En su momento contó con una cierta popularidad, y sobre todo, contó con la consideración de sus compañeros del 27, especialmente de Gerardo Diego, con el que tuvo gran amistad. Gerardo Diego no solo fue el compendiador del 27, seleccionó, en su “POESÍA ESPAÑOLA CONTEMPORANEA”, en 1934, además de a los Lorca, Alberti, etc., a Rubén Darío, Unamuno, Valle Inclán, Villaespesa, Marquina, Mesa, Morales, Rio Sainz, Bacarisse, Espina, Domenchina, Basterra, Josefina de la Torre, etc. Es decir, que los 13 pasaron a ser 28. De 1915-1931, la antología pasó a ser 1901-1934.
Desde la primera edición estuvo Larrea, pero no tuvo nunca sensación de pertenencia a grupo ni a nada. Tenía tendencia a aislarse, y como a partir de los años 20 deja España y se instala en Francia, quedó un tanto difuminado. Su obra poética se publica por primera vez en 1969, y, además, en Italia. (Al año siguiente ya lo publica Barral, pero ¡hablamos de 1970!). Tan “aislado” se muestra que Luis Felipe Vivanco piensa que no existe, que es una invención de Gerardo Diego.
“VERSIÓN CELESTE” son sus poesías completas, algunas -las últimas- traducidas, porque escribió en francés. Gerardo Diego fue el amigo entrañable y fiel que le obliga a publicar sus textos sobre todo en la revista “Carmen”, y Vicente Huidobro su referente intelectual que le deslumbra y da impulso y vigor a su poesía. Probablemente es por Huidobro por lo que marcha a París, y allí contacta con Juan Gris, Picasso, etc., y con el gran César Vallejo. “Cara enjuta, muy moreno, ojos chispeantes, dentadura blanquísima y una naturalidad como de inocencia”.
Se había licenciado en Filosofía y Letras en Deusto y Salamanca (nació en Bilbao) y era del cuerpo de Archivos, Bibliotecas y Museos (como Manuel Machado y Moreno Villa). Residió cinco años en París, estuvo en Perú, y volvió a París de nuevo. Fue el “culpable” de que Picasso pintase el Guernika. En 1939, antes de que las tropas nazis entraran en París, Juan Larrea abandona para siempre Europa, y se traslada a México, donde con Bergamín y Josep Carner es nombrado presidente de la Junta Cultural Española. Estuvo posteriormente becado en Estados Unidos, y viviría finalmente en Córdoba (Argentina), donde muere en 1980 con 85 años.
Le admira abiertamente Rafael Alberti: “Larrea, lo mejor. Mándame las señas, que tengo grandes deseos de ser amigo suyo” (en carta a Gerardo Diego). En la “Antología de la poesía española del siglo XX”, Paulino Ayuso dice que “es, probablemente, el más importante poeta del vanguardismo español”.
Entre 1926 y 1933 fue rellenando páginas de un diario. “ORBE” lo llamó (Ebro al revés). Y cuando César Vallejo lo mecanografió tenía 1500 páginas. Con apuntes autobiográficos, a veces de carácter familiar, reflexiones filosóficas y artísticas, observaciones varias, etc.
En 1930, con su mujer, Marguerite Aubry, que luego le abandonaría causándole gran dolor, pasa dos años en Juliaca, a cuatro mil metros de altura, al lado del Titicaca (¡que buenos recuerdos tengo de allí!).
Marguerite Aubry es “Guite”. Se casan en 1929, y Vicente Huidobro fue su testigo. Fue operada de un grave fibroma en un momento de grave dificultad económica, y eso le llevó a tener que vender sus libros y hasta la máquina de escribir para poder sobrevivir.
Fascinado por el mundo precolombino recopiló una importante colección de 537 obras, que después de muchas vueltas, es hoy la base del Museo de América de Madrid, el mejor Museo precolombino fuera de Perú. Cuando vuelva a Sudamérica abandonará prácticamente la poesía, le da mística, dirige en México “España peregrina” (título claramente Leónfelipista: fueron íntimos, de hecho “Ganarás la luz” se lo dedica a “Juan Larrea, maestro de poetas”) y luego “Cuadernos Americanos”. Escribe ensayos varios: sobre la relación entre Prisciliano con Santiago el Mayor, los nexos entre la epístola de Clemente a los Corintios y el Apocalipsis de San Juan, la religión en el idioma español, etc. También intentó una película con Buñuel. Y, efectivamente, Orbe está marcado por la derrota vital, por la guerra, por la muerte de la cultura europea.
En el excelente libro “POESÍA Y REVELACIÓN” editado por la Fundación Banco de Santander (Colección Obra Fundamental), se reúne una muy buena selección de “Versión celeste”, otra de “Orbe”, sus diarios, de mas de 100 páginas, y otra de sus “Ensayos”, fundamentalmente del mejor, “La espada de la paloma”. (No obstante, la mejor edición de su poesía está en Cátedra 1989, ed. Miguel Nieto).
La Introducción es de Gabriele Morelli, el que en 1969 preparó la primera edición de sus poesías para Einaudi, y que a mitad de octubre 2015 acaba de presentar el “DIARIO DEL NUEVO MUNDO”, 173 páginas manuscritas por Juan Larrea que acaban, milagrosamente, de aparecer (al parecer las han depositado en la Residencia de Estudiantes).
“Orbe” se ciñe a los años 1926-1932; el “Diario del Nuevo Mundo” a 1940-47. De “Orbe” hay una edición expurgada por Pere Gimferrer, que no he encontrado.
En 1932 piensa que “la poesía, tal como la hemos concebido hasta ahora, está llamada a desaparecer, bajando los peldaños del cerebro humano como antes fue subiéndolos… Muere como muere el cinema mudo, maravilloso vehículo propagador del ensueño universal. Muere porque la realidad lo reclama…” Y en 1933 le da pesimista y acierta: “Vendrán calamidades quizá que harán aún mas agudo el estado de desesperación y de tiniebla…”
RAZÓN
Sucesión de sonidos elocuentes movidos a resplandor, poema
es esto
y esto
y esto
Y esto que llega a mí en calidad de inocencia hoy,
que existe
porque existo
y porque el mundo existe
y porque los tres podemos dejar correctamente de existir
Todos los críticos coinciden en que algunos versos de Aleixandre, de Alberti y del “Poeta en Nueva York” no habrían existido sin su poesía. “Construcción artística de modernidad absoluta” ha dicho algún crítico.
El “DIARIO DEL NUEVO MUNDO” no es la continuación de “Orbe”. Cuenta en ellos el dolor que le causa la encefalitis de su hijo Juan Jaime cuando tiene ocho años. (Más adelante moriría en accidente una hija, dejándole un nieto que sacó él adelante). Reflexiona sobre las experiencias occidentales que piensa que son siempre individuales: Novalis, novia muerta; Nerval, Aurelia muerta; Baudelaire, sin mujer; Rimbaud, sin mujer; Bécquer, separado… (se equivoca: Juan Ramón con su Zenobia…).
“América, la esposa, el vientre de la nueva generación a lo alto”… Muchas entradas son poemas en prosa. Los mezcla con reflexiones sobre el comunismo, el nazismo, los judíos…
Le encanta Cuernavaca, donde acaban residiendo algunas temporadas: “Todo se ha conjurado amablemente para que viniéramos”.
El libro lo prologa también Gabriele Morelli. Lo custodiaba Alejandro Finisterre, depositario de varios legados de Larrea e inventor del futbolín.
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