jueves

LA INTIFADA PALESTINA Y SU POESÍA (9) - Alejandro Hamed Franco


Poemas palestinos de resistencia

Taufiq Zayyad
Mahmud Darwish
Fadua Tuqán
Samih Al-Qasim
Salim Yubrán

Prólogo, selección y notas de Alejandro Hamed Franco

Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016 / Primera edición: Arandurâ Editorial, 2002.


MAHMUD DARWISH (1)

De la aldea de al-Birwa, en Galilea. Nacido el año 1942. Autor de los libros de poemas: “Pájaros sin alas” -no conocemos los datos relativos a su publicación-; “Hojas de olivo”, Haifa, 1964, 144 pp.; “Enamorado de Palestina”, Haifa, 1966, 130 pp.; 2º ed., Beirut, 1968; “El fin de la noche”, Akka (Acre), 1967, 130 pp.; 2º ed., Damasco, 1968.


El limonero

Teníamos tras la verja
un limonero. Sus granos amarillos
brillaban como lámparas. Sus flores
eran un fragante abanico en nuestro barrio.

Teníamos tras la verja
un limonero. Nuestro.
Mas, para hacer adorno
de sus galas; y diadema y aroma de sus ramas, nos lo cortaron.

Nos dejaron
sin nuestro limonero. Nuestros ojos
no volvieron a ver la primavera.


Confesión

Soñé con la boda de la infancia.
Soñé con dos ojos enormes.
Soñé con la chica de la trenza.
Soñé con un olivo que no se vende
por unas pocas piastras.

Soñé con las imposibles murallas de tu historia.
Soñé con el aroma de los almendros
prendiendo la tristeza de los largos nocturnos.

Soñé con mi familia
y el brazo de mi hermana
ciñéndome como un cinto de heroísmo.
Soñé con una noche de verano,
con un cesto de higos.
Soñé mucho,
Muchísimo…
¡Perdóname por ello!


A mi madre

Añoro el pan de mi madre,
el café de mi madre, el tocar de mi madre.
La infancia crece en mí día tras día,
y amo la vida, porque si muriera
me avergonzarían las lágrimas de mi madre.

Si un día vuelvo,
úsame como lazo de tus pestañas,
y mis huesos oculta bajo esa yerba
bautizada con la pureza de tu pie.

Átame fuertemente con un mechón de pelo,
con el hilo que brilla en la cola de tu vestido,
y podré ser un dios.

Me haría dios si tocara el fondo de tu alma.
Cuando vuelva,
enciende conmigo el horno de tu casa,
hazme que sea la cuerda de tu azotea
para tender la ropa.

No puedo levantarme sin la oración de tu mañana.
Me he hecho viejo.

Vuélveme las estrellas infantiles.
Para que, en el camino de la vuelta
al nido de tu espera,
acompañe a las crías de los pájaros.


El rostro de mi abuelo

¿De qué tumba me vienes,
ay, rostro de mi abuelo?
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Vestido con el sayo
color de sangre vieja sobre roca,
y con el manto verde!

¡Ay, rostro de mi abuelo!
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Ay, tristeza de un campo que transporta
escombros, aceitunas y vientos derrumbados!
¿De qué tumba me vienes,
para forjarme estatua de veneno?
La fe es mucho más grande.
No he vendido ni un palmo.
Ni me humillé a la fuerza.
Aunque cantaron y bailaron sobre tu tumba.

¡Duérmete!...
Porque yo estoy despierto.
Despierto estoy.
¡Despierto hasta la muerte!

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