domingo

LOS “TRUCS” DEL PERFECTO CUENTISTA Y OTROS ESCRITOS (23) - HORACIO QUIROGA


ESCRITOS DE HORACIO QUIROGA

Muy caro: dos pesos * (1)

Entonces Luis Alemandri, dibujante, fue llevado a pensar así:

Los comerciantes son seres extraordinarios. Estos tres son perfectamente honrados, de ello, no hay duda. Pero su honradez está asentada sobre tales singulares conceptos de viveza que resulta, para el que como yo no es comerciante, absolutamente indescifrable. Son sobre todo extraordinarios… -Ahora es conmigo -se interrumpió espantado, viendo que uno de los comerciantes que desde media hora atrás ejercían de críticos literarios, se dirigía esta vez a él.

-¿Usted conoce a F. G.? -le preguntó.

-Algo -repuso el dibujante- me hablaron de él una sola vez.

-¿Ah, lo conoce usted? ¿Y usted cree que es mozo de talento?

-Me parece que sí.

-¿Sí? Pues bien, vea lo que son las cosas. Yo lo conozco mucho. G. vino aquí muy muchacho, a la casa de un hermano que estaba establecido afuera. No se puede figurar usted individuo más inútil que G. No hacía nada, no servía para nada. Su hermano lo echó un día. Era un completo haragán. Después probó esto, lo otro, lo de más allá, y en todo fracasó. No se puede figurar, le repito, uno más inútil. Pues bien, ahí lo tiene usted. Viendo él mismo al fin que no servía para nada, pues se hizo literato. Y ahí lo tiene usted, ¿eh?

Aunque Dios había librado al dibujante de intervenir en los comentarios de sus tres fortuitos compañeros, esta vez el mismo Dios lo abandonó.

-Creo, sin embargo -atreviose- que G. leía mucho cuando era dependiente.

-¡Y bien! ¡Ahí está! -respondió el rotundo sujeto. -¡Era lo que hacía! ¡Todo el día con un libro! ¿Y qué más hizo? Yo lo conocí, le digo a usted. En ninguna parte duró ni sirvió para una maldita cosa. Era incapaz de hacer lo que cualquier rapaz… Y ahí lo tiene usted, le repito, convertido en un literato.

-No hay duda, son seres extraordinarios -tornaba a pensar el dibujante, soportando con incómodo pudor la mirada victoriosa del otro. Pero este continuaba:

-¡Ahí está! Y ahora anda así cuanto quiere… ¡Bonito trabajo el de ustedes!

-¡Perdón! -se excusó vivamente Alemandri-. Yo no soy escritor.

-¡Es lo mismo, es lo mismo!... ¿Usted dibuja en las revistas, según entiendo?

El aludido hizo un gesto de tan vaga aquiescencia, que el comerciante triunfó de nuevo.

-¡Ah usted mismo lo reconoce! Eso es! Ganan todo el dinero que quieren, hablando y haciendo figuras. Y uno suda y suda… ¡No se enoje, ande usted! Lo digo todo de corazón.

Pero si el dibujante no se enoja, el diablo lo tentó esta vez a hincar un poquito el diente en aquella sudorosa gordura.

-¡Oh, no se gana tanto! -dijo-. Ya veces hay que trabajar bastante más que ustedes mismos.

-¡Hombre, que tiene gracia! Bueno, bueno… Si usted llama trabajar…

-Y enormemente. Si me permite le contaré en dos palabras un caso. Solamente que el sujeto en cuestión no es dibujante ni escritor… Pero es de los que hablan cosas, como usted dice. ¿Quiere oírme?

-Hable usted, hable usted.


(*) Publicado en Caras y Caretas, Bs. As, año 14, nº 649, 11 de marzo de 1911

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