domingo

LA GUERRA Y LA PAZ (5) - RICARDO AROCENA


Reflexiones sobre Hiroshima, Nagasaki, la UNESCO, la ONU, la carrera armamentista, las armas nucleares, la guerra y la paz

HIBAKUSHA (LA MALDICIÓN)

En Hiroshima el bombazo fue de tal magnitud que el 92% de los edificios se desplomaron en segundos y el número de muertos superó los 200 mil. Los vientos y rayos térmicos generados por la explosión arrasaron e incendiaron cuanto encontraron a su paso. A los pocos días de que cayera la bomba sobre Hiroshima, una similar devastó Nagasaki. Desde entonces cada aniversario de los tristes acontecimientos, en las escuelas los niños reciben clases especiales con historias de sobrevivientes y decenas de miles de personas se congregan en Hiroshima en el denominado “Parque de la Paz”, que está ubicado en lo que fuera el centro industrial de la metrópoli. En síntesis el conjunto de la sociedad procura reflexionar sobre los dramáticos sucesos y asumir el drama de las nuevas víctimas que con el paso de los años continuaron sumándose a la lóbrega lista de heridos y fallecidos.

El presidente de los EEUU Harry S Truman intentó justificar la hecatombe diciendo: “Con esta bomba hemos añadido un nuevo y revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas. En su forma actual, estas bombas se están produciendo. Incluso están en desarrollo otras más potentes. [...] Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda la fuerza productiva japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir completamente el poder de Japón para hacer la guerra. [...] El 26 de julio publicamos en Potsdam un ultimátum para evitar la destrucción total del pueblo japonés. Sus dirigentes rechazaron el ultimátum inmediatamente. Si no aceptan nuestras condiciones pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra.”

A los sobrevivientes de los bombardeos se los conoció con el nombre de Hibakusha, que literalmente significa “persona bombardeada”. Para aquellas víctimas el apodo fue un estigma y una maldición, además de las enfermedades debieron enfrentar al resto de la sociedad que por temor los discriminó, por lo que muchos ocultaron su condición. 

Las tropas norteamericanas, que luego de la rendición ocuparon el país, encubrieron durante año y medio que habían sido víctimas de una explosión atómica. Muchos quedaron mutilados o enfermos, otros debieron sobrellevar padecimientos psicológicos, pero además los asedió el aislamiento ya que en muchos casos no pudieron casarse ante el temor de que los descendientes pudieran tener problemas.  

“Para mí la bomba ha significado soledad”, contaba el sobreviviente Ternufo Suga, mientras que  Hiroko Hatayama recordaba: “Me casé y tuve una hija que nació completamente sana a pesar de mis temores. Nunca imaginé que el problema vendría más tarde, cuando nació mi primer nieto. Sufrió graves deformaciones y me sentí culpable. Después vino el segundo, también con problemas y el mundo se derrumbó para mí”. 

Desde aquel fatídico mes de agosto de 1945 a todos los Hibakusha la vida les cambió sin retorno posible; pensando en los sobrevivientes y en las generaciones que los sucedieron, Vinicius de Moraes escribió:

Piensen en las criaturas
Mudas telepáticas
Piensen en las niñas
Ciegas inexactas
Piensen en las mujeres
Rotas alteradas
Piensen en las heridas
Como rosas cálidas

Pero ¡oh! no se olviden
De la rosa de la rosa
De la rosa de Hiroshima
La rosa hereditaria
La rosa radioactiva
Estúpida e inválida
La rosa con cirrosis
La anti-rosa atómica
Sin color sin perfume
Sin rosa sin nada.

Quedó para la leyenda que mientras el Enola Gay se alejaba de Hiroshima, uno de  sus copilotos comentó apesadumbrado: “Dios mío, qué hemos hecho”.

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