domingo

LA CONVERSACIÓN CONSIGO MISMO DEL MARQUÉS CARACCIOLI (22)


(Fragmentos del capítulo VIII de Artigas católico, segunda edición ampliada con prólogo de Arturo Ardao, Universidad Católica, 2004)

por Pedro Gaudiano


APÉNDICE 9

La conversación consigo mismo, por el marqués Caraccioli *

“Todos hallan molestia en oír lo que no se habla a los sentidos, y lo que los hombres no aciertan a entender. El silencio de las criaturas abruma al mayor número de los hombres. Si uno busca compañías quiere que sean inquietas y bulliciosas; si lecturas, que sean superficiales, esto es, de moda. Y así el grande arte de reconciliar a los hombres consigo mismos, es inspirarles cuanto antes el gusto del retiro, y el placer de conocerse. Será en vano que un joven se familiarice con Horacio, Virgilio o Cicerón, y más en vano el aprender de memoria los más bellos pasajes de la historia antigua y romana (!), si él huye de sí mismo, y se ignora.

El mayor y mejor fruto que la juventud puede sacar de sus estudios, es saber hallar alguna vez un cierto vacío en las compañías, y separarse de cuando en cuando, y guardar algunos intervalos para reflexionar con libertad. Una memoria cargada de palabras griegas y latinas, un espíritu erizado con silogismos, hacen por lo común el alma lánguida: Más estima verse esta en sí misma, que en objetos que menosprecia o condena. Nunca será excesivo el cuidado que pongan los maestros en inspirar a sus discípulos el amor al recogimiento: deben enseñarles a formar dentro de sí mismos una soledad impenetrable a los asaltos del mundo enemigo. No es preciso, ciertamente que se hagan misántropos, ni adustos o intratables, sino que trabajen en hacerse amables t reflexivos al mismo tiempo. Esta especie de metafísica se ha de hacer poco a poco el grande estudio de los jóvenes. En tal caso no llevarán a su alma con enojo, antes sabrán aprovecharse de ella a cada instante.

Yo no sé por qué con tanto furor se les enseña a los jóvenes a ser gramáticos, oradores o filósofos, antes de instruirles de lo que son: prius est esse quam esse tale. Es preciso ser antes que ser este o aquel. ¿Pues por qué se ha de desmentir este axioma en el modo de obrar? Me parece que ninguno barniza una tabla antes de hacer la tabla. Yo quisiera, pues, que se comenzase enseñando a los hombres en qué consiste su esencia, su dignidad de hombres, y qué distinción hay entre su cuerpo y su alma; entonces no los veríamos salirse fuera de sí, esto es, depojarse de su propia naturaleza, por ir a mendigar cualidades extranjeras. Comencemos a edificar la casa, y después la adornaremos: prius est esse quam esse tale” (pp. 186-188).

“Hay en todos los hombres nociones primitivas de su existencia, de un Ser supremo, y también del bien y del mal. De estas verdades, generalmente conocidas, nace aquella multitud de consecuencias que se derraman infinitamente. Y forman el dilatado número de las ciencias. A cada uno en particular le toca el meditarlas, entenderlas, y hacer después la aplicación conveniente” (p. 189-190).

“Por más que se intente sofocar el alma, ninguno podrá jamás derogar sus derechos” (p. 191).

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