domingo

OTROS ESCRITOS (26) - HORACIO QUIROGA


Sensaciones de acrobacia aérea
Una hoja seca y dos vrilles (*) (1)

Desde hace un rato estoy mirando poner a punto el motor del Curtiss en que debemos hacer la vrille. No hay hoy persona que ignore el significado de estas expresiones extranjeras, tan gratas a los deportes y a la aviación en particular. La vrille consiste en la caída cabeza abajo del aeroplano, taladrando el aire. Barrena o tirabuzón: cualquiera de estas dos espirales da idea perfecta del fenómeno. Comienza por un pique de looping, y concluye con un remonte, también de looping. En verdad, la vrille es un looping the loop, cortado en dos. Entre ambos extremos, la máquina se ha desplomado de cabeza al suelo. Se comprende muy bien que la sensación a sufrir sea tentadora, ya que no es frecuente hallar en la vida ocasión de precipitarse a tierra desde mil metros.

Contemplo, pues, la hélice, que voltea con un ronquido desagradable. De un mecanismo tan bien dispuesto para matarse con él, en el aeroplano sólo la hélice es fúnebre.

El día está nublado y fresco. La hélice vibra, se acelera cada vez más, ronca enloquecida. Delante de ella, un trémulo reflejo de las palas vertiginosas espejea apenas sobre el suelo. Por debajo y detrás de la hélice hasta treinta metros, el pasto amarillo está doblado, rasado por el viento. Este viento infernal y ese reflejo lívido, a uno y otro lado de la hélice que ronca al parecer inmóvil, constituyen su aspecto fúnebre. Se mira el huracán rasante sobre el pasto, mientras en el resto hay plena calma, y se siente frío.

Mas todo está en forma: motor, válvulas, timones: el mecánico entrega el aparato.

Conjuntamente la hélice, he considerado un rato al piloto que debe lanzarme cabeza abajo sobre la fresca campiña de San Fernando. He notado cómo habla y cómo escucha. No insiste en el examen de la máquina, como podría haberlo hecho un poseur del oficio, con el fin de recargar de importancia las piruetas a ejecutar. Sabe que todo marcha bien, y con una buena sonrisa de invitación, subimos al aeroplano.

-He aquí un hombre sencillo -me digo a mí mismo. -Esto comienza bien.

(*) Publicado en Caras y Caretas, Bs. As, nº 1125, 24 de abril de 1920.

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