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LOS “TRUCS” DEL PERFECTO CUENTISTA Y OTROS ESCRITOS (21) - HORACIO QUIROGA


ESCRITOS DE HORACIO QUIROGA

La novela y el público * (2)

Quiero creer que el público no comprende a Sudermann en lo que vale como ancho talento humano, y aun pensaría que le saben ridículos sus hombres grandes, buenos y sin malicia -sin nuestra pequeña malicia sudamericana, sobre todo. Sin embargo, gracias a la condición apuntada, nadie se lee como él.

Todos creemos saber que Anatole France tiene más talento que Pierre Louys (1) y Dostoievski tanto como Sudermann (2). Ninguno de ellos, sin embargo, ha alcanzado el sufragio popular del gran escritor. El primero llega apenas a 20 o 30 ediciones, límite preciso para que se le considere honroso novelista. Dostoievski está muy lejos de ese tiraje. Si esto pasa en Europa, en pos de cuarenta años de trabajo literario, ¡cómo enojarnos cuando de uno de nuestros libros no llegan a venderse mil!

Este enojo trae consigo la evidente injusticia con el medio ambiente, dicho mercantil, burgués, americano y todo lo que es común decir de él. Posiblemente nuestro medio literario es superior al europeo, sin restricción alguna. Si el encanto de nuestro público es Feval  (3) y compañía no hacemos sino gustar de lo que llega glorificado del Viejo Mundo. Mil lectores de aquel autor, entre nosotros suponen cien mil en Europa. De mayor número de habitantes deben salir más lectores, sin duda, pero el mismo argumento debería aplicarse a los libros de vuelo que leen más que nosotros; son también más y creo que la proporción está en favor nuestro.

Stella agotó diez ediciones en pocos meses, lo que equivale a un tiraje superior a cien, allá, sin olvidar que novelas que en Europa obtienen ese triunfo, son para el público más interesantes que la de César Doyen.

El final de todo sería un poco perogrullesco: todos los ambientes son refractarios, por propia esencia, a la literatura sin fábula, y asequibles por lo mismo a la novela entretenida aunque no entiendan gran cosa de lo realmente artístico que pueda haber en ellas. Nuestras escasas novelas se han leído muy poco. El público hojeó algunas, pero no se entretuvo: le parecieron muy distintas de las que llegan de Europa, llenas de tantos y tantos incidentes. Cobroles ceremoniosa desconfianza, cuya consecuencia inmediata fue no leerlas más. Stella le ha reconciliado un poco con nuestra capacidad para entretenerlo.

Y, sin embargo, muchos de nuestros pobres libros valen más -como expresión de talento- que no pocos del millón que leemos traducidos, y que leemos mucho. Tienen trama, es verdad, y los bellos ojos del vecino de enfrente se irritan en fuerza de la profunda atención que pone en su Braemé, para ver adónde va a parar eso.

No sabemos o no queremos “novelar”, es lo cierto. Nuestros cuentos están muy lejos de ser extraordinarios, y en cuanto al teatro ya se sabe que el éxito está con él.

Todo lo anterior no supone, claro es, abdicación del ideal en aras de un aplauso general más o menos inteligente o hueco. Hoy por hoy, una novela aclamada en masa estaría muy expuesta a no ser buena por bien sabidas razones de medianía artística en el juicio popular. Pero, si se tiene conciencia de haber hecho obra decente, está demás enojarse con el vacío en que cae, exigiendo del público lo que no se le concede.


Notas

(1) Pierre Louys (1870-1925), poeta y novelista francés, muy amigo del compositor Claude Debussy. Frecuentó los círculos parnasianos simbolistas. En sus novelas y poemas recreó la sensualidad pagana con perfección estilística.
(2) Herman Sudermann (1857-1928), novelista y dramaturgo alemán cuya producción fue profusamente difundida y representada en el mundo hispanohablante. Su obra Lo que el dinero no puede comprar es una de las piedras fundamentales del naturalismo alemán.
(3) Paul Feval (1817-1887), escritor francés, autor de novelas de aventuras.

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