miércoles

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



CIENTOTRIGÉSIMA ENTREGA
CAPÍTULO 14


La selva subterránea:
La iniciación en la selva subterránea


La primera fase: El trato a ciegas (3)

En este cuento el demonio está presente porque se siente atraído por la dulce luz de la joven. Su luz no es una luz cualquiera sino la luz de un alma virgen atrapada en un estado de sonambulismo. Oh, qué bocado tan sabroso. Su luz resplandece con conmovedora belleza, pero ella ignora su valor. Semejante luz, que puede ser el fulgor de la vida creativa de una mujer, su alma salvaje, su belleza física, su inteligencia o su generosidad, siempre atrae al depredador. Esta luz que tampoco se da cuenta de nada y no está protegida es siempre el objetivo.

Una vez trabajé con una mujer de la que todos se aprovechaban, su marido, los hijos, su madre, su padre o los desconocidos. Tenía cuarenta años y aún se encontraba en esta fase del trato / traición de su desarrollo interior. Por su dulzura, su cordial y cariñoso tono de voz, sus modales exquisitos, no sólo atraía a los que le quitaban una pavesa sino a toda una ingente multitud que se reunía delante del fuego de su alma y le impedía recibir calor.

El trato desventajoso que había hecho consistía en no decir nunca que no para ganarse el afecto de los demás. El depredador de su psique le ofreció el oro de ser apreciada a cambio de perder el instinto que le decía: "Ya basta." Comprendió plenamente el daño que ella misma se estaba haciendo cuando una vez soñó que se encontraba a gatas en medio de un inmenso gentío, tratando de alargar la mano entre un bosque de piernas para alcanzar una valiosa corona que alguien había arrojado a un rincón.

La capa instintiva de la psique le estaba diciendo que había perdido la soberanía sobre su vida y que, para recuperarla, tendría que hacer un enorme esfuerzo. Para recobrar su corona, aquella mujer tuvo que efectuar una nueva valoración de su tiempo, su capacidad de entrega y las atenciones que dedicaba a los demás.

El manzano florido del cuento simboliza un bello aspecto de las mujeres, la faceta de nuestra naturaleza que hunde sus raíces en el mundo de la Madre Salvaje, donde recibe el alimento desde abajo. El árbol es el símbolo arquetípico de la individuación; se considera inmortal, pues sus semillas siguen viviendo, su sistema de raíces ofrece cobijo y revitaliza y es la sede de toda una cadena alimentaría de vida. Como la mujer, un árbol tiene también sus estaciones y sus fases de desarrollo; tiene invierno y primavera.

En los manzanares del norte los campesinos llaman a sus yeguas y a sus perras "Chica" y a sus árboles frutales en flor "Señora". Los árboles del vergel son las jóvenes desnudas de la primavera, la primera señal. De entre todas las cosas que más representaban la llegada de la primavera, la fragancia de los apiñados capullos superaba con creces los triples saltos de los enloquecidos petirrojos que revoloteaban en el patio lateral de la casa y las nuevas cosechas que brotaban como minúsculas llamas de fuego verde en la negra tierra.

Había un dicho sobre los manzanos: "Joven en primavera, fruto amargo: más tarde, dulce como el hielo." Significaba que la manzana poseía una doble naturaleza. A finales de la primavera era redonda y apetecible y como salpicada de amanecer. Pero era demasiado ácida como para poderla comer y provocaba dentera. En cambio, más entrada la estación, morder una manzana era como romper un dulce y jugoso caramelo.

El manzano y la doncella son símbolos intercambiables del Yo femenino y el fruto es un símbolo del alimento y la maduración de nuestro conocimiento del Yo. Si nuestro conocimiento del comportamiento de nuestra alma es inmaduro, no podemos recibir alimento de él, pues el conocimiento aún no está maduro. Tal como ocurre con las manzanas, la maduración exige un cierto tiempo y las raíces necesitan afianzarse en la tierra para lo cual tiene que pasar por lo menos una estación y, a veces, varias. Si el alma de la doncella no se somete a ninguna prueba, nada más puede ocurrir en nuestras vidas. En cambio, sí conseguimos llegar a las raíces subterráneas, maduramos y podemos alimentar el alma, el Yo y la psique.

El manzano florido es también una metáfora de la fecundidad. Pero, por encima de todo, simboliza el impulso creativo de carácter profundamente sensual y la maduración de las ideas. Todo eso es obra de las curanderas, las mujeres de la raíz que viven entre los peñascos de las montañas del inconciente. Son las que excavan en la mina del inconciente profundo y nos ofrecen el fruto de su trabajo.

Y nosotras elaboramos el material que nos entregan y, como consecuencia de ello, cobra vida la poderosa hoguera de los instintos perspicaces y de la honda sabiduría, y nosotras nos desarrollamos y crecemos no sólo en el mundo exterior sino también en el interior.

Tenemos por tanto un árbol que simboliza la abundancia de la naturaleza libre y salvaje de la psique de una mujer, pese a lo cual la psique no comprende su valor. Se podría decir que toda la psique está dormida ante las inmensas posibilidades de la naturaleza femenina. Cuando hablamos de la vida de una mujer en relación con el símbolo del árbol, nos referimos a la desbordante energía femenina que nos es propia y que se manifiesta de manera cíclica a modo de mareas que suben y bajan con regularidad de la misma manera que la primavera psíquica sucede al invierno psíquico. Sin la renovación de este floreciente impulso en nuestras vidas, la esperanza queda sepultada y no se remueve la tierra de nuestra mente y nuestro corazón. El manzano florido es nuestra vida profunda.

Podemos ver el devastador efecto del menosprecio del valor de lo femenino juvenil y esencial cuando el padre dice: "Ya plantaremos otro". La psique no reconoce la presencia de su propia diosa-creadora personificada en el árbol florido.

El joven yo se malvende sin que se comprenda el inmenso valor de su papel de principal mensajero de la Madre Salvaje. Pero, por otra parte, este desconocimiento es el que da lugar al comienzo de la iniciación en la resistencia.

El desventurado molinero sin trabajo había empezado a cortar leña. Es muy duro cortar leña, ¿verdad? Hay que levantar y acarrear mucho peso. Pero esta acción de cortar leña simboliza los inmensos recursos psíquicos, la capacidad de proporcionar energía a las propias tareas, de desarrollar las propias ideas y de poner a nuestro alcance el sueño, cualquiera que este sea. Por consiguiente, cuando el molinero empieza a cortar, podríamos decir que la psique ya está llevando a cabo la dura tarea de buscar la luz y el calor.

Sin embargo, el pobre ego anda siempre buscando la manera de escabullirse. Cuando el demonio sugiere al molinero la posibilidad de librarse de aquel duro esfuerzo a cambio de la luz de lo femenino profundo, el ignorante molinero acepta el trato. De esta forma sellamos nuestro destino. En lo más hondo de las zonas invernales de nuestra psique nos faltan provisiones y sabemos que no es posible una transformación sin esfuerzo. Sabemos que tendremos que arder totalmente de la manera que sea, sentarnos directamente sobre las cenizas de la mujer que antaño creíamos ser y seguir adelante a partir de ahí.

Pero otra faceta de nuestra naturaleza, una parte más propensa a la languidez, confía en que no sea así y en que cese el duro esfuerzo para poder sumirse de nuevo en el sopor. Cuando aparece el depredador, ya estamos preparadas para recibirlo; y lanzamos un suspiro de alivio pensando que, a lo mejor, hay un camino más fácil.


Cuando nos negamos a cortar leña, se le cortan las manos a la psique, pues, sin el esfuerzo psíquico, las manos psíquicas se marchitan. Sin embargo, este deseo de cerrar algún trato para librarnos del duro esfuerzo es tan humano y corriente que asombra encontrar a alguna persona que no haya hecho el pacto. La opción es tan frecuente que, si tuviéramos que dar un ejemplo tras otro de mujeres (y hombres) que desean librarse de la tarea de cortar leña y vivir una existencia más fácil, perdiendo con ello las manos -es decir, el control de su vida-, no terminaríamos nunca.

Por ejemplo, una mujer se casa por motivos equivocados y se amputa la vida creativa. Una mujer tiene una preferencia sexual y se obliga a sí misma a aceptar otra. Una mujer quiere ser, ir, hacer algo importante, pero se queda en casa contando recortes de periódico. Una mujer quiere vivir su vida, pero ahorra pequeños retazos de vida como si fueran cordelitos. Una mujer conciente de su valía como persona entrega un brazo, una pierna o un ojo a cualquier amante que se le pone por delante. Una mujer rebosa de radiante creatividad, pero invita a sus vampíricos amigos a chuparle la sangre. Una mujer necesita seguir adelante con su vida, pero algo en ella le dice "No, si te dejas atrapar, estarás segura".

Es como lo del "Yo te doy esto y tú me darás aquello" del demonio, hacer un pacto sin saber. De esta manera, el que estaba destinado a ser el nutritivo y floreciente árbol de la psique pierde poder, pierde sus flores y su energía, se vende por una miseria, se ve obligado a desperdiciar su potencial sin comprender el trato que ha hecho. Todo el drama empieza casi siempre y afianza su poder fuera de la conciencia de la mujer.

Sin embargo, hay que subrayar que es ahí donde empieza todo el mundo. En este cuento el padre representa el punto de vista del mundo exterior, el ideal colectivo que presiona a las mujeres para que se marchiten en lugar de ser salvajes. Aun así, no tienes por qué avergonzarte ni reprocharte nada si has malbaratado las floridas ramas. Sí, no cabe duda de que has sufrido por ello. Y es posible que hayas desperdiciado años e incluso décadas. Pero hay una esperanza.

La madre del cuento de hadas anuncia a toda la psique lo que ha ocurrido. "Despierta! -le dice-. ¡Mira lo que has hecho!" El despertar es tan inmediato que hasta duele (6). Pero sigue siendo positivo, pues la insípida madre de la psique, la que antes había contribuido a diluir y amortiguar las sensaciones acaba de despertar a la horrible realidad del pacto. Ahora el dolor de la mujer es conciente. Y, cuando el dolor es conciente, la mujer puede hacer algo con él. Lo puede utilizar para aprender, fortalecerse y adquirir sabiduría.

A largo plazo, habrá algo todavía más positivo. Aquello que se ha regalado se puede recuperar. Y puede volver a ocupar el lugar que le corresponde en la psique. Ya lo verás.


Notas

(6) Despertar poco a poco -es decir, bajar lentamente las defensas durante un prolongado período de tiempo- resulta menos doloroso que dejar que se rompan las defensas de golpe. Sin embargo, cuando se utilizan medios terapéuticos o de reparación, aunque la rapidez es más dolorosa al principio, a veces ello permite empezar y terminar antes la tarea. Pero cada cual tiene que hacer las cosas a su aire.

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