domingo

SILVIA PÉREZ CRUZ Y RAÜL FERNÁNDEZ MIRÓ


LA NOVÍSIMA ATEMPORALIDAD
por Beatriz Almagro
Qué bien que existen. Gente que con voz y guitarra se te cuela por la garganta a base de caricias frutales y cuando, confiados, se insertan a la altura de la boca de tu estómago, simplemente revientan de bonito, sin previo aviso. Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró -más conocido como Refree- nos lanzan una pura granada, su nuevo álbum mayúsculo escrito con minúscula, directo hacia esa emoción sin tiempo que consigue ganar con música las batallas más arduas contra la indiferencia.
Acid Conga: Atípicos vosotros. A pesar de llevar un sello como Universal, como si fuera natural os plantáis con perfilazo de músicos independientes que ponen condiciones de autonomía al gigante discográfico. Rodáis el álbum en directo y en el extranjero antes de estrenarlo en España de estudio. Y golpeáis el #1 en iTunes en la primera semana con granada, vuestro nuevo y segundo disco como compañeros musicales. En este punto, hagamos una pregunta atípica. Para vosotros ¿qué es el CD físico, qué significa 'la cajita grabada' en sí?

Silvia Pérez Cruz: Para mí es como un álbum de fotos, el resultado de un encuentro con otros en la grabación. Para otro tendrá otra función, pero a mí me gusta mucho el contacto con la gente, la música entre gente y encontrarme con ella. Pero el mundo de las grabaciones de CDs da pocas posibilidades en comparación con los directos. El CD es como parar el tiempo, es el momento del “cómo lo hacemos”.

Raül Fernández Miró: Hay gente que cuando lo digo no me entiende, pero el CD es algo que me molesta en cierto modo. Le tengo cierta ‘manía' porque con él nos pasó como con la peseta y el euro: nos hicieron creer que era un cambio positivo. Acabamos comprándonos en CD los vinilos que ya teníamos y al final nos dimos cuenta de que ese formato era más flojo que el vinilo, que es muy interesante.

Además, el CD permite una resolución muy concreta, 44kz y 16 bits, y llevamos con ella desde los años 80. Es como si las cámaras digitales se hubieran quedado en 1 megapíxel. Me da pena este estancamiento en las posibilidades técnicas. Se está dejando de escuchar música en una calidad adecuada, ese asunto ha quedado para los ‘melómanos frikis' y yo, que además de músico le dedico muchas horas de mi vida a la producción, pues siento pena de que todo el esfuerzo que viertes sea sólo para los cuatro que escuchan música en condiciones decentes.

AC: A veces pasa. Una voz abrumadora, inevitable como Caja de Pandora y de fondo una guitarra que se deshace metálica, pesada, machaconamente inspiradora. Escucharos es preguntarse cuántas vueltas de tuerca más se le puede sacar a una canción. Por ejemplo, en el extracorpóreo tema del “Pequeño Vals Vienés” -nacido de un poema de Lorca y ya versionado musicalmente por Cohen y Morente- se siente un cierto brote de talento febril, como si fuera música subconsciente, nacida de una sensibilidad atemporal. Los dos sois músicos y exploradores ¿Buscar algo debajo de la música es el delirio que os da esas alas y esos vuelos?

R: A Silvia y a mí nos cuesta estar quietos y eso no es algo positivo. Tal es así que nos hemos encontrado en la grabación de granada tocando una canción por segunda vez de manera completamente distinta y hemos perdido la primera. No es simplemente experimentar para divertirnos, que también es muy importante. Hay un punto muy obsesivo en esa búsqueda de la diversión y el sentirse bien. Yo con la música tiendo a ser circular y obsesionarme con las cosas.

AC: Brutalidad de parafraseo que, creo, tiene que ver con vuestra manera de trabajar como búsqueda. “No hay palabras en el mundo para explicar la verdad. Ni talento en realidad para explicar este mundo”. Lo arrojáis al aire en granada y lo escribió y cantó Violeta Parra.

S: Las sensaciones más puras son incompatibles con las palabras. Esta canción habla del miedo extremo a la muerte, porque se está derrumbando el edificio en un terremoto. Explica perfectamente qué te pasa cuando estás cantando. La música hace un lenguaje menos concreto para ir un poquito más allá, es más fácil explicar con ella que con la palabra sola.


Nostalgia atemporal

AC: Definitivamente granada no es un disco de 15 versiones. Es una nuevísima atemporalidad que conecta de manera casi increíble con lo experimental y nuestras inexplicables memorias comunes. ¿Cuál es vuestra primera memoria musical que uniera algo de generaciones pasadas con vuestra experiencia?

R: De pequeño me marcó ver a mi abuela y mi madre tocando el piano como aficionadas, haciendo sonar en casa música clásica de, por ejemplo, Schumann, al que versionamos en granada. También tengo recuerdos, con guiño en el disco, de emocionarme con las canciones de misa, lo cual puede sonar un poco cursi, pero el punto coral de la gente mayor cantando canciones en un recinto, como una red tremenda, es una idea que me sigue emocionando hoy en día incluso sin ser ya creyente.

AC: Ajenos a las etiquetas del tiempo, es palpable con vuestro nuevo trabajo -y un buen par de auriculares- que os topáis con algo metafísico. Hacéis resurgir viejos temas con la fuerza de lo que antes no existía hasta que vosotros lo expresasteis. Si bien metéis temas de contemporáneos como Fito Páez o Albert Pla, a la hora de elegir canciones antiguas ¿hay algo que os sirva como punto de encuentro en el que mirar a los ojos a los fantasmas de aquellos que ya no están entre nosotros y que cantaron lo mismo que sentís ahora?

S: Lo que creo es que las cosas que emocionan tienen un punto de atemporalidad. La verdad de Edith Piaf -a la que incluimos en el disco- se entendió en su momento y se entenderá siempre. Hay un punto que intentamos contar... que de alguna manera yo también lo siento. La emoción fue el punto de partida para escoger las canciones en granada. El adjetivo 'atemporal' me gusta mucho, esa es la intención, la de no estar en ningún sitio concreto pero estar, con toda la esencia.

AC: Canciones e intenciones. “Corrandes D'Exili” es un poema de Pere Quart sobre el exilio de los republicanos en la postguerra española. “Abril 74” abre el disco como oda a la revolución de los claveles. Anteriormente habéis cantado “Gallo Rojo, Gallo Negro”, intencionadísima metáfora de Sánchez Ferlosio que habla sobre el fascismo y la lucha contra éste en la Guerra Civil. Habláis del pueblo que lucha con himnos pasados, ¿os lanzaríais a hacer himnos presentes o con una realidad tan compleja hoy, para hablar claro, hay que ser más político que poeta?

R: A veces se exige a los músicos que se posicionen políticamente, pero es una decisión muy personal. En mi caso vengo colaborando con la Fundación Robo y en mi último disco como Refree (Nova Creu Alta, 2013) hay una cara política. Pero no creo mucho en los himnos, si se fuerza crear uno perdería la esencia que es que la gente se sintiera identificada sin pretensiones, tiene que ser algo humilde y, desde la humildad, llegar a la gente.

S: A mí me encantaría, pero no me siento capaz ahora mismo. No sé de qué manera tendría que referirme a la realidad. Mi pequeña revolución ahora va más en la manera de hacer las cosas que en las palabras concretas. Hacer las cosas en todos los campos con amor, lo que implica cuidar a las personas, encontrarse con ellas. Musicalmente, creo que hay mucha tristeza ahora mismo en la sociedad, mucho desánimo y a veces hay un tipo de canciones que no son explícitamente himnos pero, al igual que los himnos, te hacen sentir vivo, recuperar tu propia energía. Y eso a mí me sirve. Me limpia y me da ganas de seguir. Esa es mi pequeña revolución.

Para mí tiene más sentido cuando pierdes la corporeidad, cuando Silvia y yo dejamos atrás cuerpo, ideas, prejuicios y nos convertimos en energía, donde ya no importan las limitaciones. No es de dármelas de místico y esotérico, pero es que es así. No siento un cuerpo sino lo que estoy tocando. Cuando eso va solo, es cuando funciona.
AC: Vuestro directo, esa bestia delicada. Sois complementarios hasta en la manera de moveros. Silvia erguida hacia afuera, y Raül arropando con un cuerpo cóncavo los soniditos y sonidazos que va sacando de su guitarra. Hay momentos donde nos hacéis sentir muy fuerte y muchas personas nos preguntamos qué sentís vosotros, justo entonces, cuando cerráis los ojos y el cuerpo va pegado a la música.

R: Para mí tiene más sentido cuando pierdes la corporeidad, cuando Silvia y yo dejamos atrás cuerpo, ideas, prejuicios y nos convertimos en energía, donde ya no importan las limitaciones. No es de dármelas de místico y esotérico, pero es que es así. No siento un cuerpo sino lo que estoy tocando. Cuando eso va solo, es cuando funciona.

S: Yo cierro los ojos para escuchar mejor al que te acompaña, para sentirlo mejor. Es como una búsqueda. Aunque también me gusta mirar porque estoy cantando. A veces no piensas nada y otras en muchas cosas, depende de lo que te esté sucediendo en la vida. En mi caso he pasado por muchos tipos de expresión corporal. Al principio cantaba de espaldas al público porque era músico y me costó un año darme la vuelta y ser consciente de que como cantante yo estaba contando. Primero cantaba sólo con la cara, luego con las manos, luego con los ojos, luego con los pies. Eso es muy difícil porque los cantantes tendemos mucho a la imitación, así que tienes que buscar tu gesto propio y dejar que eso fluya.


Granada personal

AC: granada, evolución de evoluciones. Porque ambos por separado tenéis una larga y heterogénea trayectoria musical que no cabe repasar en estas líneas. Pero se os nota un punto de inflexión. ¿Intuís el camino a seguir a partir de este trabajo?

R: A lo largo de estos meses me han pasado muchas cosas. Produje mi disco. También el de Kiko Veneno y el de Christina Rosenvinge, ambos por salir, e hice granada, con Silvia. Todos vienen con una unión, una energía emergente que veo en mi manera de hacer las cosas. Pero no sé cuál será el siguiente paso, si seguirá este impulso o me pondré a hacer giros nuevos.

S: Mi camino viene desde hace mucho tiempo, con la misma filosofía. Hay como una atracción total y una relación muy sincera con la música y la consciencia total de infinito, de que no termina. De que el objetivo es buscar la sinceridad, pero que esa sinceridad no es siempre la misma en cada momento vital. Por ejemplo, en mi disco anterior en el que colaboró Raül (11 de novembre, 2012) yo tenía necesidad de vaciar, de componer. He trabajado en muchos grupos anteriormente, pero mi grupo real era mi padre. Cuando él falleció fue mi momento de explosión a nivel compositivo, apareció la muerte y la vida se impuso y le puso los pies en el suelo. En granada, el hecho de que sean versiones da una distancia que te permite usar otros recursos de manera más libre, usar la canción como vehículo. Este disco es un resumen de muchos años, una escalera que va subiendo poco a poco. Tengo la limpieza hecha con 11 de novembre. Ahora empieza el aprendizaje nuevo. Empieza el infinito.

AC: Teníais que ser pequeños, y de repente, un día ahí estaba: vuestra primera granada sensorial, explotando delante de vuestra manera de estar en el mundo...

R: Tengo un recuerdo muy claro de tener 13 o 14 años y notar una sensación muy fuerte con el heavy. Fui bastante 'burro' en ese sentido de que me gustaba música un poco... digamos que escuchaba metal un poco extremo. Y me acuerdo del expansivo sonido de la guitarra eléctrica en casa, aquello sería un inferno absoluto para el resto de habitantes, pobres.

S: Fue a los 12 o 13 años. Con mi padre, cantando “Alfonsina y el Mar”. Él era músico y nos veíamos muy poco. Mi manera de comunicarme con él era cantando una o dos veces al año. Esa canción me la enseñó con ocho años y me alucinó. A los 12 le dije “quiero cantarla contigo”. Y a partir de ese momento empecé a vivir la música más allá de una expresión a nivel familiar. Era vocación, como algo que se te escapa de las manos y te permite conocerte más y dar lo mejor de ti a los demás.

Hubo un concierto en concreto, cuando tenía 13 años, en el que se me acercaba gente muy mayor a contarme historias de su vida, súper íntimas, imagínate. Me di cuenta del poder fuerte y terapéutico de la música, de la bomba -granada- que era, del efecto que puede hacer, positivo o negativo, y me apasionó investigarlo.
AC: ¿Cuál es la última granada ajena explotada en la boca de vuestros respectivos estómagos?

R: Un poema de Jacinto Verdaguer, que ha versionado el cantautor Roger Mas. Verdaguer era un monje, del siglo XIX, y la poesía en concreto se llama “Plusultra”. Es sobrenatural, como que en muy poco espacio relata la soledad del hombre enfrente de lo que hay afuera, del cosmos, del universo, y la sensación de que no conocemos nada. Me ponía la piel de gallina cuando lo leía.

S: Relacionándolo con el disco, fue descubrir a Morente y Pepe Habichuela (Despegando, 1996). Ya les conocía, pero hubo un momento en el que les entendí cuando comprendí de dónde salía su expresión. Es que muchas personas que lo hacen muy bien. Pero hay alguien que, de repente, le ves que lo que hace no le sale de la boca, sino del fondo del estómago. Y que ese estómago, a su vez, está atado a la tierra y tiene la intención de ir muy lejos, sin miedo, con ganas de no sólo hacer una conexión, sino de investigar para poder vivir cosas que desconocías. En el grito de Morente entendí algo muy profundo. Estos dos artistas, en noviembre de 2013, nos soltaron su granada.

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