COLÓN ENTRA EN EL PROTOTIPO
Colón entraba en el prototipo. Era un comerciante del Renacimiento y a la vez una "esquirla cultural del otoño de la edad media. De la edad media recibe el impulso religioso, el fervor catequístico y la investidura feudal de los Reyes Católicos", diría Daniel Vidart.
Pero además se sabe que fue un lector de la Biblia, aunque no solamente. También de otros libros de cabecera profusamente anotados por su mano. Ellos eran la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, el gran tratadista romano; los relatos de Il Milione, adonde Marco Polo cuenta sus andanzas por el Lejano Oriente (...) y las obras, a caballo entre la realidad y la fantasía, del Cardenal Pierre d´Ailly (Imago Mundi) y de Eneas Sylvius Piccolomini, el futuro Pio II, quienes a lo bien o mal sabido (...) agregaban su firme convicción de la existencia periférica de humanidades y fabulosas faunas en tierras lejanas a Europa.
Pero teniendo en cuenta el impacto que por las razones que sabemos tuvieron las Cruzadas en el Viejo Continente, no nos puede llamar la atención de que Colón estuviera obsesionado por aquellos hechos. Y que su fervoroso norte fuera la reconquista del Santo Sepulcro.
Lo dice a texto expreso en uno de sus escritos, que llegaran hasta nosotros: "Había de hallar un tonel de oro en tanta cantidad (...) que los reyes (...) antes de tres años, pudieran ir a conquistar la Casa Santa (...) que toda la ganancia de esta mi empresa, se gastase en la conquista de Jerusalén".
Su espíritu misional lo impulsa a llevar a Cristo sobre sus hombros, con el objetivo de poder regresar y volcar las riquezas obtenidas en los reinos asiáticos, para el equipamiento de un gigantesco ejército cristiano que arrebataría el Santo Sepulcro a los infieles.
Es con ese imperativo personal y como parte de una "misión divina", que se lanza a la conquista: “Confiando en la misericordia de Dios, que en todo y por todo, nos ha guiado...", diría en su Memorial a los reyes Católicos. Es decir el emperador cultural dominante en la cabeza del conquistador, en primer término tiene origen religioso. Pero en segundo término se rinde al poder de la época, es decir a la Corona.
En el diario de Colón existe una "impresionante información cotidiana, cuya estructura semántica debe ser cuidadosamente decodificada y armada de nuevo, atendiendo las discontinuidades que separan a la ideología de la realidad", nos alerta el antropólogo Daniel Vidart. Y agrega: "El coraje y la bellaquería, la belleza y la utilidad, la inocencia y el pecado, la invocación a lo divino y el ejercicio impío a lo demasiado humano, se mezclan en sus páginas".
O sea, la visión que del diario emana es ideológica, es prejuiciosa, es acomplejada, hereda todas las luces y sombras de un período de fe y de incredulidad, de luz y de tinieblas, para utilizar la imagen de un escritor de otra época (Carlos Dickens).
EL REGISTRO CULTURAL
Adelantémonos a algunas conclusiones sobre el rostro cultural que llega a América: Desembarca una cultura de poder y dominación que se rinde ante Dios, pero también ante la Corona. Quienes llegan no lo hacen obviamente en nombre de los siervos de la gleba, o de las clases bajas de cualquier lugar de España, sino en nombre de un sector dominante muy concreto.
Ya dijimos que es un discurso eurocentrista, en el cual es permanente la comparación con Europa y con España, hasta en los mínimos detalles. La visión es desde lo europeo. Hasta los frutos que encuentran son "como los de allá". Y es en nombre de los sectores dominantes que conquistan con la cruz, pero también "con la horca". Y es esa cultura de poder, la que busca asimilar, conducir, determinar, absorber. O sea se trata de una cultura devoradora y clasista, que parte de que "lo otro", existe al servicio de, o para ser absorbido por, sin mayores explicaciones.
Aunque también es una cultura dual, con sus ideologismos e ideologemas. Es decir una cultura que está a la búsqueda de nuevos justificativos ante nuevas situaciones. Que llega a buscar razones en lo irracional y mitológico, si las precisa. O en lo "humanístico", aunque la realidad muestre lo contrario. Es decir, en alguna medida se trata de una cultura hipócrita .Y no podía ser de otro modo...
Por lo expuesto más arriba, por el papel de España en su historia reciente, de las "naos" desembarca también una mentalidad guerrera, cruzadista, conquistadora. Aunque por eso mismo también estamos hablando de una cultura aventurera: todos los viajes son un tanteo, una exploración, una averiguación, un ir y venir, una aproximación y una búsqueda. Igual que la sensibilidad cultural de aquellos hombres. Y no solamente se trata de un tanteo por los propios vericuetos del viaje, la propia mentalidad es la del que manda, el que desafía, el que no conoce pero se impone... Por supuesto..., con valor y con fe, como los requisitos de la época lo exigían.
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