ES MI PROPÓSITO terminar aquí este recordatorio, pues la memoria se cansa de que escarbemos en su indescifrable y cambiante estructura. No es fácil dialogar con ella, por eso solemos prepararle trampas, mezclar datos de épocas distintas para complementar un pasado al que después le añadimos un futuro. Regresar al presente de estas acciones puede lastimarnos, aun a costa del provecho obtenido. La contradicción, tal vez insalvable, reside en que lo recordado se modifica inevitablemente, para agregarse al propio fluir de la memoria, por lo que toda memorización es contaminación; hasta confundimos el simple vivir con el mero recordar. Es probable que la memoria (“es el hilo del ser”, dijo Alfonso Reyes), al defendernos a veces del dolor, de la decepción, de la desesperanza, simultáneamente apague o atenúe en nuestra ánima la necesidad de recordar, con lo que dificulta alcanzar momentos vitales de más alta trascendencia.
Ciudad de México, octubre/noviembre 2014
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