jueves

CONDE DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE) 60 - LOS CANTOS DE MALDOROR


CANTO SEGUNDO

11 (2)

Me inclino hacia esta opinión, pues yo también comienzo a conocerte, y sé quién eres, vieja hechicera que velas también en las sagradas mezquitas, donde se pavonea, como la cresta de un gallo, tu extraño dueño. Vigilante guardiana, te has reservado una insensata misión. Te advierto que la primera vez que me señales al recelo de mis semejantes, aumentando tus fulgores fosforecentes, como no me gusta ese fenómeno de óptica, que por otra parte ningún libro de física menciona, te arrancaré la piel del pecho y, clavando mis garras en las costras de tu nuca tiñosa, te arrojaré al Sena. No puedo tolerar que, no haciéndote yo nada, te comportes deliberadamente de un modo que me perjudica. Allí te permitiré brillar mientras me resulte agradable; allí te burlarás de mí con una sonrisa inextinguible; allí, convencida de la ineficacia de tu aceite criminal, lo orinarás amargamente.” Después de haber hablado en estos términos, Maldoror ya no sale del templo, y se queda mirando fijamente la lámpara del santo lugar… Cree descubrir una especie de provocación en la actitud de esa lámpara, revela cobardía al no responder con sinceridad a un ataque leal. Azota el aire con sus brazos nerviosos, deseando que la lámpara se transforme en hombre; se promete a sí mismo hacerle pasar entonces un mal cuarto de hora. Pero no es por medios naturales que una lámpara se transforma en hombre. No puede resignarse, por lo que va a buscar, en el atrio de la miserable pagoda, una piedra plana de canto afilado. La arroja al aire con fuerza… la cadena se corta por la mitad como la hierba por acción de la guadaña, y el instrumento del culto cae al suelo, derramando su aceite sobre las losas… Toma la lámpara para llevarla afuera, pero esta se resiste y aumenta de tamaño. Le parece ver alas en sus costados y la parte superior adquiere la forma de un busto de ángel. El conjunto pretende elevarse por los aires para emprender vuelo, pero él lo retiene con mano firme. Una lámpara y un ángel que forman un solo cuerpo es algo que no se ve a menudo. Reconoce la forma de la lámpara y reconoce la forma del ángel, pero no las puede separar en su espíritu; en efecto, en la realidad, están pegadas una a otra formando un solo cuerpo independiente y libre, pero él cree que una nube ha velado sus ojos haciéndole perder parte de su excelente visión. A pesar de todo, se prepara valientemente para la lucha, pues su adversario no tiene temor.

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