El tuétano de nuestros huesos está debidamente saturado. Cada fémur y cada falange es una cápsula explosiva que se opera a voluntad. Basta con apoyar frecuentemente la lengua contra la bóveda palatina y hacer una breve reflexión colérica. . . 5, 4. 3, 2, 1. . . el índice de adrenalina aumenta, se modifica el quimismo de la sangre y ¡cataplum! Todo desaparece en derredor. Cae después una ligera llovizna de ceniza. Pequeños grumos viscosos flotan en el aire. Fragmentos de telaraña con leve olor nauseabundo como el bromo: es todo lo que queda del hombre que fue.
No hay más remedio que amarnos apasionadamente los unos a los otros.
domingo
JUAN JOSÉ ARREOLA - ALARMA PARA EL AÑO 2000
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario