domingo

LECCIONES DE VIDA (44) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


5 / LA LECCIÓN DEL PODER (5)

EKR (3)

Sin embargo, somos humanos, y a menudo perdemos nuestro objetivo. Revisamos nuestros errores y carencias y pensamos que somos infelices por los fallos que hemos cometido; creemos que no somos bastante buenos y que tenemos que cambiar. Pero si sólo vemos nuestros errores e incapacidades nos atamos a ellos. Si pensamos que no hemos hecho lo suficiente y decidimos que, a partir de ahora, haremos más, entramos en el peligroso juego del “más”. Pensamos que seremos felices cuando tengamos más dinero, más autoridad en el trabajo o cuando se nos respete más.

¿Por qué nos parece que el futuro alberga más posibilidades de felicidad y poder que el presente? Porque, hagamos lo que hagamos, nos engañamos con el juego del “más” y perdemos nuestro poder. El juego del “más” nos mantiene en la sensación de que nos falta algo y de que no somos lo bastante buenos. Y aunque obtengamos lo que queremos, nos sentiremos todavía peor porque no es suficiente: todavía somos desdichados. Si tuviéramos un poco más… No nos damos cuenta de que la simplicidad es lo que importa.

Los moribundos no pueden jugar al juego del “más” porque para ellos quizá no exista un mañana. Descubren que en el presente hay poder y que hay suficiente. Si creemos en un Dios bueno y todopoderoso, ¿de verdad creemos que diría: “Tendré que esperar hasta mañana”? Dios no diría: “Yo quería que Bill tuviera una buena vida, pero en fin, no tiene un buen empleo, así que no puedo hacer mucho”. Dios no tiene en cuenta los límites que le ponemos a nuestra vida y a nosotros mismos. Dios nos ha dado un mundo en el que la vida siempre puede ser mejor, no mañana, sino hoy mismo. Si lo permitimos, un día malo puede convertirse en bueno, una relación infeliz puede mejorar y muchas otras cosas “equivocadas” pueden transformarse en correctas.

Leslie y su hija de cinco años, Melissa, cruzaban la calle en una zona comercial. Un Jeep con la música a todo volumen se saltó el semáforo en rojo para girar a la izquierda. El conductor, que sólo tenía diecisiete años, no vio a Leslie y a Melissa porque la luz del sol lo deslumbró. Pero Leslie vio el Jeep y supo que lo atropellaría. Sólo tuvo tiempo de tomar a su hija en brazos. El conductor los vio en el último momento y realizó un viraje. Chocó contra unos coches aparcados y se detuvo a sólo unos centímetros de la madre y la hija, que se habían quedado paralizadas. El muchacho se sintió desolado por lo que había ocurrido, pero Leslie sólo sentía agradecimiento.

“Podría haber acabado perfectamente de otra forma, con Melissa y yo en el suelo, muertas -dijo la aliviada madre-. La vida puede tomar tantas direcciones… Aquel día me sentí agradecida porque nos salvamos. Desde entonces no doy nada por seguro. Ahora, cuando mi madre, que tiene cincuenta y cinco años, me telefonea para decirme que no le han encontrado nada en la mamografía, le agradezco que se haga la prueba, y le doy gracias a Dios por su buena salud. Aquel día me di cuenta de la fragilidad de la vida y esto ha despertado mi gratitud. Y la gratitud ha aportado a mi vida un significado y un poder enormes.”

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