Con surtidos de psicología sobre el Imperio de Zapicán
Todos estos peajeros, y estos Reyes, y estos mercaderes; todos estos guardianes de países y de tiendas, todos son mis enemigos. Abomino todo sacrificio al dios vulgo o al dios éxito. Me repugna lo trivial. Odio la hipocresía y el servilismo como los mayores crímenes. He de decir la Verdad aunque me aplaste el Universo.
NIETZSCHE:
Así hablaba Zaratustra.
Ya ves, Carlos amigo, que hacer historia no es pelar un pavo. Erudición enciclopédica y una buena cantidad de fósforo, es cosa que no se halla en nuestro microcosmos minado de vesanías, con aluviones de imbecilidad audaz, fecundo en infatuación y en ignorancia académica, circuido de mirajes megalomaníacos con vetas de ridículo más valiosas que Cuñapirú (1). He llegado hasta creer que en esta tierra no existen los intelectuales, sino de nombre, como la mayoría de nuestras cosas; que todo es superficial en los grafómanos que pasan por pensadores, los cuales, con oropeles de repostería pseudo-científica, grajeas de retórica banal y posturas románticas de teatro, se hacen pasar por eruditos exóticos, por hombres de idiosincrasia, y selección quintaesente. A ninguno de nuestros hombres, creo ni medianamente preparado para escribir una sola página de Historia, entendiéndose por esto no la parte descriptiva y de formulario, ni la pirotecnia del lenguaje, ni el kaleidoscopio memorial del manuscrito sacado a fierro, ni la lógica busca-pie que corre sin ton ni son, ni el anatema barato que aplica palos de ciego, sino la indagación de las causas y concausas generadoras del hecho, de los diversos determinismos que actuaron en las circunstancias y de las corrientes político-económicas que se corresponden a través de todo. Para esto se requieren conocimientos que nunca profundizaron el mismo Mitre, Vicente López ni Carlos María Ramírez, cuyas obras a mi sentir no pasan de mediocres, por faltarles los elementos científicos en que debieron fundarse. Aun está por escribirse la verdadera historia del Continente, y en particular de esta comarca. Tiempos mejores vendrán (2) y hombres de saber profundo que harán algo más que guitarrear de oído, mi buen Oneto. Si los citados hombres de letras hubieran conocido a fondo climatología, ciencias naturales, biología, psico-antropología, arqueología, paleontología, estadística, lenguas, y sobre todo Economía Política, no la romántica (3) la que se enseña en la Universidad, sino la moderna que ha de ser la llave de oro de la ventura social, hubieran hecho algo más que el tatuaje patriótico que les ha captado la admiración de los ingenuos de este continente.
No quieras, tú mi amigo, ser un historiador superficial, a menos que aspires a una diputación dentro del plazo más corto, y te propongas, para adular a los colorados, decir que Juan Carlos Gómez fue más grande que Bismarck, como no sé cuál de mis colegas llegó a decir de Don Frutos que hubo de ser un Napoleón.
Notas
(1) Curiosidades.
¿Quién ha hecho país?
-El psicólogo responde: la Megalomanía.
¿Quién ha hecho Historia Patria, quién hizo la Epopeya?
-¡Horror, oh, Dioses! ¡La acción refleja…!
¿Quién hace modas y elegancias? El psicólogo se palpa para ver si tiene cola, y luego dice:
-El espíritu imitación, esta herencia del Antropoide…!
(2) Yo no lo espero, pero en fin…!
(3) Ninguno de los citados intelectuales conoció a Henry George, el genial economista norteamericano. Sólo llegaron a Carlos Marx.
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