3 / LA LECCIÓN DE LAS RELACIONES (5)
EKR (6)
Cuando preguntamos a distintas personas si querían estar enamoradas, sus respuestas, instantáneas y decididas, nos sorprendieron: “¡Sí, siempre!” o “¡No, nunca! El amor me supondría abandonar mi carrera profesional, sacrificarme y tener que satisfacer en todo momento a la otra persona”.
La primera respuesta es enternecedora, aunque quizá poco realista, pero la segunda tampoco es razonable. ¿Podemos definir el amor como “un tremendo sacrificio”? Quizá es lo que aquellas personas aprendieron del amor cuando eran jóvenes. Todos imitamos las relaciones que vemos y aprendemos de ellas cuando somos niños. Si cuando éramos jóvenes estábamos rodeados de relaciones infelices, este hecho influirá en nuestras actitudes hacia el amor y en las relaciones que tengamos a lo largo de nuestra vida.
Tenemos que observar nuestras relaciones y preguntarnos: “¿El amor que doy y el que recibo tienen como fundamento el modo en que percibí el amor cuando era niño? ¿Es este el tipo de amor que deseo dar y recibir? ¿Es esta la clase de relación que realmente quiero?” Si percibimos el amor como algo dolorosamente complejo, debemos averiguar la razón.
Si creemos que el amor constituye una complicación, es probable que presenciáramos relaciones abusivas.
Si creemos que el amor significa compartir con alegría, es probable que presenciáramos relaciones de cariño y atención.
Por desgracia para algunas personas (para demasiadas), con frecuencia confundimos el amor con el control y la manipulación, e incluso a veces con el odio. Pero no es necesario que nos quedemos atascados en esta confusión provocada por definiciones poco acertadas. Podemos redefinir el amor para nosotros mismos, podemos crear las relaciones que deseamos experimentar. Lamentablemente, no solemos actuar de esta forma, sino que mantenemos esas relaciones infelices y esperamos que algo suceda por arte de magia. Del mismo modo que algunas personas se deshacen de la pareja en lugar del problema, otros continúan inmersos en él.
Mantenemos relaciones que no funcionan por dos razones: la primera, porque confiamos en que cambiarán, y la segunda, porque nos enseñaron que todas las relaciones deberían funcionar. ¿Cuántas veces hemos oído hablar de personas, o las hemos conocido, que han retomado antiguas relaciones que no funcionaban? ¿Cuántas veces hemos oídos casos de mujeres que han regresado con hombres que no quieren comprometerse? ¿Por qué volver a un pozo seco?
Cuando las personas se sienten frustradas por relaciones que se repiten, es como si buscaran leche en una ferretería. Por muchas veces que recorran los pasillos, no la encontrarán. Si queremos amor, ternura y afecto en nuestras relaciones pero hemos escogido a una persona que, con toda claridad, no puede ofrecérnoslo, debemos escoger a otra. No debemos permitir que los demás sean desconsiderados con nuestro amor, nuestro corazón y nuestra ternura. Y tampoco que las viejas creencias dicten nuestra vida actual. Podemos reescribir las normas, pero para conseguirlo tenemos que aprender a respetarnos a nosotros mismos y a los demás y volver a grabar sobre las viejas cintas. Podemos encontrar por nosotros mismos una nueva definición del amor, una que de verdad signifique tratar a la otra persona como a alguien valioso y merecedor de un gran amor y dedicación. Y podemos esperar el mismo trato hacia nosotros. Se trate de lo que se trate, nos corresponde a nosotros definir nuestra propia vida.
Además de decidir qué clase de amor queremos, tenemos que aprender a amar sin crearnos ilusiones. Si nuestras relaciones son puras, si permitimos que el universo actúe y aprendemos las lecciones conforme aparecen, basaremos nuestras relaciones en la entrega, el compartir y la participación fluida de ambas partes. Cuando dejamos de intentar cambiar a nuestra pareja, sentimos el poder del amor, sin falsas ilusiones, y ya no tenemos que planificar, esforzarnos, luchar, manipular o controlar. Entonces se acaban esta clase de situaciones: “Es que si no le controlara, no lo haría” o “Ella no será quien quiero que sea si no cambio algunas cosas”. Debemos aprender a compartir nuestras verdades con la otra persona. No hay nada malo en discutir con nuestra pareja sobre algo que nos molesta. Pero el enfrentamiento con expectativas significa manipulación. Debemos hablar y expresar nuestra opinión, pero no sólo para obtener la reacción que deseamos.
Si nos aferramos a nuestras expectativas e ilusiones, no amamos de verdad. Dejemos que el otro sea él mismo. Y si nos abandona, sería porque tenía que ser así.
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