cuántas capas tiene el aire, pensó,
capas, como las de este poema que
caen sobre nuestras cabezas
((Nuestras Cabezas))
Allí,
un pájaro canta y se prepara para el sexo
preparar es un decir,
más bien levanta la suavidad del cuello
gorjea, sube, abre, arrastra
todo el plexo hacia arriba, hacia arriba!
porque, vamos, nadie se prepara para eso y menos un pájaro con sed
lejos, habita este pobre poema,
los pequeños gestos de la belleza que dilapidamos
con un sorbo de elegante desesperación
así que me gustaria ahora un zumbido dorado y fluctuante,
entre la luz que la espalda oscurece, y
la dorada trompeta que calla
que decide atacar la oscuridad de la habitación azul
un zumbido parecido a la memoria o que llamamos memoria
tan lejana verdosa y parisina y moscú, tan reverberante y lluviosa y hollín,
tan detectives y margarite duras, y adolescentes masturbándose y ciencia ficción
una memoria compleja y romántica,
como dos amigos sobre los techos de la ciudad
una memoria,
entrando y saliendo de
las habitaciones,
acaso los extraños y luminosos restos,
de un país nada parecido a sí mismo,
y más acá
la otra memoria ,
algo parecido a un bar,
un bar
llamado heavens,
donde alguien que imita muy mal a David Byrne
repite siempre la misma canción,
con sus tiradores,
y su cara pálida y perfumada,
una fina delgadez sin pesadillas,
y sin voces autónomas
sin calambres en los brazos,
sin oscuras llamadas telefónicas
que nos hielen las
plantas de los pies
la memoria, sí,
formas negras moviéndose
en las cáscaras de la luz
algo que vino a lavarme o a quemar la mañana siguiente
un torpe hormigueo helado en la mixtura de los objetos
algo aterido sin espanto que reza en las campanas del día
la memoria,
las caras del un pan amarillo recién nacidas del sueño aguado
un cuerpo que se acerca y se contrae en la luz
como un planeta gaseoso que gira alrededor del caliente sol de enero
y de pronto uno no se sabe uno y se deforma en las calles
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