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En el otoño de 1717 indagó el joven príncipe Leopoldo de Anhalt-Cöthen si a Sebastián le agradaría ser director de su orquesta de cámara. Sebastián aceptó gustoso la oferta, pues se sentía postergado porque, al quedar libre esa misma plaza en Weimar, no se la habían ofrecido. Cuando murió el viejo director de orquesta, Sebastián tenía motivos para esperar que le hubieran ofrecido la plaza y, sin embargo, se la dieron al hijo del difunto, que era un músico bastante mediocre. Yo creo que Sebastián se sintió verdaderamente ofendido, pues no ocultó su disgusto y pidió que le dejasen en libertad para trasladarse a Cöthen, en una forma tan cortante y perentoria que, entonces, le tocó al Duque el turno de enfadarse y dio orden que arrestasen a Sebastián durante un mes. A mi juicio, la falta de libertad era una de las mayores durezas de la vida de los músicos de la corte.
Pero el tiempo, los disgustos y los dolores pasaron y, para Navidad, Sebastián se había trasladado a Cöthen con su mujer y su hijo y esperaba poder llevar allí una vida más tranquila y retirada que en Weimar. Durante su permanencia en Cöthen no pudo disponer más que de un órgano muy pequeño que había en Palacio y no tuvo ninguna relación fructífera con la música sagrada. Por eso se dedicó por completo y, dado su temperamento, de todo corazón, a la música de cámara. El joven príncipe le ayudaba con mucha bondad y simpatía; era un músico muy culto que amaba apasionadamente el divino arte y sabía apreciar a su director de orquesta con arreglo a sus merecimientos. Tuvo también la amabilidad de ser padrino del hijo de Bárbara y Sebastián. Pero el pequeño murió a los pocos días de haber sido bautizado en la capilla de Palacio. Cuando el príncipe iba a Carlsbad, a tomar las aguas, llevaba siempre en su séquito a su director de orquesta. Sebastián amaba Cöthen, su tranquilidad y su paz; pero creo que aunque se hubieran presentado circunstancias especiales, no se habría quedado allí para siempre, porque estaba aislado de lo que para él era lo principal como compositor, la música sagrada, que era la expresión más adecuada de su naturaleza profundamente religiosa.
En Cöthen murió María Bárbara Bach y le dejó cuatro hijos de los siete que le había dado en sus trece años de matrimonio. En Cöthen fui yo su mujer. Y, después de haber descrito su vida lo mejor que he podido, hasta que fui su esposa, voy a proseguir, hablando de los años que pasé a su lado.
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