Selección, prólogo y notas: Beatriz Colombi y Danilo Albero-Vergara
PRÓLOGO (3)
Quiroga y la vanguardia: una polémica encubierta
La vanguardia martinfierrista estableció un corte con la tradición literaria que la precedía, identificando a su adversario con los órganos de prestigio y consagración -la revista Nosotros, el diario La Nación- y con una estética: el modernismo. (5) Se diferenció además del realismo boedista y del naturalismo tardío perviviente en la narrativa. Martín Fierro resolvió sus conflictos con las figuras intelectuales que ocupaban el centro del sistema literario vigente en el momento de su irrupción mediante tres estrategias: la polémica (Lugones), la sátira (Blanch, Capdevila, Payró) y la omisión (Quiroga, Lynch).
Respecto a Quiroga, la omisión es más flagrante, cuanto más importante es su figura y más rotunda su consagración: en 1926 publica su libro más homogéneo y celebrado por la crítica coetánea y posterior, Los desterrados, no obstante no merece ni una reseña en la revista de la vanguardia mantinfierrista. Sólo una mención a Quiroga en 1927, y no en la sección de crítica literaria, sino en el temible “Parnaso satírico”: “Escribió cuentos dramáticos/sumamente dolorosos/como los quistes hepáticos/hizo hablar leones y osos/caimanes y jabalíes/la selva puso a sus pies/(Kipling) le puso al revés/los puntos sobre las íes”, Martin Fierro, Nº 43, agosto de 1927, epitafio de Luis García.
Rodríguez Monegal registra además, en El desterrado, “Las únicas menciones de Quiroga que hay en los 45 números de Martín Fierro son de índole satírica. Una vez se le atribuye un próximo libro: “Dónde vas con el bulto apurado…’ que se subtitularía ‘Cuentos del otro Landrú’. El epigrama no es grave, se limita a jugar simultáneamente con su aspecto físico y su terrible reputación local de Don Juan. Otra vez se hace suscribir una apócrifa frase célebre: ‘El que escupe en el suelo es un mal educado’, que también parece encerrar una punta personal y aludir a sus modales algo bruscos”. Monegal recoge también las menciones despectivas de Borges de 1945: “Escribió los cuentos que ya había escrito mejor Kipling”. Quiroga reconoce, una y otra vez, en artículos y en su correspondencia, su deuda para con Kipling. Seguramente, más allá del lapidario juicio de Borges, el autor de “Anaconda” y el de “Rikki-Tikki-Tavi” se hubiesen dado la mano.
Quiroga levanta frente a la vanguardia una poética y una praxis que sólo puede ser urticante para los más jóvenes: un experimentalismo demasiado próximo al canon naturalista, un pasado modernista-decadentista y una relación desprejuiciada con el mercado.
En un conjunto de artículos fechados entre 1925 y 1930, Quiroga intenta defender una estética, conformar un lugar de aceptación que siente amenazado por la actitud despectiva de los jóvenes mantinfierristas. Paralelo a este vacío, recibe el reconocimiento de su grupo. En 1926, la revista Babel publica un homenaje con artículos de Benito Lynch, B. Fernández Moreno, Alfonsina Storni, A. Gerchunoff, L. Lugones, R. J. Payró. La tapa de la revista-homenaje lleva su foto y una leyenda: “Horacio Quiroga, el primer cuentista de lengua castellana”.
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