domingo

LOS RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL (21) - Desbocada reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez


Hugo Giovanetti Viola

Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016.


QUINTA PUERTA: CIERTO REGRESO, CIERTA CONTINUIDAD, CIERTO SUEÑO (5)


-Un ángel vengador -dice Tomatito cuando terminamos de festejar escandalosamente el bromazo de Quintín. -Brindo por esos ángeles.

Y levanta con exageración el frasco.

-Bueno: ahora la filmación de Solís -anuncia el ruso, después de incendiar un fósforo en una vela para volver a prender la pipa. -Aunque les advierto que hay una sola escena reconstruida con ángeles. ¿Quieren un caramelo?

Ninguno contesta. Pero nos miramos con mi amigo, y es como si él dijera:

-Puta, cómo hinchan las pelotas estos tipos con los ángeles.


Entonces empezó a arder el destellador del Gran Tiempo reimplantando la atmósfera de Solís de Mataojo para que desfilara don Miguel Álvarez paseando enlutadamente por la vereda del club y doña Tana Salsamendi espantando una gallina a escobazos y el comisario Exequiel Palacios junto a sus subalternos y Eduardo Fabini investido por el esplendor de sus 46 años y de golpe Manuelito (que había insistido en “salir”): pero mientras el chiquilín firuleteaba agarrándose las manos en la espalda y dibujando un ocho en la calle con su caminar menudo había un gato muy negro y con hermosísimas facciones de infanta sobrevolándolo y detrás venía Chapete con su larga cabeza engominada y las piernas de títere enfundadas en un pantalón largo seguido por un perro guardián con el rostro de Tomatito.


Ahora ya no nos queda más remedio que creerlo. Y Manolo murmura, con la dentadjura brillándole de oreja a oreja:

-¿Así que vivo con las paloma ronroneándome atrás?

Y Tomatito agrega:

-A veces hay que ser perro. Y hasta lobizón, pibe.

Y yo siento que la tela de una iglesia pintada por mi padre me protege del horror como un manto sagrado.


Y al otro día fueron al Club Social toda la tarde y mientras Tomatito y Roy Rogers saboreaban el jolgorio dominguero estaqueados en el frontón donde el general acababa de plantear un desafío por joder a la pelota vasca (botella contra share) te metiste con Paloma en una pieza penumbrosa y empezaste a besarla en la boca sintiéndote Gary Cooper aunque cuando tuviste necesidad de pararla sobre una mesa y subirle la pollerita y zambullirte como un pescador de perlas en la marea rosada de sus muslos (recordando confusamente un rancho y una siesta sudorosa transcurrida entre Irenes y Elviras y Clotildes que largaban risitas con las piernas espejeantes como el Mataojo cuando el amanecer empieza a irregularizar los coros de los sapos según le mostraría Fabini a un amigo muchos años después) sentiste que no era carne lo que estabas besando.


El General acaba de perder el desafío y me saluda levantando la botella, que se incrusta un momento en el sol ya rasante. Entonces me doy cuenta que Tomatito no está al lado mío y voy a buscarlo adentro. Lo encuentro discutiendo con Manolo en una pieza que hay al costado de la escalera: mi amigo está terriblemente pálido.

-Se armó -informa Tomatito. -Mi tío pescó a Gary Cooper haciendo COSAS RARAS con Paloma arriba de esta mesa.

-Pero no entiendo -se saca su impecable saco dominguero Manolo, para despegarse la camisa del pecho. -No entiendo cómo se puede tener tanta mala suerte, me cago en la gran puta.

-Más bien que lo que no se puede tener es la puerta abierta -destapa la vineta el pecoso. -¿Querés un trago?

-No. ¿Está muy bravo tu tío?

-ES muy bravo. A vos te podrá parecer una malva, pero cuando se calienta agarrate.

-¿Y qué carajo hacemos aquí? -protesto, sin atreverme a averiguar cuáles fueron las COSAS RARAS. -Vámonos de una vez.

-¿Tas loco, vos? Mi tío me dio orden terminante de que lo esperáramos aquí. Cuando me vine del frontón lo encontré en la cabina y me dijo: TENGO QUE HABLAR HOY MISMO CON MANUELITO.

-¿Y Paloma?

-Se fue hace un rato para la casa -dice mi amigo, chorreando como un ahogado. -Mirá si nos pesca el padre.

-TE PUDE HABER VISTO YO, TAMBIÉN. O CUALQUIERA -se alborota el pecoso. -SHHHH. Escuchá esos tacazos en la escalera. Ahí viene.

El tío es alto y usa un traje azabache y un reloj con una gruesa cadena de plata ciñéndole la barriga.

-Manuelito -nos hace subir torcidamente los ojos hacia su voz serena. -En vista de tus probadas condiciones, tengo el honor de encargarte la decoración del espejo grande del club para los próximos carnavales. Podemos proporcionarte lo que necesites cuando estés dispuesto.

Entonces Tomatito corre hasta la puerta y nos grita, igual que si festejara un gol:

-BROMAZO OLÍMPICO, SEÑORES!!!! SIN PECADO CONCEBIDO!!!!

Y tuviste que luchar a brazo partido para fijar los perfiles de Pierrot y de Colombina porque la acuarela inapropiadamente utilizada por falta de experiencia chorreaba sobre el espejo y ahora te sentías el único responsable de implantar un garabato que emponchara más que el posible desamparo del pueblo antes de los carnavales la ostensible “belle époque” que se daba también allí y no sólo en París: y mientras pinceleabas lamiéndote el sudor te sentiste el farolero Benítez y recordaste el ojo indeleble de Chapete y el oro de la farola del ruso y el revuelo de los ángeles y acaso comprendiste definitivamente que Solís de Mataojo (y la Humanidad entera) era un atrincheramiento (sin ningún desperdicio concebible) en lucha contra el lóbrego señorío del misterio porque mientras hubiera misterio habría tristeza.

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