sábado

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS (168) - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



La sombra: El canto hondo (1)

Ser una sombra significa tener un toque y un paso tan ligeros que una se pueda mover libremente por el bosque, observando sin ser observada. Una loba es una sombra de cualquier cosa o persona que atraviesa su territorio. Es su manera de recoger información. Es el equivalente de manifestarse, convertirse en algo tan tenue como el humo y volver a manifestarse.

Las lobas pueden moverse con mucho sigilo. El ruido que hacen se podría comparar con el de los ángeles tímidos. Primero retroceden y siguen como una sombra a la criatura que ha despertado su curiosidad. Después aparecen de repente por delante de la criatura y asoman medio rostro, atisbando con un dorado ojo desde detrás de un árbol. Bruscamente, la loba da media vuelta y, en un borroso revoltijo en el que a duras penas se pueden distinguir su blanco collarín y su peluda cola, se desvanece para retroceder y situarse una vez más a la espalda del forastero. Eso es ser una sombra.

La Mujer Salvaje lleva años siguiendo como una sombra a las mujeres de la tierra. De pronto, la vislumbramos fugazmente. De repente, vuelve a ser invisible. Sin embargo, aparece tantas veces en nuestra vida y con formas tan distintas que nosotras nos sentimos rodeadas por sus imágenes y sus anhelos. Viene a nosotras en los sueños y en los cuentos -especialmente en los acontecimientos de nuestra vida personal-, pues quiere ver quiénes somos y comprobar si estamos preparadas para reunirnos con ella. Si echamos un vistazo a las sombras que proyectamos, vemos que no son sombras humanas de dos piernas sino unas deliciosas sombras de un ser libre y salvaje.

Estamos destinadas a ser unas residentes permanentes, no unas simples turistas en su territorio, pues procedemos de aquella tierra que es nuestra patria y nuestra herencia. La fuerza salvaje de nuestra psique espiritual nos sigue como una sombra por un motivo. Según un dicho medieval, si bajas por una pendiente y te sigue una fuerza poderosa y, si esta poderosa fuerza logra apoderarse de tu sombra, tú también te convertirás en una fuerza poderosa por derecho propio.

La gran fuerza salvaje de nuestra psique quiere apoyar su pata en nuestra sombra para apoderarse de nosotras. En cuanto la Mujer Salvaje nos arrebata la sombra, volvemos a ser dueñas de nuestra persona, nos encontramos en el ambiente que nos corresponde y en el hogar que nos pertenece.

La mayoría de las mujeres no teme esta reunión sino que de hecho la desea. Si en este preciso instante las mujeres pudieran encontrar la guarida de la Mujer Salvaje, entrarían de cabeza en ella y saltarían alegremente a su regazo. Les basta con que las encaucen en la debida dirección, que es siempre hacia abajo, hacia la propia tarea, hacia la vida interior, hacia la galería subterránea que conduce a la guarida.

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