martes

MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS - CLARISSA PINKOLA ESTÉS



La primera fase: El trato a ciegas (2)

Allí, a veces por primera vez en nuestra vida, se nos ofrece la ocasión de darnos de narices contra los muros que nosotras mismas hemos levantado y, en su lugar, aprender a traspasarlos.

Aunque en la sociedad moderna se suele pasar por alto la pérdida de la inocencia de una mujer, en la selva subterránea la mujer que ha experimentado la pérdida de su inocencia se ve como alguien especial, en parte porque ha sido lastimada, pero, sobre todo, porque ha seguido adelante, porque se esfuerza por comprender y por arrancar las capas de sus percepciones y sus defensas para ver lo que hay debajo. En dicho mundo, la pérdida de la inocencia se considera un rito de paso. Y se aplaude el hecho de que ahora pueda ver las cosas con más claridad. El hecho de que haya resistido y siga aprendiendo le confiere categoría y la honra.

La concertación de un trato desventajoso no sólo constituyó un reflejo de la psicología de las jóvenes sino que se aplica también a las mujeres de cualquier edad que no han pasado por ninguna iniciación o han tenido una iniciación incompleta en estas cuestiones. ¿De que manera hace este trato la mujer? El cuento empieza con el símbolo del molino y el molinero. Como ellos, la psique machaca las ideas; mastica los conceptos y los desmenuza para convertirlos en un alimento utilizable. Toma la materia prima en forma de ideas, sensaciones, pensamientos y percepciones y la fragmenta para que la podamos utilizar para nuestro sustento.

Esta capacidad psíquica suele denominarse elaboración. Cuando elaboramos algo, clasificamos toda la materia prima de la psique, todas las cosas que hemos aprendido, oído, anhelado y sentido durante un determinado período de tiempo. Lo desmenuzamos todo y nos preguntamos "¿Qué haré para utilizarlo con el mayor provecho posible?". Utilizamos estas ideas y energías elaboradas para cumplir las más hondas tareas del alma y llevar a feliz término nuestros distintos empeños creativos. De esta manera, una mujer conserva el vigor y la vitalidad.

Pero en el cuento el molino no muele. El molinero de la psique no tiene trabajo. Eso significa que no se hace nada con toda la materia prima que llega diariamente a nuestra vida y que no se ve el menor sentido a todos los granos de sabiduría que nos lanzan al rostro el mundo exterior y el mundo subterráneo. Si el molinero no tiene trabajo, quiere decir que la psique deja de alimentarse de varias maneras extremadamente importantes.

La molienda de los cereales guarda relación con el impulso creativo. Por el motivo que sea, la vida creativa de la psique de la mujer se ha quedado estancada. La mujer que así lo percibe, comprende que ya no rebosa de nuevas ideas, que el ingenio ya no le enciende el pensamiento, que ya no muele fino para encontrar la esencia de las cosas. Su molino se ha callado.

Parece ser que existe un sopor natural que los seres humanos experimentan en determinados momentos de su vida. En la educación de mis hijos y en mi trabajo con un mismo grupo de inteligentes niños a lo largo de varios años, he visto que este sueño desciende sobre los niños hacia la edad de once años. Es cuando empiezan a tomarse cuidadosamente medidas y a compararse con los demás. En este período sus ojos pasan de la claridad al oscurecimiento y, a pesar de que no paran de moverse, se mueren a menudo irremediablemente de frío.

Tanto si se muestran demasiado distantes como si se comportan demasiado bien, en ninguno de ambos estados reaccionan a lo que ocurre en lo más hondo de su ser y poco a poco el sueño va cubriendo su clara mirada y la capacidad de reacción de su naturaleza.

Supongamos que, en el transcurso de este período, nos ofrecen algo a cambio de nada. Que hemos conseguido en cierto modo creer que, si nos quedamos dormidas, algo bueno nos ocurrirá. Las mujeres saben lo que eso significa. Cuando una mujer abandona los instintos que le indican los momentos adecuados para decir que sí o decir que no, cuando pierde la perspicacia, la intuición y otros rasgos salvajes, se encuentra en unas situaciones que le prometían oro pero que, al final, sólo le causan dolor. Algunas mujeres abandonan su arte por un grotesco matrimonio de conveniencia o renuncian al sueño de su vida para convertirse en una esposa, hija o muchacha "demasiado buena" o dejan su verdadera vocación para llevar otra vida esperando que sea más aceptable, satisfactoria y, sobre todo, más sana.

De esta y de otras maneras perdemos nuestros instintos. En lugar de llenarnos la vida con una posibilidad de iluminación nos cubrimos con una especie de manto de oscuridad. Nuestra capacidad de intuir la naturaleza de las cosas en el exterior y nuestra vista interior están roncando muy lejos, por lo que, cuando el demonio llama a la puerta, nosotras nos acercamos como unas sonámbulas, le abrimos y le dejamos entrar.

El demonio es el símbolo de la oscura fuerza de la psique, del depredador que en este cuento no se identifica como tal. El demonio es un bandido arquetípico que necesita, busca y aspira la luz. Teóricamente, si alcanzara la luz -es decir, una vida con posibilidad de amor y creatividad-, el demonio dejaría de ser el demonio.

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