martes

LIBRO DE LA ORIENTACIÓN PARTICULAR (91) - ANÓNIMO INGLÉS DEL SIGLO XIV


Pero volvamos a nuestro tema, que te concierne a ti personalmente y a cuantos compartan tus disposiciones.

Dime ahora, si Cristo es la puerta, ¿qué deberá hacer el hombre una vez que la ha encontrado? ¿Deberá permanecer allí a la espera sin entrar? Contestando en tu lugar, te digo: sí, esto es exactamente lo que debe hacer. Hace bien en seguir estando a la puerta, pues hasta ahora ha vivido una existencia ruda según la carne, y su espíritu se halla corroído por una gran herrumbre. Es justo que espere a la puerta hasta que su conciencia y su padre espiritual estén de acuerdo en que este orín ha sido totalmente quitado. Pero, sobre todo, ha de aprender a ser sensible al Espíritu que le guía secretamente en lo profundo de su corazón y esperar hasta que el Espíritu mismo le mueva y lo llame desde dentro. Esta secreta invitación del Espíritu de Dios es el signo más inmediato y cierto de que Dios llama y mueve a una persona a una vida más alta de gracia en la contemplación.

Pues puede suceder que un hombre lea u oiga sobre la contemplación y sienta incesantemente en sus devociones ordinarias un suave deseo de unirse más íntimamente a Dios, incluso en esta vida, a través de la obra espiritual sobre la que ha leído u oído. Esto indica, ciertamente, que la gracia le está tocando, pues otros oirán o leerán la misma cosa, permaneciendo totalmente inmóviles, sin experimentar deseo especial alguno por ella en sus devociones ordinarias. Estas personas hacen bien en seguir pacientemente a la puerta, como llamados a la salvación pero no aun a su perfección.

Permítaseme a estas alturas una leve digresión para advertirle (y a cualquiera que pueda leer esto) una cosa en particular. Es algo aplicable en todo caso, pero especialmente aquí, donde hago una distinción entre los llamados a la salvación y los llamados a la perfección. Que te sientas llamado a una u otra carece de importancia. Lo que es importante es que atiendas a tu propia llamada y no discutas o juzgues los designios de Dios en la vida de los otros. No te mezcles en sus asuntos de a quién mueve y llama, y a quién no; de cuándo llama, si pronto o tarde; o de por qué llama a uno y no a otro. Créeme, si te metes a juzgar todo esto que atañe a otras personas, pronto caerás en el error. Presta atención a lo que digo y trata de captar su importancia. Si te llama, alábale y pídele que puedas responder perfectamente a su gracia. Si no te ha llamado todavía, pídele humildemente que lo haga a su debido tiempo. Pero no te atrevas a decirle lo que ha de hacer. Déjale solo. Es poderoso, sabio y lleno de deseo de hacer lo mejor para ti y para todos los que le aman.

Vive en paz en tu propia vocación. Sea que estés esperando fuera en la meditación o entres dentro por la contemplación, no tienes motivo para quejarte; las dos vocaciones son preciosas. La primera es buena y necesaria para todos, aunque la segunda es mejor. Agárrate a ella, pues, si puedes, o mejor dicho, si la gracia te agarra y escuchas la llamada del Señor. Si, te hablo con toda verdad al decirte esto. Pues abandonados a nosotros mismos podemos caer en forzar orgullosamente la contemplación, lo cual sólo nos lleva a tropezar al final. Sin Él, además, es demasiado esfuerzo perdido. Recuerda lo que dice: “Sin mí no podéis hacer nada”. Es como si dijera: “Si no os muevo y atraigo yo primero y vosotros no respondéis consintiendo y sufriendo mi acción, nada de lo que hagáis me agradará por completo”. Y ya sabes desde ahora que la obra contemplativa que he descrito, por su misma naturaleza, ha de agradar enteramente a Dios.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+