Hermano de Dolores:
no sé si habrás leído la
novela Tifón de Joseph Conrad, pero hoy tu
ciudad destrozada por el desastre del viernes se parece tanto a la cubierta
arrasada del Nan-Shan, que
ahora me resulta imposible no concebirte como al casi sobrehumano Captain
MacWhirr que siempre fuiste, aunque esta vez más acorralado que nunca.
Cielo enfermo, triste cielo /
se nos vino la tormenta / un trueno dispara rayos / el corazón acelera. / Los
perros buscan refugio / entre la fiel parentela / y hombres que aplazan su
angustia / preparando la defensa. / Cielo enfermo, triste cielo / se nos vino
la tormenta / viento que sopla con rabia / el hombre se desalienta. / Qué ángel
vendrá en tu ayuda, hermano / si en el infierno escasean. / Viene al trote la
esperanza / pero el destino acelera.
Parecía que en La tormenta ya estaba todo descrito, pero el
viernes 15 de abril los atacó un infierno todavía más temible y a tu hombre
envejeciendo se le volaron todas las chapas y habrá que seguir cuerpeando
cualquier horror terrestre abrazado a la invencibilidad de la sedosa Margarita
que te transfiguró.
Porque me acuerdo que cuando
te escuché cantar por primera vez Hombre
envejeciendo en Dolores no
tuve más remedio que comentarte:
-Pero te volviste feliz,
loco!!!!
Y vos me sonreíste con los
ojos llenos de arcoiris (y se notaba que cada color maravilloso estaba realmente guardado en su lugar) y me sentí
orgulloso de que hubieses podido salvar tu Nan-Shan para siempre.
Porque esa sagrada familia interior (que es capaz de ahuyentar al gran silencio con la misma fuerza de las milongas
rockeadas que te van a seguir haciendo soñar
con nuevos amaneceres y
soles que llegarán) ya es eterna.
Que lo vayan sabiendo los
tornados.
Y también van a seguir
sobrevolándote las plegarias que murmura Nuestra Señora desde la plaza cuando
cada luna de plata borracha de
gloria le arranque el
medallón para repartirlo como un maná nocturno sobre todos los pobres de
espíritu, que son los que no se conforman con menos de la belleza cósmica.
Fuerza, maestro, que cuando
un pueblo crece en lo hondo de la desgracia se transforma en un ángel con más
huevos que Simón de Cirene.
Agonía, agonía, sueño,
fermento y sueño, nos advirtió el doliente
Federico: Este es el mundo,
amigo, agonía, agonía.
Pero también Alfredo
profetizó:
En mi país somos duros: el
futuro lo dirá. (…) Detrás de cada puerta / está alerta mi pueblo / y ya
nadie podrá / silenciar su canción / y mañana también cantará.
Y en poco tiempo los
doloreños van a confirmar que un remolino artiguista de solidaridad es más
fuerte que cualquier desmande de la naturaleza.
Porque Si le empatamos a la realidad, le
ganamos a cualquiera, filosofó imborrablemente el Negro Jefe, que supo
demostrarnos que la mala
suerte es de palo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario