(TURIA 1 / 11 / 2015)
El 19 de agosto de 1950, Cesare Pavese escribe la última entrada de su DIARIO:
“La cosa más secreta temida ocurre siempre. / Escribo: oh, Tú, ten piedad. ¿Y después? / Basta un poco de valor. / Cuanto más determinado y concreto es el dolor, más se debate el instinto de la vida, y cae la idea del suicidio. / Parecía fácil, al pensarlo. Y sin embargo, lo han hecho mujercitas. Se necesita humildad, no orgullo. / Todo esto da asco. / Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más.”
En un hotel de Torino, en una habitación alquilada, se toma 12 sobres de somníferos de los que consumía con frecuencia, y escribe una nota: “Perdono a todos, y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No chismorreen demasiado”. Crisis depresiva, crisis ideológica, bloqueo creativo, nuevo desengaño amoroso. Acaba de escribir una maravilla dirigida a la actriz americana Constance Dowling, con la que mantenía una complicada relación:
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos / esta muerte que nos acompaña / de la mañana a la noche, insomne, / sorda, como un viejo remordimiento / o un vicio absurdo. Tus ojos / serán una palabra vana, / un grito acallado, un silencio. / Así los ves cada mañana / cuando te inclinas sola ante el espejo. / Oh querida esperanza / también nosotros aquel día / sabremos que eres la vida y eres la nada! / La muerte tiene una mirada para todos. / Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. / Será como abandonar un vicio, / como ver que emerge de nuevo / un rostro muerto en el espejo, / como escuchar un labio cerrado. / Descenderemos, mudos, al abismo.
Los DIARIOS, “EL OFICIO DE VIVIR” los publican en 1952, un par de años después de su muerte, dos de las personas mas allegadas a él: Natalia Ginzburg (de quien leí en su día con gusto “Querido Miguel”) e Italo Calvino. Natalia era la viuda de Leone Ginzburg, con quien había cofundado la editorial Einaudi, y que muere torturado por los nazis en 1944. Ese hecho da origen a “La casa en la colina”, una de sus novelas: mientras los amigos luchan en la resistencia, el protagonista se refugia en la soledad.
Cesare Pavese había nacido en el Piamonte en 1908, y muere en su Torino en 1950, muy joven, con cuarenta y dos años. Estudió filología inglesa, con una tesis sobre Walt Whitman, y tradujo a Faulkner, Melville, Dos Passos, Defoe, Joyce, Dickens…
Antifascista también va a la cárcel por sus artículos. Estamos en 1935, e Italia combate en Abisinia (¡qué espanto!). El fascismo cae en 1945, de tal forma que desde que acaba su tesis en 1930, hasta que se suicida en 1950, prácticamente se traga entero ese sórdido mundo de estúpida represión. No le queda más solución que afiliarse al PCI. Supone para él un orden nuevo, otra manera de ver las cosas, un soplo de frescura…
“Turín invita a la lógica, y esta abre el camino a la locura”. Torino, donde crece, estudia, le detienen, donde trabaja con y para Einaudi. Los barrios obreros, los soportales, el río Po, las colinas.
“El oficio de vivir” aunque ha sido alabadísimo, creo que está pelín sobrevalorado. A veces es precioso, a veces pelma, a veces pedante y pretencioso, a veces malo. Escrito para que se publique, en un momento determinado aclara quienes son los personajes de los que está hablando, para que le queden claros al lector. Varias veces se refiere al suicidio: el 6 de noviembre de 1937 dice que “el mayor error del suicida no es matarse, sino pensar en ello y no hacerlo”. Tiene enormes y fieles seguidores: Ricardo Piglia, en “Los Diarios de Emilio Renzi” habla continuamente, y con veneración, de él, de “el oficio de vivir”.
“El arte de vivir es el arte de saber creer en las mentiras” (enero 1938). “A nadie le falta nunca una buena razón para matarse” (marzo 1938). “Los suicidas son homicidas tímidos: Masoquismo en vez de sadismo” (agosto 1950).
Pone huevos tipo: “La seriedad engendra la ingenuidad”… “Así nace un cuento: el agua descompuesta se aclara temblando y se detiene. I y II son los dos tiempos, el I) turbio y descompuesto, el II) sereno”. Digresiones onanistas y petardas.
Para mi gusto, la mejor novela de Pavese es “La luna y las hogueras”, la última que escribió. (Está en Pre-textos). Después de haber hecho fortuna, el protagonista regresa a su pueblo en el Piamonte, para recobrar las raíces, para constatar la pobreza que lleva a sus paisanos a emigrar. Casi todos los que conoció han muerto o se han ido. Para los que quedan, el tiempo no ha transcurrido. Nuto, tres años mayor que él, Cinto, un tullido muerto de hambre… y avellanos, viñas, manzanos, melocotoneros… el deseo, la amistad, las voces antiguas de nuestros antepasados…
En 1969 leí los relatos de “La Playa” (Biblioteca Breve de Bolsillo de Seix Barral). Son seis, los recuerdo con cariño. “La playa” es un relato (70 páginas) perfecto. Y “El bello verano”, otro relato de cien páginas que empieza evocador: “En aquellos tiempos siempre era fiesta”, aunque luego adquiere un tono demasiado plano. Novelita iniciática, donde la joven Ginia se enamora de un pintor que la seduce. Un amor cargado de ilusiones vanas, destinado a durar lo que dura una estación… En “El compañero” un joven de Turín, poco comprometido, individualista, acaba participando en la lucha contra el fascismo. Con todo, la primera novela que leí de Pavese fue “El diablo en las colinas”, en 1968, de una editorial sudamericana “Juan Goyanarte Editor”. También empieza evocador: “Éramos muy jóvenes. Creo que por aquella época no dormía nunca…”
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