Fede está en el piso jugando y no mira. Y parece una oruga que nada quiere saber de alas. De palabras no hay nada porque solo babea. Se la seco, la busco pero sus ojos rebotan. No entiendo qué guardan ni por dónde vuelan. La quiero la ayudo me esquiva y babea. El tiempo no importa, recorre y la sigo (ese caos armónico que vives). Le hablo y mis palabras no quieren entrar. Su mundo delicado, misterioso y espeso está hecho de paz. Guiones surrealistas en loop que me hace mal. La adoro me esquiva me miento y me duele. ¿Me escuchó? Le seco la baba y se va. Avanza agarrada a barandas de nada: es luz. Tanta luz que le encandila sus ojos sin foco. ¿Me vio? No. Miraba atrás de mi hombro, atrás de mi vida o a la salida o no logra mirar. Le seco la baba. Se tira, se acurruca suspendida y le saco el brazo que su peso lastima. Aun no hay baba pero se la seco igual. Me distraigo en la brisa (yo también soy persona). La pierdo de vista ¡No está! Siento el calor húmedo en el pecho. Me abraza: no es cierto. Lloro no lo creo. Su luz se me imanta: ya sé dónde estás.
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