martes

CONDE DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE) - LOS CANTOS DE MALDOROR (19)


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-¡Qué musculosos son tus brazos, y qué gusto da verlo cavar la tierra con tanta facilidad!

-No es preciso que una duda inútil atormente tu pensamiento: todas estas tumbas esparcidas en un cementerio como las flores en un prado, comparación que carece de veracidad, son dignas de ser medidas con el compás sereno del filósofo. Las alucinaciones peligrosas pueden producirse de día, pro generalmente se producen de noche. Por lo tanto, no te turbes por las visiones fantásticas que parecen percibir tus ojos. Durante el día, cuando el espíritu está en reposo, interroga a tu conciencia; ella te dirá, seguramente, que el Dios que ha creado al hombre con una parcela de su propia inteligencia, posee una bondad sin límites, y recibirá, después de su muerte terrena, a esa obra maestra en su seno. Sepulturero, ¿por qué lloras? ¿Por qué esas lágrimas parecidas a las de tu mujer? Recuérdalo bien: estamos en este barco desmantelado para sufrir. Es un mérito del hombre que Dios lo haya juzgado capaz de sobreponerse a sus más graves sufrimientos. Habla, y puesto que de acuerdo con tus más caros deseos, no habría que sufrir más, explícame en qué consistiría entonces la virtud. Ideal que todos se esfuerzan en alcanzar, si tu lengua está hecha como la de los otros hombres.

-¿Dónde estoy? ¿No he cambiado de personalidad? Siento que un potente soplo de consuelo roza mi frente serenada, igual que la brisa primaveral reanima la esperanza de los viejos. ¿Quién es este hombre que con sublime lenguaje ha dicho cosas que nunca podría pronunciar ningún recién llegado? ¡Qué riqueza musical en la melodía incomparable de su voz! Prefiero oírle hablar a él antes que cantar a otros. Sin embargo, cuanto más lo observo, tanto menos franco me resulta su rostro. La expresión general de sus rasgos contrasta singularmente con sus palabras que sólo el amor de Dios ha podido inspirar. Su frente, recorrida por algunos pliegues, presenta la marca de un estigma indeleble. Ese estigma que lo ha envejecido prematuramente, ¿es honorable o infamante? ¿Sus arrugas deben ser contempladas con veneración? Lo ignoro, y temo saberlo. Aunque diga lo que no piensa, con todo, creo que tiene motivos para actuar como lo ha hecho, impulsado por los restos andrajosos de una caridad destrozada en él. Lo absorben meditaciones desconocidas para mí, y su actividad se duplica en un trabajo arduo que no tiene costumbre de realizar. El sudor moja su piel; ni se da cuenta de ello. Está más triste que los sentimientos inspirados por la visión de un niño en la cuna. ¡Oh, qué sombrío es! ¿De dónde vienes?... Extranjero, permíteme tocarte, y que mis manos, que tan raramente estrechan las de los vivos, se posen sobre la nobleza de tu cuerpo. Suceda lo que suceda, sabrá a qué atenerme. Esos cabellos son los más hermosos que he tocado en mi vida. ¿Quién sería lo bastante audaz para sostener que no conozco la calidad de los cabellos?

-¿Qué quieres de mí en el momento en que estoy cavando una tumba? No le gusta al león que lo molesten mientras se alimenta. Si no lo sabes, te lo aclaro. Vamos, date prisa; cumple tus deseos.

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