domingo

LECCIONES DE VIDA (40) - ELISABETH KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER


5 / LA LECCIÓN DEL PODER (2)

Nuestro verdadero poder no proviene de nuestra posición en la vida, una cuenta bancaria abultada o una profesión admirable: es la expresión de la autenticidad que reside en nuestro interior, es la expresión de nuestra fuerza, integridad y gracia. En general, no somos conscientes de que el poder del universo está en el interior de cada uno de nosotros. Miramos a nuestro alrededor y consideramos que los demás son poderosos, que la naturaleza es poderosa. Somos testigos de que las semillas se convierten en flores y de que el sol cruza el cielo todos los días. Incluso vemos que la vida se crea en nosotros, a partir de nosotros. Sin embargo, creemos que estamos desconectados de todo este poder. Dios no creo a la naturaleza poderosa y al hombre débil. Nuestro poder procede de la comprensión de que somos únicos y de que tenemos el mismo poder innato que el resto de la creación. Nuestro poder reside en nuestro interior. Es el poder con el que nacemos y, si lo hemos olvidado, sólo tenemos que recordarlo.

El doctor David Viscount explicaba una historia que nos recuerda cómo podemos encontrar y utilizar nuestro poder. Nos habló de una ley según la cual, si alguien posee un trozo de terreno  y la gente cruza por él, al menos una vez al año debe señalizarlo e indicar que se trata de una propiedad privada. Si no se hace así, al cabo de unos cuantos años la parcela pasa a ser pública. Nuestras vidas son como esa propiedad. De vez en cuando debemos marcar los límites que nos definen y decir: “No”, “Esto me ha dolido” o “No dejaré que me pises”. Si no lo hacemos, entregamos nuestro poder a aquellas personas que, de modo intencionado o no, nos pasan por encima. Es responsabilidad nuestra recuperar nuestro poder.

En una famosa escena satírica, el difunto comediante Jack Benny representaba el papel de un tacaño a quien se le acercaba un ladrón empuñando un arma que le exigía: “¡La bolsa o la vida!” Jack permaneció inmóvil largo tiempo y al final exclamaba: “¡Estoy pensando, estoy pensando!”

Tendemos a igualar la riqueza con el poder y creemos que el dinero puede comprar la felicidad. Sin embargo, muchas personas descubren con tristeza que tienen dinero pero no son felices. Se cometen tantos suicidios entre la gente acomodada como entre aquellos que no han acumulado riquezas.

Sigmund Freud dijo una vez que si le dejaran elegir entre tratar a pacientes ricos o pobres, él elegiría a los ricos porque ya no creen que todos sus problemas se solucionarán con el dinero. Como es lógico, a pesar de todo, a la mayoría de nosotros nos gustaría disfrutar de la experiencia de tener dinero. Pero el dinero no es más que eso, una experiencia. Distinta, pero no mejor que otras.

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