domingo

CONDE DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE) 102 - LOS CANTOS DE MALDOROR


CANTO CUARTO

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Discutir es la palabra gramatical, y muchas personas encontrarán que no habría que contradecir sin un voluminoso legajo de pruebas lo que acabo de asentar en el papel; pero la cosa difiere notablemente si se conviene en conceder que el propio instinto emplea una rara sagacidad al servicio de su circunspección cuando formula juicios que parecerían de otro modo, tenedlo por seguro, de una audacia que orilla los límites de la fanfarronería. Para cerrar este pequeño incidente, que se ha despojado a sí mismo de su ganga por una ligereza tan irremediablemente deplorable como fatalmente llena de interés (lo que cada cual no habrá dejado de verificar, a condición de haber examinado sus recuerdos más recientes), es conveniente, si posee facultades en perfecto equilibrio, o mejor, si la balanza del idiotismo no supera por mucho al platillo en el cual descansan los nobles y magníficos atributos de la razón, es decir, a fin de ser más claros (pues hasta ahora he sido sólo conciso, lo que algunos quizás no admitan a causa de mi extensión, la que es sólo imaginaria, pues cumple su objetivo de acosar con el escalpelo del análisis a las fugitivas apariciones de la verdad, hasta en sus últimos reductos), si la inteligencia predomina suficientemente sobre las imperfecciones bajo cuyo peso ha sido parcialmente sofocada por la costumbre, la naturaleza y la educación, es conveniente, repito por segunda y última vez, pues a la fuerza de repetir se acaba -muy a menudo no es falso- por no entender más, retornar con la cola entre las piernas (siempre que sea verdad que tengo una cola) el asunto dramático cimentado en esa estrofa. Es útil que beba un vaso de agua antes de emprender la continuación de mi trabajo. Prefiero beber dos a no beber ninguno. Así, durante la caza de un negro cimarrón a través de la selva, en un momento dado, todos los miembros de la expedición cuelgan su fusil de las lianas, y se reúnen a la sombra de un macizo para apagar la sed y calmar el hambre en común. Pero el alto dura sólo algunos segundos, la persecución se reanuda con encarnizamiento, y no tarda en resonar el hallali. Y lo mismo que el oxígeno se reconoce por la propiedad que posee, sin altanería, de reanimar una cerilla que presenta algunos puntos de ignición, así se reconocerá el cumplimiento de mi deber en la urgencia que muestro por volver a la cuestión.

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