Por Amalia Enriquez
La primera vez que la entrevisté fue en un lluvioso y frío día parisino. Desde el minuto cero me di cuenta que no le interesa nada ser una celebridad, pero ya no puede hacer nada para evitarlo. Sin pretenderlo, Jodie Foster se ha convertido en una de las personas más influyentes de Hollywood. Está a las puertas de cumplir los 50 y lo hace en su plenitud como actriz, persona, madre y mujer. Sabe el peligro que conlleva estar “en la galería” desde niña, por eso sólo asoma su menuda y proporcionada estructura cuando tiene algo que contar. Después de pasar por el festival de Venecia, estrena UN DIOS SALVAJE (dirigida por Roman Polanski), la ácida historia de dos familias enfrentadas después de que, sus respectivos hijos, se vean involucrados en una pelea infantil.
Es una superdotada en el sentido más amplio y literal de la palabra. Su coeficiente intelectual supera “con creces” la media establecida. Sin maquillaje, con el pelo mojado por la lluvia y con gafas de miope parece una colegiala. Nada indica que tengo ante mí a una oscarizada actriz. Su cercanía, complicidad y pizpireta sonrisa es el reflejo de una estrella que no ejerce.
No me aporta nada ir por la vida mirando por encima del hombro a los demás (dice entre sorbo y sorbo de un humeante café con leche). La vida me ha proporcionado el privilegio de sobresalir en el camino que he elegido en mi vida, pero eso no me hace diferente a los demás. Donde yo represento algo es en mi casa, que es mi verdadero reino pero, fuera de ella, soy una persona como las demás que, en lugar de trabajar de dependienta o de enfermera, se gana la vida convirtiéndose en otras muchas mujeres que, gracias al talento, lo único que pretenden es servir de distracción a los demás. Eso no me convierte en una estrella.
Pero lo eres, ¡a tu pesar!
Ya nada ni nadie podrá cambiar lo que he hecho, cómo lo he hecho y adonde me ha traído el camino que elegí. Soy muy consciente de ello, por eso es bueno poner el remedio antes de que sea demasiado tarde. Creo que he vivido como he sentido que tenía que hacerlo en cada momento de mi vida, pero ahora tengo otras prioridades. Mis hijos condicionan todos mis movimientos. Y estoy feliz con el hecho de que sea así.
¿La maternidad ha venido a llenar un vacío?
No lo veo así. Ser madre ha sido una elección voluntaria, muy pensada y realizada en el momento en el que consideré que estaba preparada, no sólo como mujer sino también como actriz. Fui madre cuando ya tenía un nombre en la industria y esa circunstancia me permitió tomarme un respiro. Soy muy maternal, creo que siempre lo he sido, pero no te das cuenta de lo importante que es hasta que no lo notas dentro de ti. Esa es una sensación difícil de expresar.
Ahora los guiones los escriben los niños…
(risas) ¡No lo dudes! Ellos mandan en casa y dominan mi vida. Desde que han nacido, elijo rodar solamente una o dos películas al año ¡como mucho! No quiero dejarlos con niñeras, aunque tenga su ayuda en el día a día, porque sería un egoísmo por mi parte. He tenido a mis hijos para disfrutar de ellos, para llevarles al médico, al colegio, leerles cuentos por las noches, darles de cenar. Soy su mejor compañera de juegos y ellos mis mayores cómplices. Me hacen increíblemente feliz.
¿Las separaciones son dolorosas?
Me cuesta mucho dejarlos varios días en casa, por eso procuro que mis promociones y compromisos profesionales sean lo más ajustados posible. Cuando tengo que estar demasiados días fuera de casa, me organizo para llevarlos conmigo.
Tengo la sensación que, en tu vida, eres el perfil de mujer que eliges en tus películas. Siempre intentas evitar a las que son víctimas…
No me gusta nada la palabra víctima, creo que se le da un matiz peyorativo que nos perjudica como seres humanos. Mis mujeres hacen frente a las situaciones violentas con una actitud muy responsable aunque, a primera vista, parezca lo contrario. Las mujeres no tenemos por qué ser pasivas ante estas situaciones, no hay necesidad de aguantar nada.
Tus mujeres siempre son fuertes.
Me atrae ese matiz que tenemos. Cuando eres rubia y guapa, siempre tienden a darte papeles que menosprecian tu talento. Se puede ser una mujer espectacular y tener una personalidad arrolladora. Ya va siendo hora de erradicar esa idea de que la guapa no puede ser inteligente.
¿Nunca has sentido que pensaban eso de ti?
(risas) Mírame bien. Soy menuda, bajita, con un físico “de andar por casa”. No despierto envidias porque con mi aspecto no anulo a nadie. Nunca me han llamado tonta, eesa es la verdad, pero ¡tampoco lo habría consentido! (risas)
Carácter no te falta ¿Ya eras así cuando empezaste, siendo una niña, en este mundillo?
La verdad es que, de niña, yo tenía una euforia que ni te imaginas. Me quería devorar el mundo y, en el fondo, era incapaz de dar un bocado a nada. Me dieron premios muy pronto, reconocieron mi talento pero lo mejor de todo fue poder marcar el ritmo de mi carrera. Si hubiese hecho caso a los que escribieron que era la nueva Bette Davis, me habría destrozado la vida yo misma. Sé quién soy, de dónde vengo y lo que valgo. Y, si una cosa tengo clara, es que nunca seré una estrella y, mucho menos, me comportaré como una de ellas.
Ahí está tu grandeza…
Te lo agradezco, pero soy una persona normal o, por lo menos, así lo considero yo. Me gustaría que la gente no estuviese tan pendiente de mis movimientos cuando salgo de “mi escondite”. Sólo soy una actriz, ese es mi trabajo. Y mis opiniones no son tan importantes, por eso me cohíbe que tengan tanta repercusión algunas opiniones que tengo. Hay cosas más importantes en la vida que la opinión de una actriz..
Pero no eres una actriz cualquiera
Hay cosas que me hacen distinta a las demás, que son las que hacen que me mantenga en esta profesión, pero ser actriz es simplemente un trabajo. A mí no me parece ni que sea imprescindible ni difícil. Ser actriz es para mí algo muy natural. No sé por qué, pero nunca me he puesto nerviosa delante de la cámara, no sé explicarte por qué me da tranquilidad cuando los demás se ponen nerviosos. Nunca he hecho teatro y, tal vez, hablaría de otra forma de haber pasado por esa experiencia. Es lo que me cuentan amigos que se han subido a un escenario. Tal vez lo haga si me encuentro el papel de mis sueños.
¿Y cuál es?
Ese que me permita llevar jeans, la cara lavada sin ningún tipo de maquillaje. Y, por supuesto, que me deje trabajar con naturalidad y ser yo misma, sin ningún tipo de adorno.
¿Es una utopía?
Me gustaría pensar que no. Creo que he madurado como actriz hasta el punto de poder arriesgarme haciendo cosas que rompan los moldes establecidos. Hace algún tiempo que ya he encontrado la paz dentro de mí y, en algunos aspectos de mi vida, aún me gusta dejar salir “de vez en cuando” a la adolescente que llevo en mí. Es un guiño a mi pasado al que no quiero renunciar.
¿Podrías dejar todo esto y dedicarte a vivir en el anonimato más absoluto?
Estoy convencida que sí. Tengo mi vida muy llena así que, en ese sentido, no hay ningún problema. Aunque no te lo creas, vivo bastante alejada del escaparate mediático gran parte de mi vida, porque sólo me dejo ver cuando tengo algo que contar o una película que enseñar. No disfruto de una fama molesta, no me persiguen los fotógrafos ni tengo a los paparazzi haciendo guardia en la puerta de mi casa. Creo que tengo una vida muy parecida a la que llevaría si me alejara de los focos.
¿Tendrías la sensación del deber cumplido?
¡Sin ninguna duda! Tengo dos Oscar en mi casa y una carrera cinematográfica extensa. Mi vanidad está más que alimentada y creo que puedo sentirme feliz con lo que he conseguido. Lo que quiero ahora es conquistar plenamente mi vida personal y familiar, ser una madre ejemplar y un ama de casa comprometida. Ya no necesito alimentar mi cuenta bancaria con grandes sumas de dinero. Prefiero ser menos rica y poder exprimir mi felicidad hasta la última gota…
No hay comentarios:
Publicar un comentario