martes

3 POEMAS DE JOSÉ JORGE


Escritor. Estudiante de la FHCE. Nació en 1979 y vivió en Fray Bentos hasta 2006. Desde esa fecha vive en Montevideo. Fue coordinador del grupo Heteroismo y columnista del programa Están Despedidos en Fray Bentos. Publicó un relato en la revista Maldoror y poemas en algunas revistas del interior. Participó en el Festival Ñ de poesía y en lecturas realizadas en Ronda de Poetas y Kalima.


LIGAMENTOS

En los areneros de un verso cobarde
un niño arma un balde humilde de arena
y luego lo estropea a patadas. Sus pies
se descuartizan como perros
contra un jabalí
saltando entre grasas y colmillos
gritando y gimiendo entre pasajes
de medias lunas hambrientas
de cazadores que siguen los ladridos.

El disparo de un muchacho nervioso parte un ojo
a un perro que salta, perforada la simiente de su cordura,
y el perro queda extraño, mi amor,
queda muy loco.

Fermento si me pongo rabioso
con una tormenta de dormitorio
parado en mi cama como un cerro.

Fermento;
y mi panza abierta respira el profundo pliegue
de arroyos y minúsculos incendios
planeados por caranchos que llevan
ratones rosados en sus picos;
y un musical medicamento me tose
en la cara como una mariposa.

La noche nos receta con su lengua de oveja.
Y mi grito ferroso es un vagón estancado,
y el farol de una plaza me succiona un tornillo,
y a un beso lloroso de portón espiado en la persiana
de un pueblo por la madre
tengo que proteger de la muerte.

Crecen plantas de odio
en cerebros calientes sin moteles
en forma de goteras
pero la soledad los va secando
como un jardín colgante que crece
en los vértices húmedos de una claraboya.

Los paisajes mundanos descollan en madres
que se bañan en los cuerpos olvidados de hijos
esparcidos en mil padres felices.

¡Santo volátil segmentado en la hebilla
parto de cuerno toreado por una cebadura
embalse de óleo que ofertas tu cartílago
alfiler de roturas
que caes al piso tanteando los extremos
con libélulas de cabezas desbandadas!

Otro gesto de morbo celular de veleta
otro zanco de enjuague molar en mi cariño
otro vestido dorsal que ladra allí en la silla
otro tendón reventado en mis cicatrices
otra mirada portuaria con tabaco de barranca
como si cada sonrisa descosiera mis puntos
alzado hasta las válvulas
atorado en esta inmensa saliva solitaria.


ME RASPAN LOS MOLARES

Me raspan los molares, me alisan en su estero,
me anudan con polillas que frenan como sienes.
Y me encajan sus lumbres y cuernos de viajeros
los rieles y los trenes.

Me alaban mercancías de mudos caseríos,
me cultiva moroso todo aquel con que asiento,
atorado de gerundios y me miento
y recito en el vacío.

Desanillan los dedos las manos que me arrimo
y los riegos enfermizos de panteones que abrazan.
Me encajan sus torcazas las fiebres en racimos
que cuelgan en las plazas.

Me pasas sobre el río como un labio inexperto,
me enchufas los carbones que atoran almacenes.
Y el búho que nos ronda en tu canilla de puerto
revienta en mis andenes.

Me silban como un barco temblando en el acero,
me anidan con su manto de moscas de vinilo.
Y me meten sus santos, sus larvas y sus sueros,
las tejas y los silos.

Me saltan en los pueblos los grandes agujeros;
me trenzan sus pasiones erectas de carteles.
Y me tosen sus latas y grúas de voceros
los sarros en las mieles.

Me friegan con poemas, me ambientan con sus peros,
me moldan ralladuras, me liman en sus pieles
y me sueltan con rabia en un túnel costero
las vacas y pinceles.

Me cargan con plumajes, me asfixian en roperos,
me sudan desde el cuarto moral de su pasado.
Y me ensamblan sus consejos y dudas de canteros
amantes empacados.

Me escarban las salidas. Me rompen con monedas,
me enroscan con lombrices que asolan las libretas.
Y me sueldan sus abejas que abortan primaveras
las pieles y recetas.

Me marcan con lancetas de gárgolas pensantes,
me roban como un cerro de pies estomacales.
Y me atan brebajes de rudas en sus puertas
los soles demenciales.

Me pueblan los cementos, me arrugan con horneros,
me duelen como muertos los ojos de la cara.
Y me quiebra en un bocado que baja como suero
la sangre en la mirada.

Me encierran con plumeros, me sacan con jeringas
me labran sus pastillas de grandes comisuras.
Y me abordan ladrillos de playas que se empujan
por ver azucaduras.

Me planean con celos, me muerden los pulgares,
me cortan con cerebros que encajonan su barba.
Y me quiebran las mieles y me asustan con lugares
los besos que se tardan.

Me escriben con raseros, me entroncan con cinceles,
me asolan los muelles de veleros varados.
Me avistan en espejos con rostro de moteles
los senos alunados.

Me atollan chimeneas, me injertan costureros,
me ladran con agujas que avanzan como espuma.
Y condimentan mi muerte y saldan mi solero
los llantos y las sumas.

Me tuercen vagabundas, me tuestan pordioseros,
me toman como a un hijo traidor sin su frazada.
Y me muestran sus fotos de los hermanos que fueron,
a ver... como si nada.



CABELLOS

Se arrancan cabello por cabello con torrada
locura las ideas. Nada fino se piensa. Nada
de lo que se piense grasoso, con ángulos,
cartones, juguetes podridos de niños
encima de los techos de chapa, sucede realmente.

Asoman con minúsculo trajín, un pelo, luego otro,
hervideros de alondras de alquitrán,
como una ronda bestial y porfiada de hilos saltones.

Cada día por pelo en tu cabeza, cada
cuerpo lanar pelando su cordero. Cada histérico
se acusa de locura en un cuarto de ideas
tan oblicuo que nunca debería cruzarse ni una línea.
Uno apronta sus bordes con ternura,
yema en el graso, pestaña, vellón. De nada sirve.

Los pelos de los pueblos se arrancan, los pelambres
de mirantes caen desde los ventanales,
todos juntos, sin saberlo, se rascan las cabezas.

Se atrofian manotazos los pelos, cada cual
despide a su vástago lloroso
con ondulada y sabia pastosidad.

Se arrancan cabello por cabello con torrada
locura las ideas. Nada fino se piensa.
Y en las largas cabelleras las ideas
toman la rutina del desequilibrio.

Se arañan se lavan entre todos, se sacuden
queriendo, los pelos, sostenerse de sus cráneos apagados,
con locura torrada, las ideas arrancan cabello por cabello.

Se tiran al piso se aceleran, se deshacen en guerras
las ideas, cada una en su pelo que relincha,
cada una con crin salvaje en mano, cada cual
con su espuela agotadora
toma un pelo que explota como un cerebro sobre su vecino.

Hay acuerdos morales, pero nunca
los pelos se saben de memoria
los límites antes conversados,
y a la primer emboscada canina de una idea
vuelven todo a alborotarse los cabellos.

Cada hebra arrancada por su idea
con su cuerpo encarnado, vuela un poco
y luego es perforada en la cerda de su labia
por un gancho.

Caen rabiosos raspando sus molares
con enojo, con odio, los morosos pelos.

Se arrancan cabello por cabello con torrada
locura las ideas. Los viejos pelos
se asustan en bandadas
y se agitan con temblor, algunos parten sus pezuñas en la huída,
tanteando madrigueras, cunetas capilares de cueros. No hay.
Solo un laxo poblado valle blanco
y una ramificación ciclópea de vasos sanguíneos.

Se amputan con terror de locura acartonada
pelo por pelo, lloriqueando, las ideas.

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