domingo

CONDE DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE) 69 - LOS CANTOS DE MALDOROR


CANTO SEGUNDO

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Entonces, de común acuerdo, nadando entre dos aguas, se deslizaron el uno hacia la otra con mutua admiración, separando el agua con sus aletas la hembra del tiburón, batiendo las olas con los brazos Maldoror, y retuvieron el aliento con una veneración profunda, uno y otro deseosos de contemplar por primera vez su vivo retrato. Cuando los separaban sólo tres metros, de pronto, sin ningún esfuerzo, se dejaron caer el uno sobre el otro como dos amantes, para abrazarse con dignidad y reconocimiento, tan estrechamente como un hermano y una hermana. Los deseos carnales siguieron de cerca esa demostración amistosa. Dos muslos inquietos se adherían fuertemente a la piel viscosa del monstruo como dos sanguijuelas, y los brazos y las aletas se entrelazaban alrededor del cuerpo del objeto querido al que rodeaban con amor, mientras las gargantas y los pechos pronto no formaron más que una masa glauca con exhalaciones de algas marinas. En medio de la tempestad que continuaba enconada, a la luz de los relámpagos, teniendo por tálamo nupcial la ola espumosa, transportados por una corriente submarina como en una cuna, rodando sobre sí mismos hacia las profundidades abismales, se unieron en un acoplamiento prolongado, casto y horroroso… ¡Por fin había encontrado alguien que se me pareciera!... ¡En adelante ya no estaría solo en la vida!... ¡Ella tenía las mismas ideas que yo!... ¡Me encontraba frente a mi primer amor!

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