domingo

FELIZ (5) - JUAN DE MARSILIO


primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de Artes / 2017

MALA CONCIENCIA

El arquero suplente y el pobre B.B.

La pobreza se llama mujer todavía y aún
la injusticia se escribe en femenino
(al menos en mi idioma).
Sospecho
que en las lenguas esas
en que las cosas sin sexo
tienen género neutro
también cualquier imbécil que mire un poco
ve enseguida
-claro que en el caso
de quererlo ver-
que las mujeres y los
niños con los que suelen
cargar en sus trajines
hacen la mayoría de los que se joden
en cuanto lío se arma
(y su desgracia suele
ser superior
en cantidad y en calidad).
Así pues,
"feliz día, mujeres"
viene a ser más o menos lo mismo
que la mañana aquella de San Jamás que decía B.B.
-que tenía amor,
que tenía fe,
que tenía esperanza
pero los blindaba de cinismo
para que no se le muriesen-
y habrá de celebrarse con gran pompa
cuatro o cinco semanas después
del día del arquero
(del arquero
suplente,
quede claro).

Entretanto,
luchar.


Funeral blues

(con perdón, Mr. W. H. Auden)

I

Hay tanta, tanta vejez
antes de la muerte...
Salvo,
claro está,
cuando el difunto en cuestión
nos deja
antes de tiempo.
Del entierro de un joven amigo
estoy regresando
y maldigo a la muerte
por dejarme impedido para siempre jamás
-o al menos por largo rato-
de maldecir a la vida por obligarme
a seguir vivo sin ser
el hermoso muchacho
que mamá dice que yo era
hace ya
tantísimos años.


II

Levemente ondulados esos campos.
Levemente poblados.
Breves ganados, doblemente breves,
sobre tamaño verde dibujados
-casi perdidos
los ganados esos
de tan desperdigados
por esos campos tristes,
desolados-.
Con la sierra reciente a mis espaldas
de tiempo en tiempo cruza la extensión
algún ave de presa por si hubiese
algún cordero muerto
u otro manjar así.
Regreso por la ruta a la ciudad
tras sepultar en el lugar de origen
un familiar difunto
que ni me ha dolido nada
-y no sufrir es mi mayor dolor.


Callejón

He dormido mil noches en el sórdido
callejón de la mala conciencia.
Doloridísimo
(pero también muy cómodo)
decía para mí:
"Pues que este callejón es sin salida...
¡otro traguito más!
¡emborrachémonos!"
(y era de un vino malo:
la sangre de mi herida).
Había por donde salir:
la misma bocacallle por la que entrara.
Los mismos pies de entrar y degradarme
podían -en teoría- desandar la desgracia,
pero no.
Hasta que una mañana,
cuando estaba más débil y rendido,
sin erguirme del todo todavía,
vaya a saber yo cómo,
vaya a saber por qué,
mis pies, trastabillando,
arrastraron mis restos
de nuevo hasta la luz.
Debe haber sido Dios.


Noche

Hay
una hora
allí
en que además de ser pardos
todos los gatos están sarnosos
todos los niños son pobres
y peligrosos
todas las hembras que se te crucen
son putas
viejas y feas
además de tristísimas
(pero eso
ya no te importa)
y el amanecer
es un cuento feliz
que mamá de pequeño te contara
-pero ella ha fallecido
hace varios milenios.


Insomnio y absolutamente nadie

Escribo este poema
-a falta de mejor cosa que hacer
esta noche de insomnio-
y elijo como tema una mujer
de la que no me acuerdo
y por la que no siento
nostalgia ninguna.
Cuando ya estoy casi
saboreando el placer
de un jugoso ejercicio de estilo
sin riesgo emocional
-de un poema, digamos, de veras acerca
de absolutamente nada,
o mejor,
de absolutamente nadie-
cuando estoy saboreando, decía, me vienen
las preguntas.
¿Cómo pude
traicionar mi buen gusto
amando a una señorita
así de olvidable?
O peor:
¿cómo pude
mentir y hasta acaso mentirme el amor
que tal vez ni sentí?
¿Cómo pude
-si de veras la amé-
traicionarla
-y a mí
y al amor-
del modo más vil
y volverla
un olvido absoluto?
Pero debo confesar
que lo que más me angustia
es preguntarme si no habrá
en esta noche de Montevideo
una insomne aburrida intentando escribir un poema
sobre un tipo al que ya no recuerda y por el
cual no siente nostalgia ninguna
y la muy pérfida no tiene ni
la mínima memoria de mi rostro y mi nombre
porque el tipo soy yo y así no vale.

O peor:
me da por preguntarme si no habrá,
en esta noche de Montevideo,
una insomne aburrida que se toma
su buen par de rohipnoles y ya está,
y a mí no me dedica ni su olvido.


Idilio muerto

(con perdón, César)

En qué estarás ahora
pobre prostitutita que andabas por ahí,
y eras todo lo dulce, lo grácil, lo bonita
que pueda ser quien vive de oficio tan así.

Dónde estarán tus tacos, tu top, tu pollerita,
tus obscenos e ingenuos ardides de exhibir
tu belleza inmadura y ya marchita
para sobrevivir.

Qué será de tu miedo, de tu angustia, de tus
deseos de jugar
con las otras niñitas decentes del lugar.

Ha de haber un cafisio que te cobre peaje.
Alquilarás barata tu entrepierna con pus.
Habrá un señor decente que sin culpa te ultraje.




Leprosarios

Este mundo de raudas tarjetas de crédito
de estrépito y vacío
de sangre
que llega al río sin que la veamos
porque estamos
                      -felices-
                                   comprando alguna cosa

Un shopping center en medio de leprosarios.

Este mundo
que ya uno no sabe si
es o no es de veras
y en el que todo es espectáculo
-divertimento, bah-
por el que puede cobrarse entrada.

Un shopping center de fiesta entre leprosarios.

Este mundo nuestro
del que aunque sea un poquito
somos responsables...
-¿y si luego no nos dejasen
pagar con tarjeta?

Un shopping center sitiado por leprosarios.

Pero riamos, riamos
no sea que alguno crea
que tenemos miedo
y están oxidadas y mudas las armas
de nuestros guardias
de seguridad.

Un leprosario de lujo entre leprosarios.

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