por Haugussto Brazlleim
(especial para elMontevideano Laboratorio de Artes y Tertulia Lunática)
El lunes 5 de octubre quedó inaugurada una nueva muestra de Horacio Herrera (Uruguay, 1976) en la Sala Pedro Figari (Espacio Santos) del Ministerio de Relaciones Exteriores. La exposición de estos Universos Ícono-Gráficos prosigue hasta el 15 de octubre y ha sido declarada de interés cultural por la I.M.M., además de contar con el apoyo el elMontevideano Laboratorio de Artes, Pocitos Libros y Estudio Parma, pudiendo ser visitada entre las 10:30 y las 16:30 hs.
¿Cómo se da la relación con tu Sombra Personal y la Sombra Colectiva a la hora de tensar un lienzo y empezar a pintar?
A la hora de empezar a pintar siempre es muy importante tener claro lo que estás dispuesto a dar. Y si querés hacer un arte verdadero, sincero, o sea arte con todas las letras, eso significa que tenés que dominar a tu Sombra Personal. Lo que significaría, hablando futbolísticamente, ponerla a jugar de tu lado. Y con la Sombra Colectiva pasa lo mismo: no hay que dejar que te afecte negativamente y tomar de ella todo lo que te pueda fortalecer. No es fácil, por supuesto.
¿Creés en Dios?
Sí. Profundamente.
¿Quién te dicta cuando pintás?
Yo escucho el dictado de la pintura y el amor. Mi consigna es hacer pintura con amor, lo que te permite entregar todo lo tuyo y respetar y honrar la espiritualidad del arte, tratando de que Dios se haga presente en mis telas.
¿Pintas para desahogarte o para crear belleza?
Pinto tratando de crear belleza artística, la cual genera sensaciones que nos sensibilizan, nos hacen más profundos y nos ayudan a vivir. El tema desahogo suena como la expresión de una desesperación individual y a veces es verdad que ese factor interviene en la creación, pero existen otras herramientas para liberarnos de esa clase de asfixia. Si pensara solamente en el desahogo personal estaría haciendo lo que un amigo define como “psico-arte”, donde la única estrella es el artista y su psiquis, donde lo único que se expresa o se evidencia es un mundo interior propio y donde la comunicación o lo que hay para decir queda minimizado de tal forma que pasa a no importar. El poder dar amor con la pintura es algo muy distinto.
¿Cómo convive tu arte y tu familia con respecto a tu tarea de crear belleza en este mundo horrible?
Creo que este mundo puede ser considerado como una conjunción de cielo e infierno, donde nos encontramos frente a situaciones que no podemos controlar pero también frente a otras donde sí podemos elegir donde estar y esforzarnos, día a día, para estar allí.
Y en lo que tiene que ver con la convivencia entre mi arte y mi familia también te diría que la armonización no es nada fácil y que también exige un esfuerzo de todos los días. En mi caso, como no puedo dedicarme exclusivamente a la pintura, la mayor dificultad es la de la distribución del tiempo, aunque la familia siempre me ha apoyado y alentado a continuar con mi carrera artística.
Pude ver que utilizaste una técnica de esténcil en tus cuadros, como unos “Mingitorios Dadaístas”… ¿Eso fue una necesidad de dar un contra-mensaje, conjurando en tus lienzos el Fantasma del Posmodernismo?
Usé unos esténcil porque me gustó cómo funcionaban integrados en mi obra, mixturando elementos abstracto-figurativos. Creo que no hay que tenerle miedo a lo nuevo, sino más bien cuidado. Yo no intenté plantear ningún tipo de contra-mensaje, y en todo caso lo que traté fue de encontrar una forma de ordenar el caos o hacerlo jugar a mi favor para crear otra cosa, transformándolo.
¿Cómo ves vos el campo de batalla de las artes plásticas en la sociedad uruguaya? ¿Y cómo ves la actitud de los artistas uruguayos?
Entreverado. Hay artistas realmente buenos y también de los otros, que no merecen ser llamados artistas. Son muchos los que caen en el facilismo o el snobismo y se valen de recursos ajenos al arte que logran confundir y enrarecen el ambiente a través del discurso extra-plástico o la inserción en círculos políticos. Lo único que les importa a esas elites es lograr premios de renombre y lugares de privilegio: priorizan los negocios, el dinero y el status. Claro que también sigue existiendo gente de primer nivel mundial, como te decía al principio. Lo importante es saber distinguir a unos de otros.
¿Crees hace falta un nuevo Joaquín Torres García para reavivar el ambiente artístico?
Haría falta no exactamente otro Torres, sino alguien que tuviera el empuje espiritual de Torres.
¿Cuál creés que fue el factor que lo impulsó a venir a fundar la Escuela del Sur acá en Uruguay?
Yo creo que lo impulsó la necesidad de trasmitir toda su experiencia y formar artistas en su propia tierra, porque en aquel momento el ambiente americano era muy diferente al de Europa. Había una posibilidad, en un continente menos contaminado, de plasmar una obra que revolviera el avispero y dejar un legado que ha sido importantísimo para nosotros.
¿Pero no creés que en otro sitio de más alto nivel cultural habría sido comprendido con mayor facilidad o hubiera hallado más posibilidades de conseguirlo?
No estoy seguro, si pensamos que en otros sitios más “culturizados” demoraron tanto en comprender a un Van Gogh o a un Cézanne. Creo que Torres García sabía muy bien dónde se metía y la cosa pasaba por conquistar (a pesar de cualquier rechazo o incomprensión inicial) el ambiente artístico nacional, transformarlo y perdurar. Y lo cierto es que lo logró.
¿Cómo te surgió la necesidad de empezar a dar clases de pintura?
Era una idea que yo venía dejando madurar desde hacía un tiempo y después de hacer algunos talleres experimentales con niños (con mi hija Emilia y con sobrinas) que me resultaron muy enriquecedores en todo sentido, me decidí a sumergirme con más fuerza en la docencia.
¿Van Gogh?
Genial, todo movimiento, todo color, todo pasión, todo amor. No le daba la tela para expresar tanta sensibilidad.
¿Francis Bacon?
Monstruoso.
¿Andy Warhol?
Un snob al que sin embargo hay que prestarle atención.
¿Cabrerita?
Tiene algo.
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