jueves

LA TIERRA PURPÚREA (20) - GUILLERMO ENRIQUE HUDSON


V / UNA COLONIA DE CABALLEROS INGLESES (3)


Antes de separarnos, y después que se hubo cantado “John Peel” con gran entusiasmo, alguien propuso que organizáramos un “fox hunt” al verdadero estilo inglés. Todos convinieron, felices, supongo, de encontrar algo que hacer, con que matar el tiempo e interrumpir la monotonía de semejante existencia; así que al siguiente día salimos a caballo seguidos por unos veinte perros de todos tamaños y razas que se habían recogido de las diferentes casas. Por último, después de buscar algún tiempo en los lugares más probables, levantamos un zorro en un macizo de miomío. El zorro atravesó atravesó un hermoso y parejo llano y corrió en derechura a una cuchilla como a una legua de distancia, de modo que había toda probabilidad de alcanzarlo. Dos de los cazadores se habían provisto de bocinas que tocaban continuamente, mientras que los otros ingleses gritaban a toda voz, así que la caza fue muy bulliciosa. El zorro parecía darse cuenta del peligro que corría, y saber que su única esperanza de salvación consistía en conservar sus fuerzas hasta llegar al abrigo de las cuchillas, Sin embargo, de repente cambio de rumbo, dándonos así una gran ventaja, porque cortando nosotros al través luego, estábamos todos persiguiéndolo estrechamente con sólo la vasta llanura entre él y nosotros. Pero maese zorro tenía sus buenas razones para hacer lo que había hecho; había divisado un grupo de vacas, y en muy pocos segundos las alcanzó y se mezcló con ellas. Las vacas, aterrorizadas por nuestros gritos y trompetazos, se desparramaron inmediatamente y arrancaron en todas direcciones, así que pudimos seguir siempre al zorro con la vista. Muy al frente de nosotros, el pánico que se había producido en el ganado cundía, de grupo en grupo, con la rapidez de la luz, y podíamos ver a las vacas a cuadras de distancia huyendo despavoridas de nosotros, mientras que el viento traía débilmente a nuestros oídos sus roncos mugidos y el ruido de sus atronadoras pisadas. Los perros, gordos y perezosos, no pudieron ganar la delantera a nuestros caballos; no obstante, siguieron trabajosamente, animados por nuestros repetidos gritos y, por fin, dieron con el primer zorro que jamás se hubiese cazado debidamente en la Banda Oriental.

La caza, que nos había llevado muy lejos de nuestra habitación, terminó cerca de la casa de una gran estancia, y mientras observábamos a los perros que desgarraban su victima, el capataz de la estancia, seguido por tres peones, todos a caballo, vino hacia nosotros para preguntarnos quiénes éramos y qué estábamos haciendo. Era un hombre moreno y de baja estatura, vistiendo su pintoresco traje, y nos dirigió la palabra con la mayor urbanidad.

-¿Podrían ustedes decirme, señores, qué curioso animal es ese que han cazao?

-¡Un zorro! -gritó el señor Bingley, agitando triunfalmente en el aire la cola que acababa de cortar-. En nuestro país, en Inglaterra, cazamos zorros con perros, y hemos estado cazando este zorro al estilo de nuestro país.

El capataz sonrió y nos dijo que si estábamos dispuestos a acompañarle, tendría mucho gusto en mostrarnos una caza a usanza de la Banda Oriental.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+