domingo

VERSOS AL AIRE (2) - SAÚL IBARGOYEN


Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes


MÁS “HAIKUS”

    Mira esta lluvia:
Altas nubes cayendo
Y tú también.

    La calle tiembla
Aquellos perros ladran
Soltando sombra.
   
    Caminos secos
Entre rosas perdidas
Rompen el cielo.

    Ventana abierta
Hacia toda tu ausencia
Aire y polvo.

Tarde en la tarde
Hemos visto las noches
Lentas quemándose.

Gorriones vuelan
Moviendo el ancho cielo:
El aire es sombra.

Quietas montañas
Perdiendo piedras polvo:
Tu ausencia vuelve.

El pasto pierde
Su verdor su rocío:
Los huesos quedan.



LA PALABRA NUNCA
(A la manera del poeta afgano Safar Ghizaq Vachir,
más conocido como Chimalí Bend-i-Kupra, s. XVI) 

Nunca hablamos de montañas en este país de montañas.
Nunca mencionamos la anchura del cielo
Pues hay luces oscuras detrás de lo visible.
Nunca miramos las largas arenas del camino
Para evitar el vértigo de nuestros pies.
Nunca matamos al escorpión que acecha
Bajo el calor del mediodía:
Nuestra alma puede también estar en él.
Nunca tocamos cintura de mujer en sus días impuros
Pues podemos ensuciar aún más
La preciosa sangre que alimenta al mundo.
Nunca dejaremos de estar en el país de aquí:
La sombra del cuerpo vive más que tu carne.
Nunca abrimos del todo los ojos
Para ver la ceguera con que se mide
Aquella tiniebla nacida con nosotros.
¿Cómo conocer el tamaño del deseo
O de la ausencia
Si nunca sabremos la cifra a que llegan
Las plumas de un escuálido pájaro?



SOL EN VERDE MENOR

Hoy la Madre Sol tiene cara de pasto.
Una paloma orina en un charco de polvo.
El jardín de ahora ya pasó.
Nada más lento que los idiomas humanos.
Las flores que vemos similares a dalias
Rosas geranios camelias magnolias
Ya están secas
Antes de llegar a nuestros ojos.
Las plantas de más verdor
Siempre en guerra se muerden
Se clavan sus espinas
Se estrangulan se rechazan se matan
Por una perdida gota de agua sucia:
Todo paraíso resulta imposible.



REFRANES
(A la manera de los vates analfabetas de Ruanda)

La serpiente que muerde una vez,
morderá de nuevo.

Los dioses hablan una lengua desconocida
y cantan melodías que nadie puede oír.

Hay mucha comida en una pata de elefante,
pero se mueve y puede aplastar al cazador.

El mono se ríe como la hiena,
la hiena se ríe como nosotros.

Una mujer es como la tierra:
debes regarla para que haya cosecha.

La víbora cambia de piel
y sigue siendo víbora.

Si en tiempo de lluvia no recogemos agua,
en tiempo de sequía beberemos polvo.

Papá cocodrilo duerme en medio del río,
pero las aguas no lo arrastran.

Toda mujer es extranjera,
aunque duerma su cabeza en tu pecho.

La abeja sabe que muere, sin embargo te pica.

Las grandes montañas están muy lejos,
algún día llegarán hasta aquí.

Los dioses son como el murciélago:
sombra que susurra en la sombra.



ZEJEL

Mucho sufro sin pensar
Que el mundo debe acabar.

Todo tiempo está perdido
Para un pecho tan herido
Pero más siempre ha sufrido
El que nunca pudo amar.

De la carne es que ha surgido
Un impulso tan urgido
De muy poco me ha valido
Pues nunca la supe amar.

Nunca nombro lo que ha sido
Mi portento más subido
Y por eso mi gemido
Entre callar y no amar.

Mucho duele sin pensar
Que el mundo debe acabar.



SOBRE LA SOMBRA
(Al modo de Kamal Eruggam, poeta turco del s. XIX)

No me hables amigo de ese cuerpo interminable
Que llamamos sombra.
Se parece al silencio que no tiene color.
¿Cuáles son los colores de la sombra?
Nada más que los imperfectos reflejos
Creados por la luz
A costa de objetos vivos o muertos
Y también de otros reflejos imperfectos
Como la ceniza sobrante
De la gran tiniebla que siempre nos vigila.
La sombra es una piel sin espesor
Una tela de aire adonde no hay
Ni suciedad ni pureza:
Para escapar de ella
-Pues quiere vestirte y detenerte-
Tendrás que alejarte del mundo de afuera
Tendrás que abandonar tus mundos de adentro.
Y cuando al escupir hacia la cercanía
De la última altura veas
La informe oscuridad de tu propia saliva
Tocarás la libertad de olvidar.



DOS POEMAS
(Al modo del poeta chino Xiao Puong, s. XVIII)


                         I.

A la hora del primer atardecer sentimos
El olor de la lluvia que vendrá mañana.
Lo sabe la golondrina que proviene
De un apartado verano
Allá en los Reinos del Sur.
Mi choza se apega a la gran muralla
Como un quieto caracol
En el tronco de un árbol poderoso.
Todo es frágil sin embargo:
Las aguas que habrán de caer
Serán una advertencia
Contra nuestra sed de eternidad,


                         II.

El sendero que fluye bajo mis pies
Tiene sangre de polvo
Y huesos de piedra.
Sé que por su cauce se multiplicó
La sombra de aquella muchacha
Cuyo cuerpo decidió transitar
Por otras sendas al confundir
La crueldad del viento
Con una simple brisa sin pájaros.



NIÑA CON ZAPATOS

                        (para Sam)

La niña simplemente duerme
Para inventar un paisaje
De árboles de oro
Que sombra alguna
Alcance o desvanezca.
Duerme la infanta
Entre sábanas de humo
Y pasa a otros espacios
Del mismo soñar:
Puede ver así un camino
O calle o vereda
De aguas nerviosas que violentan
Breves pasos balbuceantes
Y que rompen la entrepiel de unos zapatos
Donde se ahoga velozmente
Cada pie.
La niña grita sonidos como una canción
Desde cualquier sitio del sueño:
Y retira los zapatos destruidos
Y recoge los pies
Apartándolos de impuras espumas
De basuras agresivas
Y levanta el rostro hacia una súbita lluvia
En un gesto solitario
Y sin ninguna lágrima.

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