jueves

40 POEMAS DE MARCELO SOSA (4)


EL INEVITABLE ABRAZO CON LA TIBURONA

Primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de Artes / 2017


lloverán flores

a veces la primavera
es un accidente
del calendario
a veces las flores
no asisten al ring

en esos días sin cielo
la muerte te calza un gancho
previsible
sorpresivo
un golpe de k.o. cantado
y sin embargo
inesperado

el golpe te arranca
el protector y las ideas
los dientes y la noción de prójimo

en la lona
la primavera es un recuerdo ajeno
la boca se anega
de sangre y sabor a mierda
a la cuenta de nueve
te levantás
ofrecés a la muerte
una sangrante
eterna
desdentada sonrisa

entonces
recién entonces
sabrás que has triunfado
entonces
recién entonces
lloverán flores


canción de cielo

no puedo tocar el cielo
no
pero ¿para qué tocarlo?
si el cielo no es piel
no es papel
si el cielo no responde a mi tacto
no soy
su semejante

la canción tiene su borde
y lo avizora
la canción se dulcifica en el adiós
como una promesa delgada
un nomeolvides deshojado
que se besa y vuela.

ya no tiro piedras al cielo
no
ni las piedras ni el cielo
tienen la culpa de mi angustia
ya no subo escaleras
no
si no soy su semejante

he de sentarme en la hierba
el hermoso pasto
y miraré una vez más el cielo
con ojos que quizá
se le asemejen

he de cantar la canción
y su dulce final
de beso y vuelo.


Isabella

Mi hermana es mi sangre en otro cuerpo.
Cada latido suyo golpea en mi pecho como una ola furiosa.
En cada alegría suya, un ángel bendice mi alma.
Su compañero es un hermano que me dio la vida,
para compensar los que extrañé en la niñez.

Por eso hoy, en esta prosapoema
no puedo hacer otra cosa que desangrar tinta,
que sonreír soles,
que brindar con cada espíritu de aire mar y tierra.

Han traído al mundo a Isabella,
a la criatura más hermosa que hayan visto mis ojos,
a la imagen de un hada hecha canción hecha niña.

Viéndola
mi escepticismo se vuelve fe,
mi cobardía valor,
mi ira se suaviza hasta la ternura
esa que siempre se me escapa.

Por ella me arrodillo ante los cielos
y por ella descenderé a los infiernos si es necesario,
para volver también por ella.

Esto es una declaración de amor y de guerra.
Cada palabra que digo está tatuada a fuego en mi corazón.
El que quiera oír, que oiga.
El que quiera estar conmigo, ese será llamado amigo.

Sé que no estoy solo en este amor
en esta guerra.
Porque a mi lado están
los que siempre han estado.


No estuve

yo no estuve allí
sosteniendo su mano
y trato de pensar
que no puedo estar
en todos lados

yo no estuve allí
escuchando disparos
silbar macabras melodías
cuando nubes de muerte y polvo
cancelaban mediodías
no estuve allí sosteniendo su mano

yo estoy acá
y no es cómodo
pero es acá
por eso dicen
que no puedo doler argumentos
que no puedo entender dolor
que mi verso es impostado
   o falso
    o ingenuamente inventado
pero hay una mano
que no sostuve
   y me señala.


Silencio de aljibe

Más allá del silencio de aljibe
de la serpiente que repta
mi pulmón herido 
ardiente témpano 
compañera de la hora incierta

Allende
este océano sin fondo
sin sal
divisan mis ojos mudos
la tibieza de tu mano
y la serpiente duerme
y el aljibe canta ambrosía
y el océano es un charquito
exorcizado.


Poetas muertos
"mantienen a estos íconos como templos impenetrables" Hoz Goliardo Léudnadez

Este culto de los poetas muertos
-pisar sus huellas, imitar su estilo-
apaga su estrella, muerde su filo,
torna banales los viejos aciertos.

Hay poetas bien vivos y despiertos
que quiebran con sus versos el tranquilo
dormitar de los museos. En vilo
descubren oasis en los desiertos.

Hay un cierto goliardo mexicano
que cada vez que escribe abre camino
-pluma fácil que se vuelve machete-

un joven viejo, buscador de arcano
arte. No se conoce su destino:
todo lo da porque nada promete.


Mi vieja Remington

extraño mi vieja

                Remington Rand
su martillar inapagable
su dulce voz de secretaria
su obediente anarquía
sus ingobernables tipos

como un mustang

no aceptaba domadores
     apenas amigos
que no temieran entintarse
        en sus venas de cinta

¡extraño mi remington!

                    clamé
y el adolescente 
vecino de cíber
me preguntó si era un arma
no se equivocaba


Tu nombre

Tu nombre me salvó de la locura,
tu nombre entre paréntesis
era la fuga.
Tu nombre silenciado en la capucha,
mordido y preso me liberó
callándolo bajo tortura.
Tu nombre jamás me abandonó en el pozo,
me acompañó cuando en la luna
el mío era menos que una sombra.
Tu nombre repetí cuando, apenas un despojo
bajo el sol, tus ojos me pintaron de ternura.


golondrinas

he dejado mis palabras vagacielos
lloviendo tu boca
sílabas articuladas por el azar o el amor
-intercambiables nombres del instante-
digo
entonces hago
goteo semillas de golondrinas
digo
entonces mato
  doy
   vida
atónita vida ante un espejo
que no traga
  traidor
   amigo
he dejado un poema en tu cuaderno
de piel


Que nunca me falten tus ojos…

Que nunca me falten tus ojos
los bebo como al café de la mañana
prometen vida, sostienen mi pobre reinado

tus ojos son motivo para habitar este mundo
son ancla al cielo
son proa al viento

que nunca me falte tu risa
camino por su música hasta el final del arcoiris

me rodea como brazos en invierno

que nunca me faltes tú
la certeza de saberte
da cuerda a mi reloj
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