al consumo, sobre todo los de los artículos de primera necesidad, uno de los más altos de América Latina (y de algunos países europeos), para generar dudas en cuanto a la mejora en el nivel de vida. La canasta familiar, por poner un ejemplo, está situada oficialmente en el entorno de los 45.000 pesos (1500 euros).

Ha mejorado, eso sí y de qué manera, la situación económica de las clases medias acomodadas y de los cuadros medios y altos de funcionarios públicos, que son legión. Las cifras manejadas nos llevan directamente al tema de la pobreza, uno de las cartas ganadoras del actual gobierno, que dice haberla bajado de forma dramática.

La salida de la pobreza la sitúa el gobierno en una cifra cercana a los 9.500 pesos (unos 310 euros) y según sus datos. Cualquiera que razone más allá de las ideas prefijadas o la conveniencia personal podrá comprender que nadie puede salir de la pobreza con ese volumen de ingreso. Pero convengamos que una parte de la población salió de la pobreza extrema, más por el crecimiento económico sostenido del país que por las políticas sociales que, como antaño, tapan problemas sin resolver la cuestión de fondo.

Un estudio sobre infancia y pobreza realizado por el Rectorado de la Universidad de la República aporta razonamientos y datos muy interesantes. Dicho estudio partía de las palabras de Iain Duncan Smith, Ministro de Trabajo del Reino Unido que cuestionaba el ingreso como forma de medir el nivel de pobreza asegurando que el ingreso provee una evaluación incompleta del nivel de vida y por lo tanto es necesario atender otras dimensiones sociales.

Plantea dicho estudio la necesidad de sumar al abordaje "monetarista", que sólo toma en cuenta el nivel de ingreso del hogar otra conceptualización de la pobreza, la inclusión en el análisis de diversas variables que apuntan a las privaciones que los integrantes de los hogares pobres sufren (Necesidades Básicas Insatisfechas). Así se llega a concluir que la pobreza es, ante todo, un síndrome situacional en el que se asocian el infra consumo, la desnutrición, precarias condiciones de habitabilidad, bajos niveles educacionales, malas condiciones sanitarias, una inserción ya sea inestable, ya sea en estratos primitivos del aparato productivo, un cuadro actitudinal de desaliento, poca participación en los mecanismos de integración social y, quizá, la adscripción a una escala particular de valores, diferenciada en alguna medida de la del resto de la sociedad.

Las cifras, vistas desde este punto de vista varían. El INE, de acuerdo al método de ingreso, registró en 2011 un 27,3% de niños menores de seis años en situación de pobreza, cuando aplicando un enfoque multidimensional de la exclusión social la cifra de pobres en esa franja etaria es de 49,2%, es decir, casi el doble del registro oficial ese año. También incluye 2006, donde el INE registró 55,2% de pobres monetarios y mediante el otro método se llegó a 76,9%.

Las organizaciones y partidos que optaban en los sesenta a un cambio radical de sociedad para solucionar los problemas estructurales del país, planteaban la necesidad de la reforma agraria y la nacionalización de la banca y el comercio exterior. Las primeras medidas del Frente Amplio en un hipotético triunfo electoral en 1971 recogían esos objetivos.

¿Cuál es la situación actual? El antiguo problema de la excesiva concentración de tierra en pocas manos sigue siendo un tema a resolver. El 70% de los propietarios controla el 10% de la tierra, mientras un 10% controla el 61%.

A este problema de concentración se ha agregado otro, la extranjerización. En el año 2000 el 90% de la tierra pertenecía a uruguayos, mientras que en 2011 sólo eran uruguayos los propietarios del 53%. Del total se calcula que el 43% de los propietarios son sociedades anónimas, lo que muchas veces lleva a desconocer al verdadero propietario. La forestación constituye todo un tema en este sentido: tres empresas controlan 650.000 hectáreas, el 70% del área forestada. También controlan esas empresas la industrialización y comercialización de la materia prima gracias a la concesión estatal de zonas francas libres de impuestos y la instalación de la megaindustria de producción de pulpa de celulosa.

Proceso similar se da con la soja, que arrasa, además, con los esquemas naturales de pasturas y cuando deja de plantarse la recuperación del terreno lleva años y sus residuos envenenan el agua.

Queda claro que el país tiene, ahora agravados, los mismos problemas del pasado. Los intereses extranjeros siguen mandando y como resultado se expulsa a la gente del campo.

“La cultura es un ingrediente central de la identidad nacional. El desarrollo de la propia cultura es tan imprescindible como la capacidad de apertura a lo que se produce fuera de nuestro territorio. Sin ella seríamos un país semicolonial, obligado a repetir acríticamente lo que se genera en los centros del llamado primer mundo”.

Esta es la primera parte de un documento público del Frente Amplio, enviado por internet a militantes y simpatizantes para ser firmado. Luego de este inicio, el texto constata los estímulos a la creación generados desde el MEC por el gobierno.

Dichos estímulos existen, y quizá sean los primeros otorgados en la historia del país; pero es necesario matizar, el hacer, si bien es importante, no es siempre suficiente y muchas veces va en la dirección equivocada.

El gobierno y el MEC nos hablan continuamente de industria cultural. El término no es nuevo, viene, como es costumbre, de Europa. Cuando decimos industria cultural estamos refiriéndonos a un negocio y, como bien se sabe, los negocios deben ser rentables. Las subvenciones y ayudas, por lo tanto, se dan a un producto, a una mercancía (hablamos de negocios), que debe generar plusvalía. Y cuando se da este extremo y encima las ayudas vienen del Estado, de cualquier Estado, siempre son sospechosas. Los gobiernos, no seamos ingenuos, ficcionan, y esa ficción es generada por los suyos y por sus simpatizantes. Y los premios y subsidios se otorgan a gusto de un jurado o comité que premia lo que considera bueno (o rentable) desde su perspectiva.  Los jurados, está claro, son nombrados desde “arriba”. Por eso en Uruguay siempre se sospechó de ellos.

Sería sumamente interesante que el gobierno, a través del MEC, promoviera la calidad, la originalidad, la vanguardia, la tradición cultural uruguaya, si hay alguna, y si no la hay tomara a algún creador (el país tiene grandes, yo sugiero a Onetti) y desde ahí la fundara.

Es importante, llegados a este punto, observar cómo ha funcionado la tan cacareada globalización. Pongo como ejemplo la literatura, la palabra. Se creía, y se decía, que esa globalización nos traería la democratización, la igualdad. Craso error. Las grandes casas editoriales españolas (nos une el idioma) han instalado sucursales en toda América Latina.

Cuando publican a un español lo difunden por todo el ámbito de habla hispana; el uruguayo se queda en Uruguay y los demás escritores latinoamericanos también en sus respectivos lugares. Antes estaban todos de espaldas, ahora la globalización ha agregado el provincianismo.

El gobierno y el MEC deberían tener claro que la difusión es fundamental, más que la publicación. Y la difusión de los escritores uruguayos en el exterior no existe. Un reconocido escritor me contaba que había ido a España a presentar un libro y al acto no había acudido ninguna representación oficial. Esto no es nuevo. Una muestra de literatura uruguaya publicada por una editorial barcelonesa y declarada de interés cultural por el MEC espera hace un año los apoyos prometidos por las autoridades oficiales. Debería tomar nota el gobierno uruguayo del gobierno de Argentina, cuyos consulados europeos tienen agregados culturales de prestigio, por ejemplo el de París, que cuenta con Susana Rinaldi. Podríamos desde aquí sugerir unos cuantos nombres para los consulados uruguayos. Uno de los problemas es que Uruguay está dividido en tres: Montevideo, en interior y los uruguayos que viven en el exterior (cerca del 30% de la población total). Y los que viven en el exterior no importan, incluso se decidió en referéndum negarles el voto en las elecciones.

El problema de fondo es que se ayuda a los creadores, es verdad, pero para que creen dentro de la cultura de masas. Desde ahí (el mundo de la imagen, lo efímero, las ideas que sólo alcanzan para terminar el día) el Uruguay no tiene ninguna posibilidad de hacerse notar. Sólo queda lo que hay: generar una cultura occidental, europea de segunda fila.

¿Todo esto quiere decir que no hay buenos escritores en Uruguay, que no hay buenos artistas y creadores? Para nada. Pero son, como muy bien los definió Héctor Rosales, árboles sin bosque: aislados, solos, pobres de ventas, rumiando en silencio la desgracia de su calidad.

El país, como antes, como siempre, espera. Los ruidos son de murga, de tambor, de pie contra una pelota. En un altillo hay alguien quemándose las pestañas para plasmar el cuadro, la película, el libro, que luego le darán sentido a este viaje extraño montados todos en un planeta que gira. Detrás de ese alguien que trabaja están Artigas, Onetti, Quiroga, Delmira y un largo etcétera,  sumados a los que se quedaron en el camino por soñar con un país mejor. Son aquellos que nunca se vendieron a los intereses extranjeros, ni necesitaron las prebendas del Estado. En ese altillo está la vida. 

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