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SAÚL IBARGOYEN DESDE MÉXICO



URUGUAY: LOS HÉROES NECESARIOS

El libro que preparó el narrador y poeta Hugo Giovanetti Viola, como resultado de un diálogo con el psicoanalista Demian Díaz Torres, titulado La heroicidad uruguaya (B & M Editores, Caracol al Galope, Montevideo, 2001) constituye sin duda una inesperada y estimulante floración en momentos tan negativos para la sociedad uruguaya en su conjunto. Y esto se da en un ámbito ampliamente surcado por diversas prácticas y propuestas teóricas vinculadas con la psicología. La diferencia de este trabajo con relación a diversos materiales publicados en libros y revistas en los últimos años (no pocos de ellos de naturaleza light), es que agarra de los pelos un tema sustancial y escasa o indebidamente tratado: la “apropiación del tesoro” o realización de la felicidad por medio de la individuación que conecte a la persona con el vasto cosmos, “más allá del devenir, el dolor y la muerte”. O sea, se plantea un combate abierto y sin pausa contra uno de los males de la sociedad uruguaya más notorios (fuera del cáncer, los infartos y el empobrecimiento material): la depresión.

El sustento teórico de ambos dialogantes es nada menos que Carl G. Jung, el iniciador de la psicología analítica. En algún párrafo de la presentación Giovanetti anota (luego de mencionar su larga vinculación con Díaz Torres) que pudo “comprobar que a muchos uruguayos de todas las edades les interesaba bucear en el ORO de la heroicidad universal porque ya no soportaban más el anquilosamiento del mal llamado paisito”. Y una buena parte de la entrevista se orienta en ahondar en este tema.

Toda cultura, o casi toda cultura, tiene necesidad de levantar o fabricar sus paradigmas y sus héroes, identificados con un destino nacional: la sumeria, Gilgamesh (luego adoptado por acadios, babilonios y asirios), la hebrea, Moisés, la judeo / cristiana, Jesús; la persa, Ciro; la mesoamericana, Quetzálcoatl; la cubana, José Martí, la china, Confucio; la estadounidense, Superman; la francesa, Juana de Arco; la nicaragüense, Sandino; la brasileña, Tiradentes; la mexicana, Juárez, etcétera. Ese destino nacional puede implicar una aspiración metafísica, una pretensión de trascendencia colectiva cósmica, espiritual, más allá de los marcos históricos; no es el caso, por supuesto, de Estados Unidos, nación antimetafísica y materialista vulgar por excelencia.

Pero, ¿y los héroes de la uruguayidad? ¿Cómo forjarlos o hallarlos desde una postura genérica de derrotismo clasemediero, que los autores mencionan a propósito, por ejemplo, de ciertas obras de Mario Benedetti? Giovanetti y Díaz concuerdan en que, opuestamente, Joaquín Torres-García “arranca de la fe en un sistema espiritual y anímico que brota desde adentro del individuo y se organiza a través de una ideología artística y filosófica”. En fin, Torres-García captó “lo inevitable de la época”, reciclándolo desde sí mismo para “concientizar las grandes fuerzas arquetípicas” y proponer, en suma, “un mensaje que convoca al héroe en un sentido mítico”.

Los héroes emblemáticos de Uruguay están representados en este libro / reportaje por José Artigas, Joaquín Torres-García y Obdulio Varela. A primera vista parece una mezcla muy “posmoderna”. Artigas (1764-1850), el héroe por antonomasia, no fue el fundador de la nacionalidad, sino el aglutinador esencial de la orientalidad, el general de las derrotas, el insaciable luchador contra traiciones y adversidades, el gestor de la Liga Federal antimperialista y antiporteña. Torres-García fue el gran artista del constructivismo que en los años 30 volteó de cabeza el mapa de América del Sur para que nos ubicáramos donde debíamos estar. Él murió en 1949, un año antes de que el mulato Obdulio Varela capitaneara al seleccionado de fútbol uruguayo en la épica final de Maracaná contra Brasil: David venció a Goliat por 2 a 1 (creo que Varela -“brujo sabio, chamán”- nunca se perdonó el haber entristecido al pueblo brasileño con esa victoria, aunque aceptó haberle dado tanta alegría a su propia gente).

Tres emblemas, pues, de una heroicidad establecida sobre el principio fundamental de la lucha contra el destino a partir de situaciones concretas, más allá del resultado de ese combate intransferible o inevitable. A veces, como diría Borges, el ser humano se encuentra con su destino, pero en el caso de Artigas, Torres-García y Varela, ese encuentro implica una fusión con el alma colectiva que, en ciertas circunstancias históricas, puede generar también coyunturas emblemáticas de diferente tipo, más allá de fracasos o limitaciones.

Giovanetti y Díaz ofrecen, como un derivado de otras instancias, el ejemplo de la manifestación multitudinaria del pueblo uruguayo contra la dictadura fascista, el 27 de noviembre de 1983.

Dice Díaz Torres: “…eso confirmó definitivamente la vocación que tiene este pueblo de transformarse en los momentos límites y construir un nosotros rebelde, contestatario y merecedor de la libertad que simboliza el caballo en el escudo”.

El libro encara otros temas que se enraízan con la propuesta central. Así, ciertos conceptos junguianos referidos al ánima (el lado femenino inconsciente en la personalidad masculina), al arquetipo, a la constelación o activación de un complejo, al sí-mismo, a las cuatro funciones psíquicas, etc., son aplicados al examen de las relaciones familiares, al tema de la muerte, a la búsqueda iniciática de la adultez, a la conformación de la “pareja fructifera”, etc. Esto nos llevaría, como reflexión personal, a la heroicidad cotidiana enfrentada a la depresión, que en Uruguay se expresa ahora en un mayor consumo de alcohol y frogas.

Agrega Diaz Torres: “…el uruguayo es un ser muy poco metafísico, muy poco religioso… aquí no pesa una influencia colectiva hacia la sabiduría ni hacia una visión simbólica de la vida, y por lo tanto cada cual se las tiene que arreglar un poco como puede, y eso no es muy alentador”. Y ya sobre el final del libro, y con referencia a un conocido monumento de su padre, el escultor español / uruguayo Eduardo Díaz Yepes (1910-1978), La lucha, señala Díaz Torres: “Como en todo mito del héroe, entonces, aquí hay muerte resurrección. Por lo que el monumento implica a la vez un recordatorio, un estímulo y una promesa: la recuperación consciente del paraíso original.”

Finalmente, debe destacarse, además del Glosario de términos junguianos, la serie de textos que Giovanetti interpuso intercalados en el curso de la entrevista, como una especie de luminosas viñetas que, por un lado, se entretejen con la estructura del diálogo, apoyándolo, y por otro, dan mayor fuerza al polo espiritual que ayuda a sostener la totalidad de este libro insólito e insoslayable.

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