sábado

JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (*) - HUGO GIOVANETTI VIOLA


33 / MARIANA

Mariana Pablo y los muchachos de la Banda del Pez esperaron que Leonardo firmara el contrato sentados en una terraza de Casamar. El Maestro me pidió que trajera velas, una botella de Zubizarreta y galletas marinas. Fue imposible mantener las velas prendidas. No me gusta este asunto: el océano está completamente plateado y me acuerdo de las tortas achicharrándose en la sartén de mi abuela.

-Ahí viene -dijo el chiquilín, y corrió hacia el trapezoide amarillo donde se recortó un momento la sombra de Leonardo Regusci.

El Maestro se pone mal cuando encuentra las velas apagadas.

-Ya no nos quedan fósforos, histérico -sonrió Mariana.

-Usen un encendedor, carajo. Tomá el cheque. Guardalo vos.

-¿Ya llegó la gente?

-No. Largo en media hora. Espero que me avisen y entró por acá mismo.

-¿Y qué vas a cantar, al final?

-Voy a estrenar algo que nunca les mostré: Carta de Stipe rapado a Bill revisitado.

-¿Lo qué?

-Stipe es el cantante de REM, que acaba de raparse: vi  el aviso del último disco por televisión. Y Bill es Faulkner. Abel Rosso lo llama el abuelo Bill. No me van a decir que tampoco descorcharon la botella.

-No. Pero conseguí vasos de plástico que no dicen Coca-Cola ni nada -pone los dedos en V Tiago. -Que labure un poco Saúl, también.

-Cualquiera de los dos Marios sabe descorchar botellas mejor que yo -se defendió el muchacho de mirada más vulnerable que clara. -A mí me toca repartir las galletas.

El Maestro usa el encendedor, fabrica una trinchera con los dos bolsos para estabilizar las llamitas y de golpe mira a Yoselem y dice:

-Qué te pasa. ¿Tenés frío?


-No -sonrió la tecladista. -Te iba a dar un pañuelo para que te secaras la frente.

-Mejor es que se sequen el corazón para poder confiar serenamente en mi Padre. Y no hacer como el Nengo.

-Hoy voy a tomar vino -pide que le sirvan Pablito, toreándome de reojo.

-Hoy hay que tomar vino -se cruzó de piernas en el suelo el hombre alto. -Y mañana hay que seguir trabajando como siempre. No se olviden jamás que los hermanos tenemos un solo padre y una sola misión: demostrarle a las estrellas por qué merecimos durar más que este mundo.

Y mete una galleta en su vaso y pide:

-Acompañenmé. Ojalá hubiésemos podido tocar juntos, pero hoy no valía la pena. Y mi trago es mi trago. Lo que vale la pena es actuar para los nuestros y grabar el cassette. Y seguir trabajando y juntarse con otros y ganar un lugar para la fuerza de oro, hasta que haya una correntada invencible de justicia poética y podamos crecer libres de los lobos de las transnacionales y la perrada criolla.

-Y cuál es el otro tema que le vas a cantar al pitucaje -preguntó Lourdes, que todavía no parecía animarse a engullir la galleta.

-El Andante.

Después el Maestro baja la cabeza durante mucho rato y se que está rezando y me dan ganas de entrar a empalar al Rey y a la judía a ver si se les van las ganas de hacer fiestas nudistas, pero pienso en el cheque y se me retuerce todo.

-Largamos -anunció una voz burlona a través de una rendija que esta vez ensombreció la terraza.

El Maestro se saca la camisa y el short y se queda mirándome un momento y yo me arrodillaría para entalcarlo igual que a los bebés. Cuando Leonardo quiso recoger la guitarra el chiquilín de hondos ojos lunares murmuró:

-Yo la cargo.


34 / FEDERICA

-Enseguida de instalar a la Banda del Pez Federica había entrado para advertirle al Rey:

-Ya sucuché a la merza. El loco anda deliradísimo: esta tarde armó un escándalo terrible en pleno Gorlero y ahora se vino con toda la pendejada (a la yirita la reconocés desde arriba del pan de Azúcar) y me pidió que les apagara las luces de la terraza. Bueno, hoy temprano -cuando salió de la iglesia- ya olía a cognac. ¿Tenés pronto el contrato?

-Sí -se mira fastidiado las uñas color grafión. -Acordate que pagás vos.

-Salió todo perfecto. Acabo de llamar a los patrones del Chancho y les vendí los derechos exclusivos de la filmación para la TV cable.

Al Rey se le contrajo imperceptiblemente el bigotito mitad rosado y mitad canoso.

-Llamá al man -suspira. -Dale. Antes que me arrepienta.

-¿Pero no te morías por conocerlo, hace un rato?

-No me gustan los santos.

Subo al desnivel-escenario sin hacerme mala sangre y le pego un grito a Leonardo por un ojo de buey: no quiero ni volver a ver a la merza. El hombre demoró bastante en llegar y apenas le prestó atención a la mamarrachesca ameba escalonada que olía a incienso y a haschich.

-¿Todo bien? -pregunta el Rey, alárgandole una mano blanda como un churrasco.


-Todo bien.

-Sentate. ¿No querés un cognac? Desués me gustaría que me mandaras tus cassettes. En la Argentina nunca se distribuyeron.

-Yo nunca grabé cassettes. Yo siempre grabé discos.

El hombre alto y el Rey entrecruzaron un rebrillo de complicidad. Lo flechó.

-Sentate -insistió Johnny. -¿De veras no querés un cognac o un porro? Hoy siento que la vida terminó de pudrirme. Verdaderamente.

-Lo que cansa es el mundo.

-Bueno: la vida, el mundo. Son la misma canción.

-La verdadera vida no cansa. Ni te pudre.

-Entonces no conozco la verdadera vida.

-Lo que mata son las trampas.

A la mierda.

-¿Qué pasa? ¿Tenés miedo de firmar el contrato? -sonrió crispadamente el Rey.

-Si mi Padre quisiera no se precisarían estos escándalos. Dame la lapicera.

-¿No lo vas a leer?

-La trampa no está en la letra.

Después que firma le pido la cédula de identidad de la yirita y le extiendo el cheque y él vuelve a la terraza como si llevara un salvoconducto para escaparse de Treblinka.

-Te lo dije -suspiró el Rey, derrumbado en una mecedora de vieja.

-Qué me dijiste.

-Andá aprontándote para el terremoto.

-No seas pesado.

-Que conste que yo no tuve nada que ver con esto.

Si estás meándote por verlo desnudito, basura.

-Nada -repitió Johnny.

-Bueno. Pero no llores que vas a salir horrible en la filmación, amoroso.


35 / MARIANA

No dejo que cierren la puerta para poder escucharlo bien: adentro está muy oscuro, y el Maestro empieza a milonguear sin que nadie lo anuncie.

-Abuelo Bill -cantó Leonardo Regusci. -Tu pobre y viejo Stipe / acaba de raparse / y le quedó el cerebro / como una sola llaga.

Lo deben estar iluminando sólo a él: pobrecito. Pablo se abrazó a Mariana mientras los integrantes de la Banda del Pez (parados y recortados sobre el océano) clavaban la mirada en la agitación lacrimosa de las velas. Qué milonga más rara.

-Abuelo Bill / tu triste y loco Stipe / acaba de arrancarse / el gorrito infeliz del corazón / y le quedó una luna / como una sola llaga.

Y de golpe irrumpió un rasguido en 6 / 8 y una forma de aullar más triste qué rabiosa:

-¿Cómo emborracharemos al que va vomitando / oro de la galaxias sobre tanta negrura? / ¿Cómo desclavaremos al que va reclamando / la mansa luz del sur para tanta hermosura?

Entonces Pablo me saca la cara de la barriga y dice:

-Mirá.

Una paloma azul acaba de posarse sobre el murete-baranda de la terraza.

-Callate -chisto.

Lourdes le pasó un brazo sobre la espalda a Tiago y Tiago al gordo Mario.

-Abuelo Bill / tu pobre y viejo Stipe / acaba de caparse / y en el pozo del cielo / queda una sola copa.

Parece que no hubiera segundos ni minutos ni estómago ni intestinos y esto no terminara nunca.

-Abuelo Bill / tu triste y loco Stipe / acaba de arrancarse / el condón infeliz del corazón / y le quedó un altar / con una sola copa.

El gordo Mario se abrazó de Yoselem y Yoselem de Saúl y Saúl del otro Mario. La paloma está quieta. Y volvió a requebrarse el aullido:

-¿Cómo resucitar al que va reclamando / la pura luz del sur contra tanta tristura? / ¿Y cómo desclavar a las que van llorando / la soledad del mundo entre tanta hermosura?

No me animo ni a fumar. Pablo vuelve a apoyarme la cara en la barriga pero la paloma y yo nos seguimos mirando. Y otra vez:

-¿Cómo emborracharemos al que va vomitando / oro de las galaxias sobre tanta negrura? / ¿Cómo desclavaremos al que va reclamando / la mansa luz del sur para tanta hermosura?

No se termina más. Los integrantes de la Banda del Pez se agacharon abrazados alrededor del fuego. Eterno: esto es eterno. Y el acorde final desencadenó un aplauso que duró mucho rato, mientras la iluminación del anfiteatro proyectaba un trapezoide sobre la terraza y doraba violentamente los ojos de buey.

-Cristo -dijo estrujando a Pablito.

Los muchachos se besaron pisoteando las velas y esperaron la segunda canción con los ojos fijos en la luna. La paloma se va.

-Terrible -dijo Tiago.

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