miércoles

RÓMULO COSSE - FRACTURAS Y MODELOS EN LA FICCIÓN URUGUAYA (5)


(Separata de ESCRITURA, XII, 23-24, Caracas, enero-diciembre 1987. Este texto fue incluido en el Dossier Uruguay que publicó la revista italiana Cubana Nº 35 en 1989. La compilación estuvo a cargo de Rosa Maria Grillo, que en Sei domande a sette scrittori entrevistó a Amanda Berenguer, Saúl Ibargoyen, Miguel Ángel Campodónico, Jorge Arbeleche, Diana Correa, Hugo Giovanetti Viola y Fernando Loustaunau.)

Si el estudio se ubica ahora, en el régimen constructivo de la historia, de la cadena de transformaciones que se cuentan, tenemos que un factor decisivo en esta narrativa de la ruptura, es la función del narrador o sea, de la voz que refiere. Según se conoce el narrador tradicional (pensemos en Ismael de Eduardo Acevedo Díaz), tenía una focalización irrestricta, sin límites y por lo tanto informaba aseverativamente sobre hechos y pensamientos. Asimismo era un narrador no representativo (carecía de rostro, de nombre, de antropormorfización o personalización algunas); esto es, era una función estructuradora del relato. Esta visión apofántica y aseverativa, correspondía en el orden la ficción a un modelo del mundo que tenía la pretensión de ser hegemónico y monolítico. (11)

En vez, en el nuevo arte narrativo se confirman los continuos desplazamientos del punto focalizador (desde donde se sitúa la observación de los acontecimientos), que varían la perspectiva del enfoque, para situarla ya en un protagonista o en otro, bien en un testigo o bien regresando a la focalización ilimitada del narrador no representado y pura función informativa.

Asimismo es El astillero buen ejemplo de la institucionalización de estas variantes; diríase de la modificación constitutiva del narrador. Por ejemplo en el pasaje que sigue, hay un relator de focalización irrestricta, carente de toda representación:

Llegó entonces el último viaje de Larsen río arriba, hacia el astillero. Estaba entonces no simplemente solo, sino también despavorido y con ese inquietante principio de lucidez de los que empiezan a desconfiar, a regañadientes, sin vanidad ni conciencia de astucia, de su propia incredulidad. (12)

En cambio en otro punto del texto, la perspectiva del narrador está orientada por un personaje y por lo tanto la focalización, el campo que toma la información, se restringe consecuentemente. De forma pues, que el modo (entendido como el personaje que orienta la perspectivas), enmarca el conocimiento de los hechos comunicados. En este caso, se trasmite la focalización delegada en el personaje Hagen:

Me pareció que era él por la manera de caminar. Casi no había luz y la lluvia molestaba. (…) Venía empapado y más viejo, si es que era él, ayudándose al caminar más que antes con los brazos, la cabeza con el gacho negro hacia adelante: con lo que ya se hacía imposible entenderle la cara, porque la lluvia le golpeaba de frente. Suponiendo que fuera. (13)

La misma estrategia se utiliza en Morir con Aparicio de Giovanetti. He aquí el clásico narrador no representado y de campo irrestricto:

Magdalena cruzaba la alta noche y se escurría en el cuarto de Guillermo a tomarse unas copas a oscuras, aspirando el perfume del jazmín del país como si fuera mirra derramada en los goznes de la aldaba entreabierta para esperar a Justo. (14)

Sin embargo, esta visión se alterna de continuo con la de un narrador situado en la mirada de un personaje. Citaré el pasaje en que el sueco Jonás le comunica a Magdalena la muerte de Justo:

(…) de golpe la silueta del sueco enlutó doblemente a la muchacha, que abrió de un tirón: él se sacó el chambergo y bajo la cabeza sin hablar. Ella lo miró hasta que un ramalazo de humedad le despojó los ojos de la última esperanza. “¿Cuándo fue?” preguntó. “En la batalla de Paso del Parque” contestó Jonás (…) Pobre hombre, pienso siempre: no lo volví a mirar. Me fui corriendo al cuarto y ni siquiera alcancé a agradecerle que hubiese esperado a que mis padres no estuviesen en casa. Entonces pude tocar el piano por mi hermano y por Justo (…) (15)

Estos vaivenes en las voces que instrumentan el relato y establecen el régimen de su información, son bien expresivos de una concepción del mundo más matizada y compleja que la precedente. Se ha roto la perspectiva hegemónica, no hay más verdad revelada y se impone finalmente la visión polifónica en contrapunto consigo misma.

Quizás una formulación extrema de estos aspectos concernientes a las modificaciones en el ángulo y el campo de la visión, sea Solo los elefantes encuentran mandrágora, de Somers, donde la narración presenta el desarrollo de dos historias. Una es la de Sembrando Flores, cuya vida centra el informe correspondiente; la otra se integra con las citas y resúmenes del novelón romántico El manuscrito de una madre (1872), de Pérez Escrich, que se intercalan en el primer nivel narrativo. De forma que en el universo de la novela, la primera historia se presenta como real y la última como ficción, como literatura. Además, en el nivel de la primera narración (la presentada como real, la de Sembrando), se alternan o combinan distintas voces y en consecuencia, distintas visiones en una misma continuidad narrativa, en un mismo e ininterrumpido discurso. Esto último pasa en la secuencia de la visita del médico al Quilotórax, al Caso, como en el hospital le llamaban a Sembrando en razón de su extraña enfermedad, manifestada entre otras cosas por una interminable secreción en la zona pleural. El tramo está protagonizado por el médico de origen alemán y Victoria von Scherrer, la amiga de Sembrando, quien en la ficción es también la compiladora de sus memorias y por lo tanto la narradora representada que articula el relato, aunque transcriba textualmente pasajes de dichas memorias. Sembrando es testigo desde su cama y todo ocurre durante la audición de la Octava del gran “Ludwig”:

y él (el medico) y Ángel (Victoria) se miraron, sintieron emparentarse por la raíz de los apellidos y dijeron: el allegretto scherzando de la Octava ¿no es así? Y de repente le pareció verlos danzar aquello en la sórdida pieza. El hombre dorado era gordo y a muchacha qué estilización (…). Y así estuvieron sin hablar todo el tiempo, y aparentemente sin moverse, pero es claro que en algo más, aquella forma de cubrir con sus opacos cuerpos lo que se estaban permitiendo consumar frente a la desgraciada inmovilidad de la primer testigo. Y después tuvieron el coraje de atacar el alado tempo de minueto, siempre mirándose sin cambiar de lugar, menos para ella que los veía al trasluz (…) (16)

En este pasaje se distinguen perfectamente las categorías de Genette, modo voz. (17) El primero se define por el personaje que fija la perspectiva, la focalización o el campo de la mirada. La voz responde a la figura o función del narrador, del sujeto que cuenta y comunica su informe. De tal manera que aquí el modo corresponde a Sembrando, pero no la voz. Al respecto el lector sabe que en la ficción, la compiladora Victoria anota que muchas veces ha modificado la versión de los cuadernos de Sembrando y en otras ocasiones, realizado su propio relato. Entonces, este narrador no representado y exterior a la historia, es la resultante de la combinatoria de dos relatores, Sembrando en la vocación de sus memorias (testigo de la escena) y Victoria en la enunciación final del relato (coprotagonista del pasaje). En suma, que la voz es la tensión, es espacio múltiple y relacional de dos locutores.

Estos cambios en el punto de vista y en la voz narrativa ofrecen una estrategia de contar adecuada para recoger todas las vertientes y particularidades de la sociedad moderna. Especialmente las ricas inflexiones de las capas medias, sector social hoy tan desarrollado, participativo y dinámico. En otras palabras, esas soluciones compositivas forman la novela que Bajtin categoriza como “dialógica”, por cuanto instituye una verdadera discusión interna. (18)


Notas

(11) Sobre el problema del narrador puede verse: Genette, G., Figures III, Paris Du Seuil, 1972, pp. 183-267, obra que instituye una discusión sobre el tema; Bal, M., “Narration et focalisation”, en Poétique, Nº 29 de febrero de 1977; Vitoux, P., “Le jeu de la focalisation”, en Poétique, Nº 51, de setiembre de 1982; y el propio Genette, Nouveau discours du récit, Paris, Du Seuil 1983, pp. 48-73. Un tratamiento distinto en “Fonction narrative et fonction mimétique”, de Mitterand, H., en Poétique, Nº 16 de 1973. Un antecedente expreso en tal discusión es el trabajo de Booth, W., “Distance et point de vue”, en Poétique, Nº 4.
(12) Onetti, j. C., Ob cit., p. 205.
(13) Ibid., pp. 92-93.
(14) Giovanetti Viola, H., Morir con Aparicio, Arca, 1985, p. 102.

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